El municipio de Llodio va a despedir, a las 19.00 horas de hoy en la parroquia San Pedro de Lamuza, a uno de sus pintores más reconocidos, en el ámbito del paisaje y la técnica del óleo: Antonio Aldama Tejada, que ha fallecido a la edad de 88 años. Un hombre que, desde muy joven, compaginó su vida profesional con el arte de pintar. “Observaba y analizaba todo cuanto veía. Visitaba atentamente museos y exposiciones. Hace cuarenta años Bilbao constituía junto con Barcelona y Madrid, las tres plazas más importantes desde el punto de vista del mercado del arte, y Antonio Aldama formó parte de este movimiento”, señalan de él desde la bibliografía especializada, como la enciclopedia vasca Auñamendi.

Desde su juventud se fogueó en numerosos certámenes de pintura rápida, y llegó a reunir numerosos premios, desde el de Arte Alavés de 1973 hasta el primero de la sociedad artística cultural Zornotza de Amorebieta, con el tema de caseríos vascos en 1976, por citar alguno de los más de medio centenar de galardones que obtuvo tras su paso por numerosos certámenes de pintura y escultura al aire libre a nivel nacional.

Su obra se centró en paisajes. Paisaje rural y urbano entendiendo como tal las vistas panorámicas de poblaciones rurales y calles de las mismas. Como pintor del natural que fue, recorrió la geografía y eligió aquella parte que él consideraba más interesante, o más emotiva. Pintaba lo que veía, sin alterar la realidad que contemplaba. País Vasco, Salamanca, Segovia, Cantabria, Pirineo, Extremadura, fueron algunos lugares de los que extraía la mayor parte de su obra paisajística. La Ría de Bilbao en la temática de marinas, constituyó un apartado importante y numeroso en su obra general. Un legado éste que, en su mayor parte, ejecutó mediante el procedimiento del óleo, ya que el dibujo artístico, limpio y minucioso, es relativamente escaso en el conjunto de su producción.

El formato variaba desde el grande al más reducido y, aún cuando mantenía en todas ellas una alta calidad, posiblemente en las de las medidas medias y pequeñas, es donde lucía su calidad de pintor irreprochable. Su preferencia por los paisajes húmedos le obligaba a utilizar gamas de color muy matizadas, porque el verde de la hierba, no es igual que el verde del pino, de un roble, de un haya, o un castaño, cada uno exige un verde especifico, sólo por poner un ejemplo.

La pincelada corta, sin llegar al puntillismo, era una de sus señas de identidad. Poseía una habilidad innata o adquirida por el oficio para ubicar el caballete de pintor, en el lugar más idóneo, para que la toma fuera original y de calidad. La luz, tan importante en los lugares lluviosos, por cuanto tiende a reducir distancias, volúmenes y perspectivas, la tenía muy en cuenta, con la finalidad de evitar las distorsiones señaladas más arriba. Eran muy escasos sus paisajes nevados. En ellos, sin embargo, alcanza cotas de inusual maestría.

Muy poco amigo de encargos pictóricos que le restaban libertad en temas, medidas y tiempo de ejecución, Antonio Aldama fue un pintor de referencia paisajista en el ámbito nacional, como muestra el largo centenar de exposiciones en galerías y salas de exposiciones, en las que tomó parte a partir de 1976. Su pueblo, Llodio, seguro que no olvida aquella de 2013, bautizada con el nombre de Miradas reencontradas, que se dio cita en la casa de cultura y de mano de la Cofradía del Señor Sant Roque, para viajar al año siguiente a la sala Luis de Ajuria de la capital alavesa, en un intento de mostrar la obra de pintores laudioarras de ayer y hoy, en la que los óleos de Antonio no podían faltar. De hecho, la selección –que cosechó más de dos mil visitas en tres semanas– surgió del éxito de otra previa, de agosto de 2012 y titulada Recordando Llodio, protagonizada por óleos de Aldama.