Este martes 2 de mayo se sube el simbólico telón. Hasta el domingo 7, el Festival de Humor de Gasteiz, Komedialdia, pide paso. Diferentes escenarios se preparan, también a pie de calle, para que miles de personas tomen parte en una propuesta cultural que, como pasa con todo el resto, implica el trabajo continuado de no pocas personas que no son las que están ante el público recibiendo los aplausos. Entre tantas risas, aquí hay mucho trabajo serio que no se conoce.
Lo que ves… y lo que es. La fuerza de lo invisible es el lema de esta edición del certamen, una idea que se visibiliza con la imagen de un iceberg, en referencia a todo el trabajo en gran parte invisible que hay detrás de cada acto cultural. “Durante el proceso de preparación de la anterior edición nos dimos cuenta de todo lo que hay detrás del producto que al final ve el público, y que es muy efímero en comparación con lo que dura todo el proceso, por lo que creíamos que se merecía también su protagonismo; en estos tiempos de consumo rápido y superficial, tenemos que educar en el consumo responsable del ocio y poner en valor al trabajo de los profesionales de la cultura y el entretenimiento, tanto sus procesos creativos como las labores de producción, a menudo desconocidas por el gran público”, explicaba en la presentación del programa de este año Txaro Mardaratz Nájera, directora del festival.
Komedialdia es un claro ejemplo de esta idea. Vienen seis jornadas muy intensas, llenas de propuestas y risas, pero antes, durante y después los asistentes no van a ver todo lo que se mueve por detrás para hacer posible cada propuesta. En el evento –en contra de lo que sucede en otros conocidos festivales de la capital alavesa– no hay voluntarios. Aquí se reconoce la labor de cada persona, “aunque haya gente que no cobra ni la mitad de lo que debería en un mundo feliz”, apunta Mardaratz.
Son seis las personas que a lo largo del año componen, por así decirlo, el núcleo duro del evento. Junto a la directora se encuentran Arantxa Ortega, Susana Sola Armentia, Gorka Artaza, David Anzuola Laño (Fa) y Asier Álvarez de Arcaya, quienes tienen áreas de trabajo asignadas, que van desde la gestión de redes sociales hasta la programación pasando por todo aquello que tiene que ver con financiación, comunicación... Esto sin perder de vista a “los cercanos”, a esas personas que colaboran, aunque no siempre puedan estar tan implicadas por cuestiones, por ejemplo, laborales como pasa con Josu Olano y Javi San Pedro Vega. Y no hay que olvidar a amigos como Inma Arroyo, Gorka Aguinagale, Kike Loyola, Carmen San Esteban, Mintxo Cemillán…
“Pensar en grupo, darle vueltas a las cosas entre varios, siempre viene bien”, subraya Mardaratz, quien tiene muy claro que “organizar un festival de humor es algo muy serio”. No en vano, cada edición se empieza a diseñar con muchos meses de antelación, como ha sucedido con esta tercera entrega.
Sin descanso
En plena pandemia, en mayo de 2021, Komedialdia se presentó en sociedad. Llevar a cabo cualquier propuesta en aquellas circunstancias era un reto mayúsculo, pero hacer nacer una nueva iniciativa parecía del todo imposible. El festival de humor de Vitoria no se amilanó. Todo lo contrario.
De ahí vino una segunda cita, la del año pasado, que dejo en la organización un gran sabor de boca hasta que la resolución de determinadas subvenciones complicó el panorama en otoño. “Pero en navidades empezamos a renacer” y llegó el momento de ponerse manos a la obra, hacer cronogramas, analizar necesidades, realizar presupuestos y una larga lista de tareas más.
“Todos los que estamos en este equipo somos autónomos” y eso implica que hay que atender a muchas tareas fuera del festival mientras el evento va tomando forma. El móvil y el omnipresente WhatsApp se convierten en amigos inseparables. “Ahí la figura esencial es Arantxa Ortega, la Reina del Trello, que tiene registrada cada tarea, fecha, responsable, qué tiene que hacer qué, si va bien o mal, si va tarde o pronto…”. Con todo, aunque se usan diferentes herramientas tecnológicas, nunca se puede perder el contacto en persona. Por eso, “hacemos todas las reuniones presenciales que podemos”.
“Tenemos muy buen humor y nos tomamos las cosas con una sonrisa, pero desde el punto de vista de la energía positiva. Hacer Komedialdia conlleva el mismo trabajo que un festival de terror o un congreso de agentes de seguros”, una labor en la que no hay que perder de vista un hándicap importante: “en Vitoria la burocracia administrativa es muy espesa y necesitamos rellenar un montón de instancias, solicitudes, fichas técnicas y demás. Hay que pedir permisos especiales en Vía Pública; cada vez que un artista quiere poner una máquina de humo en el escenario hay que hacer una solicitud especial a los bomberos… Hay multitud de microtareas que nadie conoce hasta que no se pone a ello”.
Los imprevistos
Recuerda Mardaratz que ella, dentro del mundo de los eventos, empezó siendo azafata “y siempre te decían: que no se te va correr; tienes que dar al otro una sensación de que todo fluye y sale solo”. En cierto modo, todo aquello que hacen programadores, técnicos, montadores y demás personas que pueden estar detrás de una única actuación, responde a la misma filosofía. En realidad, lo que hacen no se tiene que notar.
“El buen profesional es el que nunca va a transmitir el estrés, el nerviosismo, el miedo de que algo vaya mal, para lo que es esencial tener las cosas controladas. Y aún así, hay noches que sabes que no vas a dormir”. Más allá de que siempre van a surgir imprevistos, eso es del todo inevitable en cualquier aspecto de la vida. “Por eso es importante planificar muy bien hasta 15 días antes del evento. En un mundo ideal, esa quincena anterior la tendrías que dedicar solo a los imprevistos. En el mundo real, casi siempre llegas un poco con la lengua fuera al último momento, pero bueno. Tienes que pensar qué tipo de cuestiones puedes encontrarte y planificar posibles respuestas. Eso ayuda”.
Esto sin perder de vista que durante los días del evento, la familia crece. Desde los técnicos de escenarios como el del Félix Petite hasta los que acuden con los artistas y compañías, desde las personas que se encargan del Europa o Vital Fundazioa Kulturunea donde se realizan las charlas hasta los hosteleros que colaboran con el Irrintxopote, desde... son muchas las personas que intervienen en distintas áreas. “Este año queremos hacer un homenaje a todo ese sector invisible pero imprescindible. Todo en esta vida no se compra con dinero. La profesionalidad la tienes que pagar de manera digna. Pero además necesitas que cada una de estas personas sepa que se le va a respetar por su trabajo. Eso también hace que estos trabajadores y trabajadoras se impliquen en lo que propones. Necesitas que se sientan parte de todo esto, que haya buen ambiente y que todos rememos en la misma dirección”.
Eso sí, pasado el 7 de mayo, la labor no termina. Para empezar porque en junio se realizará una exposición en el Bibat (Museo Fournier de Naipes) y puede que no sea la única oferta posterior a estas jornadas. Pero es que además “hay que recopilar toda la comunicación, pagar a las compañías, cerrar los contratos, preparar las memorias para las subvenciones… Hay muchísimo trabajo después”. Y mejor llevarlo con una sonrisa.