La misma vida es la temática y por eso ni este proyecto que ahora se presenta en la sala Amárica ni ninguno de los que ha realizado o vaya a hacer Javier Berasaluce tiene final. "Vivo fotografiando". También exponiendo. De hecho, desde ya se puede ver La piscina en el céntrico espacio, donde permanecerá hasta el 15 de mayo.
Obras de gran formato inundan la sala. El origen está en un edificio de Alicante, en una piscina en la que se han pasado tantos veranos. En un espacio que, para esta muestra, suma imágenes tomadas entre 2002 y 2020. Momentos cotidianos, autoretratos en sombra o gestos habituales cobran aquí un nuevo significado. Emoción e imaginación son interpeladas por el autor, que aunque parte de su propia autobiografía, comparte un proyecto en el que cualquiera puede nadar desde su propia experiencia.
Es más, Berasaluce invita a al juego. Con 17 de estas imágenes presenta dos paneles a modo de puzle en los que las fotografías pueden moverse y llegar a crear casi 300.000 composiciones diferentes. Y todo ello porque no hace mucho un amigo fotógrafo le comentó que la fotografía estaba muerta, que todo está hecho ya. Para nada.
Partiendo de lo analógico, pero sin perder de vista las posibilidades que plantean los procesos digitales, el creador se sirve de distintos soportes y tamaños, adueñándose de cada milímetro de Amárica, de "una sala emblemática para la fotografía de esta ciudad". Él la conoce de bien y ahora regresa con esta propuesta. "Sabemos que no podemos retener todo de lo que vivimos, pero sí algo a través de una cosa tan accesible como una cámara de fotos", y en ese empeño sigue él.
A la imagen fija, él lleva atado desde siempre. Sus entresijos se los descubrió su padre, Javier Berasaluce Marquiegui, fallecido hace poco. La mayoría le conocía por ser portero del Alavés y del Real Madrid, equipo con el que ganó cinco Copas de Europa. Pero llevaba la fotografía en la sangre. "Está en mi familia de manera compulsiva".
De hecho, aunque sus estudios fueron por otros derroteros, Berasaluce terminó rodeado de imágenes, de las que se guardan en el Archivo Municipal de Vitoria-Gasteiz Pilar Aróstegui, donde sigue trabajando entre sus fondos fotográficos. "Ver cada día lo que allí está es un aprendizaje continuo". Al fin y al cabo, a escribir se aprende leyendo. A crear con la cámara, también observado lo que otros han hecho.
Esa línea sigue, de todas formas. El ADN fotográfico está en la familia y continua en Sara Berasaluce, su hija. "Me encanta ese saber volver al origen que tiene su trabajo", dice. "Mi padre decía que era la más original", recuerda. Son momentos de vida. Los mismos que él atrapa y fija como hace aquí, en La piscina.