Recuerda Jose Ibarrola ese 1991 en el que la intención era recuperar el antiguo Depósito de Aguas como espacio para la cultura. No existía entonces todo el complejo que hoy conforma Montehermoso. Solo había un lugar excepcional y particular al que se le quería dar un futuro desde la creación. Menciona el artista al grupo Bekereke, a aquella primera intervención en la que él participó desarrollando una de sus múltiples facetas creativas. Al mismo escenario ha vuelto en otras ocasiones pero nunca para exponer. “Siempre he querido hacer aquí una muestra”. Ahora es el momento

Desde este viernes hasta el 11 de septiembre, Mirar alrededor llena cada rincón del Depósito. Pintura y escultura se despliegan. No hay que decir dialogan. A Ibarrola no le gusta lo manido que está ya el término. No le falta razón. Aún así, lo cierto es que alrededor de 60 piezas establecen una conversación con el visitante sobre distintas temáticas, desde el propio arte hasta el terrorismo, por ejemplo.

“Me gustan las temáticas y los lenguajes fronterizos”, como se muestra en un recorrido que, en lo temporal, reúne obra desde 2006 hasta la actualidad. “Creo que hay algo de este mismo 2022”. Como “no creo en los compartimentos estancos”, el artista apuesta por traspasar supuestas fronteras entre formas y fondos. Lo hace, además, “en un lugar que también es fronterizo, y eso me gusta de manera especial”. Lo dice sonriendo, aunque reconociendo que el antiguo Depósito de Aguas al que ahora vuelve “es un edificio complicado; tiene mucha personalidad y te puede comer. Te obliga”.

Ahí aparece la faceta de montador, e incluso la de escenógrafo. “Ante todo, cuando se hace una exposición, debes tener claro el objetivo y es que una muestra tiene que ser, ante todo, eficaz”. Por eso, rechaza esa manía tan asentada desde hace ya tiempo de producciones en las que casi se deja una obra sola para que supuestamente respire. “Hay veces que parece que la que se muestra es la sala o el museo. Pero yo quiero que mi obra se vea y lo haga en las mejores condiciones posibles”. Por eso, hay que dejar atrás tanta “frivolidad arquitectónica” y poner en valor la obra de arte, tanto de manera individual como en conjunción con el resto. Y ahí, Ibarrola vuelve a decir que “este espacio te puede llegar a apabullar”, aunque en este caso “lo que hay que hacer es dejar que el montador que llevas dentro, decida”.

En él, de hecho, conviven el pintor, el escultor, el ilustrador, el diseñador, el escenógrafo, el director artístico y un largo etcétera de Jose Ibarrola. La imagen es lo común. “Nos solemos llevar bien todos, aunque hay algunos momentos de discusión”, ríe al ser cuestionado por todas esas facetas. “Al final, lo importante es qué quieres hacer. Es como en esta exposición en Vitoria: ¿qué quieres hacer? Pues esta vez mostrar una visión de conjunto de mi obra en los últimos tiempos”. Dicho y hecho. Montehermoso da así un nuevo paso dentro de esa parte de programación en la que gusta de invitar al Depósito a artistas vascos que ya cuentan con una consolidada trayectoria, aunque a veces parezca que ya no están tan presentes en las agendas de muestras.

“Me gusta mucho cuál es el resultado final y más en este espacio”. Y eso que a Ibarrola le han dejado decidir pero poco más. “Ni siquiera me han dejado tocar mis obras para colocarlas”, sonríe. Por cierto, que las peanas de varias de las esculturas han sido llevadas a cabo de manera específica por el alumnado del Centro Municipal de Formación y Empleo Ignacio Ellacuría. Así lo van a comprobar quienes acudan este viernes a las 19.00 horas a la apertura oficial de la muestra, una cita en la que Ibarrola va a desarrollar otra faz, la de guía de sus propia producción, ya que conducirá una visita especial. A partir de ahí, durante buena parte del verano, el artista bilbaíno regresará a un lugar que conoció y en el que trabajo en 1991. Un espacio que le tiene atrapado desde entonces y cuyas invisibles aguas atraviesa ahora con sus pinturas y esculturas.