Con Adri, hace justo diez años, debutó en el audiovisual. A aquella primera tarjeta de presentación de 15 minutos le siguieron el largometraje documental Voces de papel, y los cortometrajes Nor Nori Nork, Polvo somos –que tuvo un recorrido más que interesante con galardones en diferentes festivales como la Semana de Cine Vasco– y el multipremiado Cuerdas. Ahora, la directora, guionista y productora alavesa Estibaliz Urresola Solaguren (Laudio, 1984) presenta 20.000 especies de abejas, un filme que aborda mucho más que la transexualidad infantil, que habla de la diversidad, de la mujer, de las relaciones, de la naturaleza, de la necesidad de comprenderse para entender a los demás.

Al final, todo esto se hace para encontrarse con el público y ha llegado el momento.

Es un instante un poco de abismo también. Venimos haciendo ese recorrido por festivales y ha sido un gusto, el mejor camino que podíamos desear. El hecho de empezar en Berlín, además con un premio que puso mucho el foco en la película en el ámbito internacional, y luego ir a Málaga, con la Biznaga de Oro, son primeros pasitos que nos han dado muchísimas alegrías. Pero ahora viene el gran jurado que es el público, que es diverso, numeroso y multigeneracional. ¿Qué es lo mejor que puede pasar? De entrada, que se llenen las salas de cine, porque al final hacemos las películas para eso, para poder conectar con la gente y para intentar preservar la supervivencia del cine independiente en este momento de consumo y de producción audiovisual masivo en el que priman cierto tipo de narrativas y enfoques. En el Festival de Málaga y en el D’A Film Festival Barcelona han dicho este año que han superado la asistencia a las salas de antes de la pandemia. Me parece una noticia preciosa y espero que eso pueda tener continuidad en el estreno de la película. Al final, el visionado en una sala de cine no tiene nada que ver con ver una película en la pequeña pantalla. Esto es reivindicar también la experiencia colectiva que supone ver un filme en una sala, en comunidad y como experiencia inmersiva.

“Ojalá que mi película pueda ser una herramienta más en ese trabajo que se está haciendo para visibilizar las realidades trans en la infancia”

Recuerda uno de los personajes de su película en un momento dado que lo que no se nombra, no existe y usted con ‘20.000 especies de abejas’ habla de algo que hay gente que directamente no quiere que exista, que no quiere ni planteárselo.

Sí. Para todo autor, no solo cinematográfico, una de las pulsiones fundamentales que originan un proyecto pasa por querer manifestar, sacar a la luz, materializar algo del ámbito personal o social que se quiere compartir. En mi caso, mi deseo era intentar acercar esta realidad a una parte de la sociedad que seguramente desconoce por completo que existe la cuestión de las infancias y las juventudes trans. Y también poder acercarla desde una nueva óptica a esa parte de la sociedad que aún sabiendo que existe, nunca ha tenido la oportunidad de conocerlo de primera mano a través de la experiencia de algún familiar o amigo cercano. El poder haber tenido esa experiencia más próxima va más allá de lo racional o de las opiniones que se pueden generar a raíz de debates como los que está habiendo ahora a cuenta de la aprobación de la Ley Trans. Es una realidad que hoy en día empieza a estar más encima de la mesa. En 2018, cuando empece a escribir la película, para nada estaba en el imaginario de la sociedad este tema de las realidades trans en la infancia. En este sentido, ojalá que mi película pueda ser una herramienta más en ese trabajo que se está haciendo desde muchos ámbitos para visibilizar esta realidad.

Estibaliz Urresola junto Patricia Lopez Arnaiz Itziar Lazkano y Sofia Otero en la Berlinale CLEMENS BILAN

“Las mujeres de esta colmena familiar están en esa negociación entre poder ser quienes son y la mirada del otro que las condiciona y limita”

Seguro que es consciente de que va a haber gente que diga: ‘¿va de esto la película? Pues no voy a verla’.

Sí, pero también te digo que he intentado hacer una película que va más allá de ese tema. He querido insertar la vivencia del personaje central en el marco de una familia en la que cada uno de sus componentes también está lidiando con las limitaciones, frustraciones y deseos de su propia vida y generación. Es todo más en el marco de la identidad en general y de cómo las distintas mujeres de esta colmena familiar están en esa constante negociación entre poder ser quienes son y la mirada del otro que las condiciona y limita. He tratado de hacer una película más coral y no centrarme solo en el viaje del personaje central. Todo enfocado desde el valor, la riqueza y el aprendizaje que puede aportar el acompañamiento de una persona trans. Me ha interesado hablar de cómo se transforma la colmena familiar en ese acompañamiento. Ahí intervienen el resto de componentes de la familia y cada una aporta un aspecto distinto.

Todas se desnudan emocionalmente y también físicamente.

Al final estamos hablando también de cuerpos y, además, de cuerpos diversos. Siempre con una mirada respetuosa, me interesaba desnudar a ese cuerpo femenino que no acostumbra a ser desnudado en la pantalla, que es el de las mujeres adultas o mayores. Sí hay una voluntad de colocar ese cuerpo digno en el centro de la pantalla. Teniendo en cuenta, claro, que eso tiene sentido porque el personaje central está en ese momento de exploración, comparación, indagación, autoconocimiento y de reivindicación.

