Dirección: Emmanuel Carrère. Guion: Emmanuel Carrère y Hélène Devynck. Novela: Florence Aubenas. Intérpretes: Juliette Binoche, Didier Pupin, Emily Madeleine, Evelyne Porée, Hélène Lambert y Léa Carne. País: Francia. 2021. Duración: 107 minutos.
lorence Aubenas pertenece a una estirpe singular del periodismo (francés) que, si no fuera por personas como ella, se diría que ya se ha extinguido. Figuras así tejen el prestigio y alimentan la leyenda de una profesión que actualmente se mueve entre la precariedad y el clientelismo. Lo mismo podría decirse de Emmanuel Carrére, un escritor y director de cine que tampoco parece comportarse como la mayoría de sus colegas. De la periodista de Libération, Aubenas; de su novela, surge la materia argumental que nutre el contenido de En un muelle de Normandía.
Con ese relato, Carrére enfrenta a Juliette Binoche como imagen de la citada Aubenas reflejada en un espejo. Binoche se funde con Aubenas, o más exactamente con el personaje que ella misma se ha creado. El resultado, convincente y directo. Binoche se desprende de los tics de diva que a veces tanto le afean y encuentra en los intersticios de un texto y de su metatexto la naturaleza de un filme denso y adulto, inteligente y directo. Una de esas piezas que interpela a quien las ve, que no busca autocomplacencia y que pone sobre la superficie de la pantalla las paradojas de un mundo injusto y desequilibrado.
El argumento recoge las contradicciones y los problemas éticos que sufre una periodista empecinada en conocer en primera línea la realidad del trabajo más precario, el que desarrollan los y las limpiadoras de grandes empresas que trabajan a contrarreloj, sin aliento, a destajo y sin esperanza. Es decir, lo que aquí se escenifica es un periplo por las cloacas del sistema del confort. Cine social que se mueve más cerca de Cantet que de Guédiguian aunque, como siempre que la cámara apunta en estas direcciones, no esté libre de rozaduras y paradojas. En este caso, al tiempo que recrea las duras condiciones laborales, Carrére abunda en el dilema moral de la falsa trabajadora, la periodista infiltrada que para hacer su labor debe mentir a quienes quiere ayudar. Con algún titubeo, y pese a un exceso de maquillaje emocional, la incursión merece la pena, como filme y como testimonio de denuncia.