Javier Rey y la gasteiztarra Patricia López Arnaiz interpretan a dos alpinistas que se encuentran en el ascenso al Annapurna, adonde les han llevado los fantasmas internos que arrastra cada uno, en La cima, el quinto largometraje dirigido por el cineasta vasco Ibon Cormenzana.
Para el director, esta es “una historia sobre superación personal, sobre los valores del mundo del alpinismo, que son muy aplicables al día a día de las personas, y el compañerismo entre dos personas, que dan más por el otro que por uno mismo”. Después de pasar un trauma en el pasado, alguien le conectó con la montaña y conoció “el afán y las ganas de vivir de los alpinistas, a pesar de que pensamos que están locos, pero se acercan a la muerte para vivir más la vida”, afirma Cormenzana, que presentó ayer la película en la sección oficial del Festival de Málaga.
El largometraje fue rodado a casi 3.000 metros de altura en los Pirineos oscense y francés y el equipo tenía previsto viajar también al Annapurna, pero la covid lo impidió y tuvo que utilizar imágenes de esa montaña procedentes de otras películas y documentales.
Para su personaje, la alavesa Patricia López Arnaiz -ganadora del Goya a Mejor Actriz por Ane- explica que tuvo una “referencia directa” y se inspiró en la vida de Edurne Pasaban, la primer mujer en el mundo que coronó los catorce ochomiles. “Es fácil tener acceso a su historia. Tiene una autobiografía con detalles muy íntimos y personales y hay muchas entrevistas en internet en las que habla sobre su depresión. Representa la figura de una mujer que ha tocado el cielo, pero que ha padecido una depresión continuada en el tiempo e incluso intentos de suicidio, y lo ha hecho público”, añade la actriz.
Así, la historia habla “de la otra cara del éxito, que se relata desde los focos y el glamour y se le pone una imagen que no tiene nada que ver con la realidad, porque la historia está llena de grandes deportistas que han tocado el cielo y han sufrido mucho”. López Arnaiz se centró en lo que le ocurría a su personaje “cuando volvía de la montaña y no encontraba su sitio en la cotidianidad”, lo que la obligaba “a regresar a la montaña para encontrar su identidad y a sí misma” y, además, “cuando se han hecho los catorce ochomiles, los objetivos se acaban y hay un vacío”.
Por su parte, Javier Rey precisa que su personaje “parte de un hecho traumático que no sale en la película”, aunque han intentado que “fuera muy positivo e intentara salir de algo muy oscuro y doloroso”. “Le pusimos una culpa que pesa mucho, algo obsesivo de volver al pasado y encontrar nuevas soluciones, de pensar que podría haber actuado de otra manera y no haber ocurrido lo que ocurrió”, según Rey, que agrega que el Annapurna “es una montaña física para escalarla y comenzar de nuevo algo y una metáfora de intentar pasar esa locura en la que él está”.