Hace ya unos años trasladó su residencia a Oslo, aunque con sus distintas propuestas artísticas para poco en tierras noruegas. Estados Unidos, Portugal o Italia son solo algunos de los países que reclaman su presencia. Aún así, siempre encuentra algún hueco para volver a su Gasteiz natal, donde, eso sí, parece casi imposible ver su trabajo. Su último paso ha sido para colaborar con IDarte en un proyecto de arte urbano e intervención en el espacio público.
Para un creador que se mueve tanto en el ámbito internacional, ¿cómo está siendo el desarrollo de proyectos en este contexto de pandemia, con todo lo que implica también a la hora de desplazarse más allá de que existan las vías de comunicación ‘online’?
-Desde que llegó el tema de la vacuna, lo de desplazarse se ha facilitado bastante. Aún así en este tiempo he tenido que cancelar planes que estaban ya diseñados como una exposición colectiva en Londres que no se pudo hacer, por ejemplo. No ha sido lo único. También había planes de hacer una cosa en Nueva York que tampoco ha sido posible y ya se verá. Pero he podido hacer exposiciones de manera casi telemática, de producir, mandar, ver que se han expuesto y todo sin moverme de casa. Está bien poder seguir haciendo. Por supuesto, haces una muestra y no tienes los números de visitas que serían normales. Pero, aún así, psicológicamente ha ayudado el no parar, el decir: vamos a seguir intentando dar pasos. En el mundo de la cultura, lo que se deja de hacer es muy difícil de recuperar o de volver a levantar. Así que creo que ha sido bueno hacer aunque sea para un número menor de público. Me sucedió por ejemplo el año pasado en Getxo, que hubo una exposición y solo podía ir la gente del municipio. ¿Merece la pena? Pues sí. Aunque no salgan los números, hay que hacerlo. Es bueno para el psique colectivo que puedas ir a ver una muestra aunque sea así.
A nivel de producción, ¿le ha supuesto también mucho problema o como gran parte de su trabajo se hace, por así decirlo, en la intimidad del estudio, no ha afectado tanto?
-No creas, porque en los últimos años he estado desarrollando un proyecto que tiene que ver con la arquitectura de las ciudades y ahí sí que he tenido problemas. Y tenía una residencia becada en Japón que me apetecía mucho. Con suerte voy a poder hacerla en mayo del próximo año. Pero no poder ir cuando estaba previsto me supuso un freno importante en la producción. Para determinado tipo de proyectos sí necesito ir a los lugares, a ciertas capitales mundiales un tanto específicas. Aún así, es lo que hay, tampoco tiene sentido volverte loco por eso. Si estos son todos los males, pues ya está.
Este otoño está en una exposición colectiva en Oslo, se ha abierto estos días otra muestra en Roma, está presente también en Lisboa. ¿Satisfecho, no?
-(Risas) Sí, sí. Se me han juntado muchas cosas. De hecho, hace poco se cerró también la muestra que tenía en Santander en el marco de PhotoEspaña, que eso fue por parte del Premio Internacional Photo Ankaria 2021. Y abrí, como decías, una colectiva en Oslo con una galería con la que estoy muy contento. Es importante tener una galería donde resides. Además, hace como cosa de un año empecé a trabajar con otra galería, esta vez en Lisboa. Ahora hago otra colectiva en su sala y haré una exposición en solitario el próximo abril. En Roma tengo un trabajo que trata sobre la arquitectura del poder. He estado retratando esos espacios que tienen que ver con las instituciones, templos, oficinas, bancos y demás. Tiene mucho que ver con esa idea de la arquitectura de la vigilancia, de lo pulido, de lo hecho para que nadie interfiera. De manera parcial es algo que se pudo ver en el Círculo de Bellas Artes de Madrid el año pasado y ahora se va a poder ver al completo en una exposición que estará abierta hasta enero.
Ya no me acuerdo de la última exposición de Jon Gorospe en Vitoria, en su ciudad.
-Fue en Montehermoso, en primavera de 2019.
¿Le vamos a ver más dentro de poco?
-Ojalá.
Pero es que sorprende que alguien de aquí que está trabajando en todo el mundo, que es solicitado por galerías y entidades de distintos países, no pueda mostrar su trabajo en su ciudad natal.
-Es que llega un momento en el que dices: ¿dónde expongo? ¿Vuelvo a presentarme por tercera vez a la convocatoria de Montehermoso? Si es así, tendría que esperar unos años porque ya no sería ni interesante, hay mucha gente que necesita esos espacios y las oportunidades. Casi me sentiría hasta mal. Así que, ¿dónde? Ya no es solo un problema mío sino el de cualquiera que esté en una situación parecida en Álava. Tampoco tenemos tantos espacios.
Desde sus inicios han ido evolucionando las formas de hacer de Jon Gorospe pero no tanto los intereses que siempre le han rondando. ¿Ahora, dónde se encuentra?
-Los primeros años fueron de mucha experimentación, de buscar si había una línea conductiva. Ahora, si echo la vista atrás y selecciono los trabajos que han tenido un recorrido, veo que sí se ha destilado una línea que tiene que ver mucho con esa idea del paisaje antropizado, del paisaje intervenido para ser habitado y ese tipo de cuestiones. Si vamos más hacia atrás, a trabajos que exponía en 2014, a aquellos que tenían que ver más con habitar la ciudad de una manera más personal, ahí ya estaba esta idea. Me acuerdo de la muestra que hice en Amárica, que tenía que ver mucho con la idea del viaje en la ciudad. Es verdad que el lenguaje ha ido cambiando, se ha ido depurando, pero sí que había unos intereses primigenios que sigue aquí.
