Este es otro fin de semana intenso en el Urban Rock Concept con la celebración del Iberian Warriors Metal Fest. En realidad, la agenda de este 2022 está completa mientras la incertidumbre sigue reinando.
Habrá más de uno que piense que terminadas las restricciones y vuelta casi a la normalidad, ya se acabó el problema.
-Para nada. Es como una persona que lleva dos años en paro y un día encuentra trabajo. Imagina que le dices: ¡ya se han acabado todos tus problemas!. Ya, pero ¿y los dos años que esa persona ha tenido que comer, ha tenido que pagar la luz o el agua, que se ha tenido que endeudar, qué? Bien, si esta situación tiene una continuidad, vale, podremos empezar a hablar de otro escenario. Pero lo cierto es que ahora mismo seguimos arrastrando un bagaje bastante duro de trabajo, de sinsabores, de chocarte contra una pared. Para poder mantener la sala abierta hemos tenido que recurrir a préstamos. Ahora empezarán a pagarse. Es decir, vamos a ver si empezamos a trabajar bien y con continuidad para que, en una situación económica peor que en marzo de 2020, podamos seguir adelante. Y para eso, hay que trabajar y hacerlo bien.
Ahora la oferta parece disparada.
-Está guay que haya tantas ganas, que también los bares pequeños vayan recuperando cosas y quieran hacer. Lo cierto es que todo el tejido cultural de Vitoria se está moviendo a tope. Eso es muy bonito, pero claro, también hace que sea difícil encajar toda la oferta. Hay ganas de que se haga de todo pero es que en una época normal no se hacía de todo a la vez, que es lo que nos pasa ahora. Llevamos un mes como de libertad y vamos partido a partido, es decir, fin de semana a fin de semana viendo qué pasa.
La incertidumbre sigue, claro.
-Es que venimos de vivir, por ejemplo, cancelaciones de última hora. Y otras situaciones que son inestables y que en muchos casos no puedes controlar. Es el caso de las giras internacionales. La mejor noticia que tienes con una banda de fuera es cuando llega a España y les sacan una foto a los músicos para atestiguar que han podido viajar y que tu concierto se va a hacer. Claro, todo eso cansa mucho. Además, teniendo que reorganizar la agenda a cada momento. Llevamos contratando dos años en plena inseguridad. Y ahora todo el mundo quiere hacer todo. Pero es imposible. A veces, cuando me llaman para venir, es que no sé ni qué contestar.
No solo le ha pasado a Urban, pero lo cierto es que se podrían poner muchos ejemplos de conciertos que se han convertido en odiseas en este tiempo. Incluso, por el último parón navideño, han tenido que trasladar una actuación a enero de 2023. ¿Tiene que ser casi una misión imposible cuadrar la agenda?
-Y sin casi. Además, en estos momentos el bombardeo de peticiones es constante. Pero es que no podemos. No vamos a abrir otra sala, suficiente con ver si mantenemos esta (risas).
¿Qué es lo más complicado en estos momentos: reorganizar lo atrasado, pensar en 2023 o ir, como decía antes, partido a partido?
-Todo este año está planificado y varios proyectos en marcha, algunos de ellos esperando que nos puedan ayudar las instituciones. Y esa planificación es casi de contención. No tiene sentido empezar a contratar bandas para abril de 2023, por ponerte una fecha. Ya hay algunas giras internacionales que se están pudiendo realizar, pero todavía pocas y no sabemos cuándo se va a recuperar el volumen de antes. Es necesario ir poco a poco, intentando no avanzar demasiado con la agenda porque ya está bastante llena. Además, cuando algo se cae, rápido tienes alternativa. Nos pasa en abril. Una gira internacional no se va a realizar al final, eso nos ha dejado una fecha libre pero justo nos han llamado desde una asociación de Euskadi en favor de Ucrania para poder hacer un concierto con la actuación de Infraganti.
¿La mayor preocupación es que pueda haber un nuevo parón en un momento dado?
