- Nada más entrar al espacio principal de la exposición espera Quousque Tandem...!. “Nosotros, que no tenemos ni un lugar de convergencia, ni un simple sitio para reunirnos a pensar, no podemos hablar de investigación”. Jorge Oteiza escribe. Y su pensamiento sirve como base para un proyecto de investigación realizado a lo largo de los dos últimos años y que cristaliza en la muestra Un sitio para pensar. Escuelas y prácticas educativas experimentales de arte en el País Vasco, 1957-1979. Artium, que abre con esta propuesta el año de su vigésimo aniversario, acoge hasta el próximo 5 de junio un viaje al pasado reciente, aunque eso no significa que sea conocido o valorado.

De la Asociación Artística de Gipuzkoa a la Universidad Popular de Rekaldeberri, pasando por el Taller de Aia o la Escuela de Arte de Deba, el trabajo realizado fija su mirada en 19 casos de estudio que analizan otros tantos proyectos desarrollados en ese período caracterizados por su vocación educativa y su voluntad de crear espacios para la investigación y el encuentro en el contexto del arte, según explican Mikel Onandia, Rocío Robles Tardío y Sergio Rubira, responsables de llevar a cabo este camino, en el que han encontrado la colaboración de no pocos protagonistas de aquellas iniciativas, esenciales pero no siempre tenidas en cuenta.

Cuadros, esculturas, planos arquitectónicos, fotografías, cartas, libros, crónicas de medios de comunicación de la época, cuadernos, folletos, carteles, objetos de diseño y un largo etcétera de materiales recopilados para la ocasión sirven para dar forma y fondo a una muestra que también se sirve de películas de cine amateur, como una pequeña película impulsada por la ikastola Olabide sobre la presencia del euskera en las calles de Vitoria. Casi todo se despliega en la Sala A3 del museo, aunque una de las partes está desgajada en otra parte del centro, un alejamiento físico no muy afortunado, todo sea dicho.

“Aquí hablamos de los sitios para pensar más allá de la clase o del taller”, como explica Robles. Se llega también al espacio urbano, a la plaza, a cualquier lugar en el que poder desarrollar unas iniciativas en las que había voluntad de cambio y renovación de la educación en la Euskadi del momento. “Se trataba de activar espacios de trabajo desde el arte para la formación no solo de los niños y de las niñas, sino también de los y las artistas”.

Según explican desde Artium, el arco cronológico estudiado se abre en un año en el que confluyen diversas iniciativas y programas dentro y fuera del País Vasco, y coincide con el momento en el que Jorge Oteiza abandona su proceso de experimentación escultórico para centrarse en la reflexión sobre el papel social y político del artista (1957-1979). Se extiende hasta el año en el que la Escuela Superior de Bellas Artes del País Vasco inicia una nueva etapa como facultad, “una conversión en la que el factor nominal contiene la promesa de una transformación de fondo de su estructura, programa, equipamientos y renovación docente”.

Entre ambas fechas, “se presenta un conjunto de casos, nombres y lugares siguiendo un orden diacrónico que se ve afectado por una narración sincrónica, lo cual evidencia la simultaneidad de experiencias y el desarrollo de las distintas iniciativas educativas de carácter experimental desde las artes plásticas”. Se trata, como describen desde el museo de arte contemporáneo, de un conjunto de propuestas heterogéneas en sus enunciados y modos de articulación, desarrolladas en el País Vasco en unos años marcados por procesos de renovación y reconstrucción de la sociedad vasca y cuyo denominador común es el no secundar una educación reglada u oficial, señalando con ello que cada “sitio para pensar” activado se convertía en un espacio de posibilidades.

Toda esta labor se ha realizado junto a la Fundación Museo Jorge Oteiza, que la próxima semana va a inaugurar Un ojo transitivo. El proyecto del Cine Club Irún, una exposición derivada de este proyecto global. Como apunta el título, la propuesta va a centrar su mirada esta vez en el cine club de Irún, en la presencia de Jorge Oteiza y de otros artistas de referencia que a finales de los años 50 vivían en la localidad, como Nestor Basterretxea.

La idea es repasar la acción de aquella entidad, también en su reivindicación de la creación de la Casa de Cultura de Irún, y recuperar la huella de la Semana del Arte de Irún celebrada en 1961, reconstruyendo parte de una exposición en la que tomaron parte creadores como Amable Arias, Gonzalo Chillida y Menchu Gal, entre otras firmas.

Además, como actividades paralelas a estas dos exposiciones, en Donostia se producirá el 10 de marzo (en Tabakalera) la mesa redonda Prácticas educativas y medio audiovisual. José Antonio Sistiaga y su contexto, 1957-1979, con Mikel Onandia, Rocío Robles Tardío y Sergio Rubira. Y el 16 de marzo se llevará a cabo un encuentro online sobre el contexto de las escuelas y prácticas experimentales en los años 60 y 70 y su posible aplicación a la estructura y práctica educativa contemporánea.

La exposición presenta 19 casos de estudio sobre proyectos de vocación educativa y artística existentes entre 1957 y 1979

Derivado de este trabajo, la Fundación Museo Jorge Oteiza abrirá en breve una muestra sobre el cine club de Irún y la Semana del Arte de 1961