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En imágenes: '20.000 especies de abejas' también triunfa en Málaga EFE

El Oso de Plata para Sofía Otero lo dice todo, pero es evidente que el peso que tiene el trabajo de Patricia López Arnaiz durante todo el filme es fundamental.

Sería imposible imaginar esta película sin Patricia. La interpretación es interacción y escucha, y seguramente Sofía no habría estado a ese nivel si no hubiera tenido delante a quien tiene como madre en esta historia. Patricia es una bestia de la interpretación. Tiene una capacidad monumental para manejar no solo lo que se espera o se necesita de su personaje, sino también para escuchar y adaptarse a cada toma. Estaba muy atenta a cada momento, a cada emoción. Además, esto sin perder de vista que el personaje de Patricia es muy complicado porque tiene muchos frentes abiertos: sus hijos, su profesión, su relación con su madre que tiene que ver con la relación con su difunto padre, su situación de pareja... Patricia me ha hecho un regalo brutal y trabajar con ella fue un placer por cómo se involucró y el trato que tuvo con todos los niños. No se dedicó a su personaje en exclusiva. Fue consciente de la importancia del grupo, del colectivo, de crear esa familia.

¿Eso ha sido lo más complicado, que en una película de ficción todo parezca a ojos del público lo más natural posible, la vida que podría tener cualquiera?

Ha sido una de las cosas más difíciles, sin duda. En las distintas fases del proyecto han ido apareciendo dificultades concretas. En la de guion, por ejemplo, fue conseguir conciliar ese doble punto de vista de los dos personajes centrales. En la fase del rodaje, sí, fue conseguir esa naturalidad para intentar acercar al espectador a una realidad en la que él o ella pudiera estar ahí mismo, viéndola, sintiéndola o siendo parte de alguna forma, despojando del filme todo lo que pudiera resultar artificioso. Y también otra de las dificultades fue que en una película tan coral había que proporcionar a todo el mundo la atención necesaria. Hay un guion muy escrito pero en todo momento intenté que no sonara a aprendido. Eso me llevó a trabajar con actores y actrices de una manera diferente, lo que también tiene sus riesgos. Pero mereció la pena hacerlo así.

“Vivo de la esperanza de tener un descanso. Con ‘Cuerdas’ y ‘20.000 especies de abejas’ he gastado un 200% de energía que debo reponer”

Hay una imagen suya en Berlín con una amplia y radiante sonrisa, detrás de la cual hay muchos años de trabajo con este proyecto, pandemia incluida. ¿Fue el momento de decir: ‘vale, todo ha merecido la pena’?

Estos dos últimos meses están siendo semanas de mucha emoción en las que me está volviendo a la cabeza todo el proceso, todas las decisiones críticas, los momentos de tensión y de dificultad, esos instantes de falta de confianza en si realmente el proyecto iba a funcionar... Claro, estrenar en Berlín y en la competición oficial era algo que de ninguna manera habíamos imaginado. Así que sí, es un momento que te resarce y te reconforta el corazón. Ves que el esfuerzo, la tenacidad, la apuesta y las renuncias que han implicado estos cinco años tienen un reconocimiento.

La niña Sofía Otero recoge su Oso de Plata junto a Estibaliz Urresola y la directora alavesa posa con el premio Gilde que le otorgó el jurado independiente del festival. | FOTOS: @BERLINALE/@INICIAFILMS

Los premios están genial sobre todo porque ayudan a la promoción, pero ¿hasta qué punto es bueno también relativizar un poco?

Son un altavoz para la película y ayudan mucho a que se genere interés y curiosidad, y por tanto se vea. Pero en mi trayectoria también he asistido a muchos noes y esos te llevan a relativizar la carrera competitiva en la que entran las obras artísticas. En el fondo, eso también es un poco un sinsentido. No puedes comparar Las meninas con un cuadro de Dalí, por ejemplo. Son formatos, géneros, trabajos muy distintos, con un valor intrínseco e incomparable. Entonces, poner a competir las obras de arte también tiene algo de sinsentido. Por eso, los premios están en un lugar que hay que saber relativizar.

Por cierto, que coincide el estreno de la película con el iCOFF-Gasteiz, donde se va a proyectar ‘Cuerdas’, otro trabajo que le ha dado muchas satisfacciones. Pero son dos obras que casi coincidieron en el tiempo. ¿No fue una auténtica locura?

Sí. Ha sido extenuante hasta los límites posibles. Ahora, cuando estrenemos la película, esta va a pasar a otra fase en la que habrá oportunidades de acompañarla a más festivales o de participar en coloquios, que es algo que me apetece, pero ya será a otro ritmo. Vivo de la esperanza de tener un pequeño descanso. En el rodaje de Cuerdas, que fue en noviembre de 2021, estaba en marcha toda la preproducción de 20.000 especies de abejas. Ha sido un año y medio de estar consagrada a estos dos proyectos al 100% en cada uno, es decir, gastando un 200% de energía que hay que reponer.

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Premio para Estíbaliz Urresola EFE

Además, habrá próximos proyectos, ideas o primeros esquemas que estarán pidiendo paso...

Sí, sí, pero para eso necesitas silencio y un poco de calma. Desde el lugar en el que estoy ahora mismo no podría crear nada nuevo de la forma en la que me gusta.