-Espero que eso no se produzca, que si vienen otras olas o lo que sea, no haya otras restricciones tan focalizadas hacia siempre los mismos. Llevamos dos años en pandemia, creo que todo el mundo sabe lo que hace. También cada uno deberíamos ser un poco responsables. Si no quiero ir a un sitio con mucha gente, no voy. Nadie me obliga a ir. Soy libre. También para ponerme una mascarilla si llega el día en que no son obligatorias. Espero que las cosas vayan por ahí, sobre todo teniendo en cuenta que parece que el virus no es tan virulento. Yo, que lo acabo de pasar, he tenido dos décimas de fiebre y un catarro. Y es la segunda vez que lo paso.
Es verdad que se están haciendo giras internacionales pero muy pocas todavía.
-Va dependiendo mucho de las restricciones de los países de origen. Nos ha pasado con dos conciertos que teníamos claro que se iban a hacer y que al final no se han producido. Si una banda va a viajar y en las PCR da positivo un músico, todo el grupo queda confinado. Ante eso no puedes hacer nada. Solo te queda improvisar. Mira, eso sí, hemos improvisado muchísimo en este tiempo (risas). Cada parón que hemos tenido ha sido muy duro. Y cada vez que hemos arrancado también ha sido complicado porque hemos vuelto en unas circunstancias llenas de incertidumbre. Es como ver una película y hacer una pausa cada 15 minutos.
Tras el último paréntesis, ¿cómo están viviendo estas semanas?
-Hay conciertos que están saliendo muy bien y otros que no están llegando a lo que esperábamos. Se nota que hay ganas pero todavía no todo el público que antes iba a conciertos ha vuelto, igual que no está haciendo otras cosas. Jugamos con un público que está animado y con una oferta, como te decía antes, que es desmesurada.
¿Cómo recibieron el golpe de navidades?
-Para mí fue el peor momento de estos dos años. Antes sabías que estaba todo mal y actuabas en consecuencia. Es decir, nosotros somos una cooperativa y los socios fuimos los que nos encargamos de hacer de todo. Fuimos porteros, cocineros, técnicos de luces y demás. Cuando se empezó a hablar de que 2022 iba a ser el año de la vuelta a la casi normalidad, comenzamos a recuperar cosas. Por ejemplo, nuestra carta. Perfecto, pero eso implicó, como es lógico, tener a gente en cocina. Es decir, empezar a contratar a terceros. Y así en otros aspectos. Pero cuando dimos todos esos pasos para estar preparados, de repente nos obligaron a más de un mes de cierre. En el momento de cabreo puedes mandarlo todo a la mierda, pero no solo te vas con una mano delante y otra detrás, es que no puedes perder de vista lo que te has endeudado los dos años anteriores para poder seguir abierto. Aquí ha habido subvenciones, además, que yo no he entendido. Hubo unas ayudas estatales, financiadas por fondos europeos, en las que te comparaban las ventas de 2019 con las de 2020 y en función de eso, podías acceder a un determinado apoyo. Vale. Pero según estas subvenciones, la pandemia terminó el 31 de diciembre de 2020. ¿Y 2021? Es que, en 2022, seguimos en pandemia. Lo que pasa es que ahora hay tiros por ahí y parece que ya lo otro queda detrás.
Con las instituciones más cercanas ha habido una interlocución más o menos constante en estos dos años, pero ¿siente que más allá de eso, hay un acompañamiento, un apoyo real?
-Nosotros somos muy novatos en este campo. Pero sí es cierto que para determinados proyectos necesitamos un poco de apoyo. Al fin y al cabo, estamos moviendo el tejido cultural de la ciudad y aportando cosas interesante para Vitoria. Está habiendo esa interlocución que decías y, de hecho, en alguna propuesta nos van a apoyar. Estaría bien que el diálogo y la colaboración tuvieran una continuidad.
Aunque el Urban ha organizado menos que otros, también ha sido parte del proyecto de Kultura Bizia en el Iradier Arena.
-Hicimos el primer Urribeltz Metal Fest, que es un proyecto que nos gustaría que siguiera este año, además como un evento grande en Vitoria. Fue la experiencia piloto.
Que ese espacio tiene problemas es evidente, pero ¿sería bueno tenerlo en cuenta de cara a futuro si es que se reforma?
