Tras actuar ayer por la noche en el Palau de la Música de Cataluña y antes de que su agenda le lleve en próximos días a Madrid y Basilea, el contratenor Carlos Mena se encuentra este domingo con su público más cercano. El aula magna del Conservatorio Jesús Guridi acogerá a las 12.00 horas un recital centrado en Purcell en el que el vitoriano contará con la presencia de Ignacio Prego (órgano y clave). Las entradas están ya disponibles.

Le corresponde inaugurar una nueva edición del ciclo de música de cámara del Jesús Guridi.

–Para mí es un ciclo ejemplar por el criterio artístico que aplica para hacer sus programaciones y, también por el trabajo que se hace de atender al público. Su salud es muy buena y da gusto ver su programación. Hay detalles importantes, como el hecho de que haya teloneros antes de los conciertos. Parece una tontería pero son acciones que exigen un trabajo y un conocimiento por parte de la dirección artística y que son muy efectivas. Es crear sustrato para el futuro.

"La gente que esté en el conservatorio va a vivir también la espacialidad de la sala. Va a estar en sentada en la butaca y va a tener que mirar hacia arriba, donde está el órgano"

Pero para el intérprete, esto de actuar un domingo al mediodía...

–Te adaptas a todo, por supuesto. A mí, muchas veces, a las nueve de la noche me gustaría más estar tomando unas cervezas con mis amigos (risas). Fuera bromas, te adaptas a lo que sea, no hay ningún problema.

Presenta un concierto centrado en Purcell. ¿Por qué él y las obras seleccionadas?

–Desde hace un tiempo siento la necesidad de centrar un poco el tiro, el trazo estético. No se hace mucho Purcell en Vitoria, aún siendo un autor increíble. Este recital lo he centrado en una variedad dentro de la unidad. La primera parte del programa, que se llama Eternal up the Heaven, es con el órgano. La gente que esté en el conservatorio va a vivir también la espacialidad de la sala. Va a estar en sentada en la butaca y va a tener que mirar hacia arriba, donde está el órgano, y desde la distancia va a sentir la voz y el órgano. En la segunda parte, Shining down on Earth, vamos a vivir una proximidad distinta, también porque la música es diferente. Quería reunir toda la variedad que tiene Purcell, un compositor que viajó mucho a pesar de ser inglés, que normalmente tienden a aislarse en el lenguaje.

El contratenor Carlos Mena Jorge Muñoz

Para la voz de Carlos Mena, que es muy especial, ¿es un compositor adecuado, por así decirlo?

–Los ingleses fueron los que mejor mantuvieron la tradición del contratenor. De hecho, Purcell lo era también. Él barítono y yo tenor, eso sí. Así que es un repertorio cercano.

El concierto supone volver a un conservatorio que conoce bien, en el que estudió...

–Sí, igual que ahora hacen mis hijos.

¿Un lugar especial?

–Creo que me he desconectado de ese tipo de afinidades, también cuando voy a sitios más conocidos o que podrían tener una parte sentimental para mí. Eso sí, estos días, cuando pienso en el órgano y en el espacio, me está viniendo mucho el recuerdo de Carmelo Bernaola. Esa sala, cuando yo era niño, la viví como la gran revolución de Carmelo y eso me viene.

"Soy muy consciente de las cosas que no hago bien y que tengo que aprender y mejorar, enriquecerme. Pero en lo que respecta a la voz, nunca me he sentido mejor cantando como ahora"

Llega tras un concierto en el Palau de la Música de Cataluña, en el que ha estrenado además una composición de Enric Palomar.

–Es un compositor catalán que vive en Berlín desde hace muchos años. Son poemas seleccionados de la última publicación de García Lorca, Diván del Tamarit. Es una poesía espectacular. Preparar el concierto y ofrecerlo ha sido un disfrute enorme. Es una música muy difícil, pero realmente creo que Palomar, junto con Alberto Iglesias, es de los que de manera más acertada han escrito para mi voz. Explora todas mis posibilidades expresivas en la voz y en el sentimiento.

Todo esto llega en un momento de mucha actividad profesional en distintas áreas musicales y lugares. Son muchas piezas en el puzle que hay que saber encajar.

–Con lo que hago ahora, creo que podría hacerlo mejor. Soy muy consciente de las cosas que no hago bien y que tengo que aprender y mejorar, enriquecerme. Pero en lo que respecta a la voz, dentro de toda esa actividad que dices, nunca me he sentido mejor cantando como ahora. Cuando más diversificado he estado, la voz ha tomado un protagonismo en el momento de cantar desconocido para mí, una libertad, una capacidad de expresión importantes. Supongo que es consecuencia de la madurez, porque tengo 51 años, y de que técnicamente estudio muchísimo. El instrumento es vivo, se mueve, y tengo que reaccionar con él, aportarle el alimento técnico para que pueda estar en forma. Es verdad que las voces suelen apagarse a esta edad y, sin embargo, yo puedo decir que ahora canto con mayor plenitud. La cuestión, entre todas las cosas que hago, es saber centrarte cada vez dónde estás. También digo que no a muchas cosas y eso me permite recular.

¿Y cuándo ve cómo vienen las nuevas generaciones de músicos como la violinista Irene Mena, que tanto está despuntando?

–(Risas) Intento disfrutar del orgullo de padre pero ser sereno y verlo de una manera profesional y como músico. Lo que más me alegra es la pasión con la que tanto ella como mi hijo, que es percusionista, viven la música. Que haya una verdadera pasión por lo que hacen es lo más bonito que pueden tener y lo que a mí ahora me mueve para ser músico. Es el mayo tesoro que tienen. Muchas veces he pensado cómo no estropear su educación, cómo no molestar.