- Entre el público, mientras veían la versión en castellano, Miren Gaztañaga y Eneko Sagardoy se miraron y al instante supieron que tenían la necesidad artística de llevar Clôture de l’amour, del autor y director de escena francés Pascal Rambert, a su terreno. Dicho y hecho. Tanto que el actor incluso se encargó de la traducción, camino en el que tuvo la compañía de Danele Sarriugarte. Ambos intérpretes consiguieron el objetivo. Es más, lo hicieron contando con el acompañamiento del creador nacido en Niza. Nació, con la producción del Arriaga bilbaíno, Maitasunaren itxiera. “Todo el proceso ha tenido, por así decirlo, un punto artesanal”, dice la actriz.
Como en todo, eso sí, lo que empieza debe, en algún momento, terminar. Tras un intenso recorrido por diferentes escenarios, la obra se despide del público. Y lo hace en Vitoria, en el Principal, en el arranque de la campaña de final de año. En concreto, la cita con el público se va a producir el próximo día 9 a las 19.30 horas, quedando todavía entradas disponibles. “Es una gran satisfacción el poder haber llevado a cabo este proyecto y llegar hasta aquí” de la mano de un espectáculo que es, para sus intérpretes, “toda una descarga energética”.
Sin hablar entre ellos pero estableciendo un diálogo escénico entre ambos, Gaztañaga y Sagardoy dan vida a una pareja que está rota y que hace del lenguaje un arma arrojadiza. Destruirse a través de la palabra. O por lo menos intentarlo. “Nadie sale ileso de este montaje, tampoco el público. Cualquier persona se va a sentir identificada. De hecho, hemos conocido casos de parejas que ni se han podido mirar durante la obra”. El ser humano, sobre todo en el amor, puede ser capaz de lo mejor y de lo peor.
Traducida a 14 idiomas, la obra es un éxito en todos los países donde se ha llevado a cabo. Ahí está el trabajo de Rambert, de un creador que, como explica la actriz, sabe acertar en todo momento con las palabras, los ritmos, los gestos, la puesta en escena. Su sello, además, queda todavía más patente en el hecho de que quiso dirigir también esta versión en euskera, acompañado, como ayudante a la dirección, de Lucia Astigarraga. “Trabajar con él fue algo excepcional, muy interesante; ya teníamos mucho avanzado, todo bien fijado, y él estuvo con nosotros diez días sin parar, un pase tras otro, limando los detalles”.
Aunque no se descarta volver a activar el montaje en un futuro, Gaztañaga sonríe cuando se le pregunta si la próxima vez que vaya con Sagardoy a ver una obra puede que surja otro impulso parecido. “Fue una auténtica suerte poder elegir este trabajo y que pudiésemos hacerlo tal y como lo habíamos soñado, pero no sé si eso se repetirá”. De momento, toca subir juntos por última vez al escenario para dar vida este Maitasunaren itxiera. Bueno, juntos no, porque en realidad el público se encontrará con cada personaje por separado, cada uno en su monólogo. Intensidad, emoción, pasión, crudeza, dolor. Una relación se rompe y en ese proceso parece que todo vale, que todo se puede decir.