El hecho de vivir en Oslo, ¿qué cree que le ha aportado en su práctica artística?
-No sé si me ha aportado algo específico en cuanto a las temáticas en sí. Pero sí más en la forma de trabajar, en la estructura tanto mía como del resto. Es decir, en lo que se refiere a la escena artística. Es una ciudad en la que todavía hay mercado en el arte. Allí estoy viviendo cosas que aquí nunca han sido posibles. Aquí no hay ese tejido de coleccionistas y galerías contemporáneas. Ya vimos lo que pasó con Talka, aunque su camino siga. Lo cierto es que aquí ni siquiera puede haber una galería en condiciones normales. También se nota en cuanto a la estructura institucional. Allí está todo gestado para que haya unos engranajes por los que desde que empiezas a estudiar hasta que te estableces, hay pasos que puedes dar de manera más ordenada. En Álava, yo notaba que estaba más al picoteo, a ver en cada momento qué oportunidad podía haber. Nunca me podía plantear una estrategia más a largo plazo. Allí sí que existe ese entramado, tanto en lo que respecta al apoyo institucional como en lo privado.
Más allá de la estancia allí, ha ido sumando becas y reconocimientos importantes como la del Guggenheim de Nueva York. Todo suma, eso es evidente, pero ¿qué busca usted en concreto cuando sale la posibilidad de ir a un sitio u otro? ¿Es solo una cuestión de tener financiación para seguir trabajando o busca algo más?
-Es una mezcla. La financiación es importante y necesaria, pero cuando hay oportunidades que de verdad son interesantes no es el principal objetivo. Cuando fui a Nueva York alargué la estancia porque podía seguir trabajando, así que busqué otra vía de financiación para poder estar puesto que entendía que si no soy el primero que apuesta por mi trabajo, no va a dar los frutos necesarios. Esas oportunidades que son más grandes, que implican cosas importantes, lo interesante es cómo te ponen a circular, quién ve tu trabajo, con quién te relacionas, qué sale de ahí, si puede ser un hito en tu carrera. Cuando alguien lee tu currículum y ve que hay determinadas instituciones que han apostado por ti, eso es lo que le habla de tu trabajo.
En los últimos tiempos además está interviniendo en los espacios públicos, algo que hasta hace poco no había desarrollado.
-Como experiencia es muy gratificante. Esa línea de trabajo de la que hablábamos antes tiene que ver con las problemáticas que ocurren en el espacio urbano. Esta otra vertiente me está dando la oportunidad de ver cómo solucionar parte de esas problemáticas de las que he hecho tesis visuales antes. Para mí tiene que ver mucho con cómo estudio la ciudad, por un lado, y, por otro, con cómo intervengo para poder mejorar esos espacios. El público es muy diferente y lo tienes que tener en mente. Tienes que hacer algo que mejore el espacio.
Habla de arquitectura, de ciudad, de los espacios urbanos, de lo habitado, que son cuestiones que tras el confinamiento han mutado en cierto sentido. ¿Lo vivido estos meses, le ha influido en esa línea de la que hablábamos o toda esta historia todavía tiene que reposar para ver si tiene efectos en sus procesos creativos?
-Empiezo a darme cuenta ahora de ciertos comportamientos. De todas formas, sí que es cierto que en Oslo nunca hemos tenido unas restricciones tan fuertes. Mis restricciones han sido más a la hora de viajar. En Noruega la gente no se pone la mascarilla ni para ir en el metro. Además, yo trabajo con proyectos a largo plazo. Así que creo que voy a necesitar tiempo para ver cómo esto afecta a mis posteriores trabajos, si es que lo hace. Pero lo que sí que estoy teniendo en cuenta es que las producciones que ya he estado realizando se están empezando a leer de otras maneras. El psique colectivo ha cambiado y en lo que tiene que ver con lo urbano se nota mucho. Las distancias, el hecho de que cualquier persona sea sospechosa de no sé qué, cambia mucho nuestra percepción de la calle y de la ciudad.
Esta visita a casa viene motivada también por la colaboración con IDarte, donde están jóvenes en vías de profesionalización, un camino que usted recorrió no hace tanto. ¿Cuando le piden consejo, qué dice?
-Suele haber dos partes. Quienes nos dedicamos a esto es porque nos hemos dado cuenta de que ya no podemos hacer otra cosa. Hay algo más fuerte ahí fuera que hace que no puedes hacer nada más. Así que uno de los consejos es: si te gustan dos cosas, no te compliques la vida. No te dediques a esto a no ser que no puedas evitarlo. Si te pasa como a mí, que no puedes evitarlo, entonces, la apuesta tiene que ser absoluta. Es una vida que pasa por el sacrificio, eso es así. Sacrificio por las horas que vas a meter, por cómo te van a tratar muchas veces, por la inestabilidad y por todo eso por lo que no merece la pena ni quejarse. Con la gente de IDarte, como yo estudié allí y sé cuáles son las carencias que tienen este tipo de programas, parte de mi interés fue hablarles de qué pasa cuando sales al mundo profesional. Me ocupé mucho de transmitir que tienes que ser empresario de esto, tienes que ser bueno en lo creativo pero si no eres bueno haciendo números, si tu modelo de negocio o como lo quieras llamar no funciona, esto no va a salir adelante. Lo normal es que la gente joven tenga muchos pájaros en la cabeza, pero de esto hay que hacer un proyecto de vida que funcione, y eso no es sencillo. Así que los consejos fueron mucho por ahí.
¿2022?
-Tengo exposiciones ya cerradas en Oslo, Lisboa y otra que no te puedo decir (risas). Y espero recuperar parte del tiempo y de lo que se ha perdido en estos meses.