La Quincena Musical busca en cada edición la ambición con grandes obras corales, pero tras unos años marcados por el devenir de la pandemia que lo ha impedido, el festival donostiarra finalmente podrá volver mañana a la que es una de sus señas de identidad. Lo hará, además, con toda un “gran hazaña” como es la Sinfonía nº8, de Gustav Mahler, un “despliegue importante de gente y producción” que reunirá a más de 400 músicos sobre el escenario del Kursaal con dos orquestas, cuatro coros y ocho solistas vocales.

El cartel de no hay billetes que desde hace un tiempo presenta el Kursaal pone de manifiesto el fuerte interés que existe porque las grandes obras corales regresen al festival donostiarra. Por segunda vez a lo largo de sus 84 ediciones, la conocida como Sinfonía de los mil volverá a interpretarse en la Quincena Musical. Será 18 años después de la, hasta ahora, primera y única vez que el certamen ha programado una de las partituras más grandes y ambiciosas del repertorio orquestal clásico.

Tal reto ha llevado a que la Quincena Musical se haya tenido que enfrentar a “un despliegue importante de gente y de producción” pocas veces antes visto en Donostia, tal y como reconoció ayer el director del festival, Patrick Alfaya, durante la presentación del concierto. De hecho, para poder representarla ha sido necesario que dos orquestas de Euskal Herria, como son la Euskadiko Orkestra y la Orquesta Sinfónica de Navarra, hayan tenido que unirse bajo la dirección de la batuta de Robert Treviño. Junto a ellos, además, cuatro coros –Orfeón Donostiarra, Orfeón Pamplonés, Easo Eskolania y Easo Gazte Abesbatza– y ocho solistas.

“Una de las señas de identidad de la Quincena Musical son las grandes obras corales”, apuntó Alfaya, que destacó la importancia de contar con un auditorio como el del Kursaal en el que es posible llevar a cabo propuestas como esta con éxito gracias a su acústica. “Hemos tenido que ampliar el escenario para que pueda entrar el coro. No es nada fácil poner en marcha una obra como esta”, añadió.

El que es el director titular de la Euskadiko Orkestra, Treviño, señaló, por su parte, que desde hace varios años habían hablado de la posibilidad de volver a representar la Octava de Mahler en el festival. “Es una enorme sinfonía que solo se puede sacar de la unión de dos orquestas y del nivel musical que tienen”, aseguró, al tiempo que recordó que no es nada fácil juntar a 400 músicos sobre un mismo escenario: “No es algo habitual en nuestros días”.

La Quincena Musical ha necesitado 18 años para volver a enfrentarse a la partitura del compositor austríaco y, para ello, ha echado mano de personas que ya estuvieron en la representación de 2005. Es el caso de la soprano Miren Urbieta-Vega, que se subirá al Kursaal junto a las también sopranos Sarah Wegener y Mojca Erdmann, las mezzosopranos Justina Gringyte y Claudia Huckle, el tenor Aj Glueckert, el barítono José Antonio López y el bajo Mikhail Petrenko para interpretar “un papel pequeño, pero celestial”. “En 2005 estuve como directora de un coro infantil, así que es muy bonito volver a la obra desde otra perspectiva”, agregó Urbieta-Vega.

También repetirán presencia el barítono José Antonio López, en el mismo rol que en la anterior vez; Gorka Miranda, al frente de la Easo Gazte Abesbatza; e Igor Ijurra, director del Orfeón Pamplonés. “Hacer la Octava de Mahler siempre es un expectativa y ganar un poco más de cielo por las pocas veces que se puede interpretar”, comentó López, mientras que Miranda aseguró que “la Quincena Musical siempre supone una motivación para seguir todo el curso”. Ijurra, que en 2005 formó parte de la representación como miembro de la coral Andra Mari, quiso destacar “la unión entre orquestas y coros” que solo es posible con “una obra tan especial” detrás.

Por último, Jon Urdapilleta, del Orfeón Donostiarra, indicó que la pieza es “una obra de total actualidad” al abordar cuestiones clave como “lo eterno femenino y el amor” y que no dejará a nadie indiferente.

Lo sacro y lo profano

Dividida en dos partes, la Sinfonía nº 8, de Mahler, tuvo su estreno en 1910 en Múnich bajo la dirección del propio compositor, que falleció tan solo ocho meses después de su representación. Por aquel entonces, fueron necesarios 858 cantantes y 171 instrumentistas para una partitura que se cree que nace de dos textos literarios. El primero de ellos hacía referencia al antiguo himno de Pentecostés, Veni Creator Spiritus, un texto religioso escrito en latín que Mahler llevó a lo artístico y humanístico.

La segunda obra parte del Fausto, de Goethe, y de la escena en la que el diablo regresa para llevarse al protagonista al infierno, reuniendo, de este modo, lo sacro y lo profano en una misma partitura. Para su representación en Donostia en 2005, la Quincena contó con la dirección de Víctor Pablo Pérez, la Orquesta Sinfónica de Galicia, la Joven Orquesta de Galicia, el Orfeón Donostiarra, la coral Andra Mari y la Escolanía Easo, además de los ocho solistas que exige la obra.