- El cineasta finés Juho Kuosmanen ha resuelto en una hermosa película de poco más de cien minutos una de las historias de amor más improbables del mundo, la de dos seres humanos que se esfuerzan por comprender y apreciar al otro, a pesar de la evidente desconexión de sus vidas y sus procedencias.
Así se resume Compartimento nº6, película con la que Kuosmanen obtuvo el Gran Premio del Festival de Cannes, y que estrena este viernes en las salas comerciales españolas.
Cuenta la historia de una joven finlandesa, Laura (Seidi Haarla) que toma un tren hacia un lugar remoto del Ártico, el puerto ruso de Murmansk, para ver unos petroglifos que la tienen obsesionada; de hecho, es un viaje que pensaba hacer con su pareja pero pronto descubre que no está haciendo el viaje sola por casualidad.
Un billete en un estrecho compartimento de tren con un par de literas une su periplo al de un minero ruso de mal beber, grosero y machista Ljoha (Yuriy Borisov) en lo que parece que va a ser un trayecto infernal. Sin embargo, de sus silencios, de la enorme nostalgia que destilan ambos y de la improbable coincidencia de sus vidas surge una extraña conexión, muy cercana al amor.
La historia está basada en la novela del mismo título de Rosa Liksom, de la que Kuosmanen es fan. “Lo leí en cuanto lo publicó, pero lo que me empujó a hacer la versión cinematográfica fue el sentimiento general de la novela, una especie de melancolía, de anhelar cosas que ya pasaron”, explicó. Además, confesó, “siempre me han fascinado los trenes, llevaba bastante tiempo queriendo hacer una película ambientada en un tren”.
La novela, explicó, contiene muchas historias, pero “nuestra decisión fue centrarnos en este encuentro entre seres humanos, en el modo en el que ellos acaban comprendiéndose, lentamente”, en un viaje de supervivencia pura para ambos. Agregó que hizo algunos cambios, como la edad del minero, más joven que en el libro, o el destino del tren, que va al Ártico en lugar de a Mongolia. También el momento, ya que la novela ocurre en la Unión Soviética en los años ochenta. “Lo llevamos a los 90 porque ese era también un momento en el que Rusia trataba de descubrir su identidad, igual que ellos”.
Kuosmanen reconoció que el rodaje fue complicado por las bajas temperaturas y filmar en un tren en marcha y tan angosto, “pero si tengo que elegir entre fácil o interesante, siempre elijo interesante”, afirmó.