-Es un espacio muy bueno que necesita ser acondicionado para que funcione. Tiene problemas de sonido y en otros aspectos, situaciones que, imagino, no son baratas de solucionar. Con Kultura Bizia se ha demostrado que el sitio se puede aprovechar, pero hay que reformarlo. No sé decir quién tiene que hacer esa inversión, pero sí tengo claro que sería bueno para la ciudad. Nosotros lo aprovecharíamos. Y Kultura Bizia podría seguir regentando ese lugar. Hasta ahora lo ha hecho bastante bien.
Volviendo al Urban, ahora que se puede estar de pie de nuevo, con los aforos al 100% y demás, ¿se ha permitido algún concierto solo como espectador?
-No. Pero pronto va a ser mi cumpleaños y ese día no voy a trabajar (risas).
¿Nota a los músicos diferentes?
-Sienten que el ambiente es distinto, por supuesto. Es que con el público sentado no era lo mismo. Ahora el feedback es otra cosa.
En estos dos años han hecho cosas impensables, con actuaciones al 40% del aforo, mamparas entre las mesas, distancias y demás. ¿Se ha parado a pensar en todo lo realizado?
-Ha sido tremendo (risas). Yo tenía un proyecto que pasaba por hacer conciertos con cena y el público sentado. Hicimos algunos y aunque la idea no terminó de cuajar, la verdad es que se generaba un ambiente bonito. Pero una cosa es que tú, porque quieres, propongas o acudas a una propuesta así, y otra que sea algo a la fuerza. Una actuación con la gente sentada no tiene que ser mala. Puede ser cómodo y hasta privilegiado ir a un concierto de una banda que te gusta con sus mesas, sus sillas, con un aforo adecuado, con tus bebidas y pudiéndote levantar. Pero no es eso lo que hemos vivido.
¿Teme que estos dos años pasen mucha factura a las bandas de la escena más cercana, sobre todo a las que están empezando?
-Todo el mundo ha perdido dos años. Si te ponen una zancadilla nada más empezar, es más difícil continuar. Hay muchas bandas que no salen a nivel profesional, sino amateur. Y si ya es complicado a veces quedar con los trabajos y los estudios, ahora has estado dos años sin juntarte o muy poco. Claro, ciertos proyectos pueden estancarse o desaparecer. Para los grupos que ya tenían consolidado su público, estos dos años han sido malos, por supuesto, pero ahora se encuentran con que vuelven y ese público sigue ahí. En este sentido, la situación, siendo mala, es un poco más favorable con respecto a esa banda que está empezando, que justo está buscando su público, darse a conocer. Las bandas de Vitoria con las que nosotros solemos trabajar siguen. Sí, más paradas, pero bueno, también con ellas hemos hecho conciertos sentados y demás. No sé si la escena va a quedar tocada. Hay que darle tiempo.
Lo que parece un milagro es que en Vitoria sobrevivan casi todos los escenarios.
-En nuestro caso, éramos la última sala en abrir y la pandemia nos pilló fatal. Decidimos tirar hacia delante, cumpliendo todas las órdenes. Si había que entrar a un concierto a la pata coja, pues venga. Luego da un poco de rabia ver que los tribunales dicen que la mayoría de las restricciones no se tenían que haber realizado. Parece que hemos hecho un poco el tonto.
El 20 de mayo Su Ta Gar debería pisar este escenario. Va a ser la cuarta intentona en dos años, algo surrealista.
-Espero que se pueda hacer el concierto más atrasado de la historia de la sala. Su Ta Gar fue el primer concierto que se canceló aquí. Era el 13 de marzo de 2020. Y si podemos hacer el del 20 de mayo, me gustaría que nos lo tomásemos como el final de una etapa, que sirva para cerrar un ciclo, que sea un punto de inflexión.
“Espero que no se produzca otro parón, que si vienen otras olas no haya otras restricciones tan focalizadas hacia siempre los mismos”
“Con Kultura Bizia se ha demostrado que el Iradier Arena se puede aprovechar, pero hay que reformarlo; sería bueno para la ciudad”
“Todo el tejido cultural de Vitoria se está moviendo a tope. Eso es muy bonito, pero claro, también hace que sea difícil encajar toda la oferta”