El Mediterráneo como principio y fin. “Tenemos una pertenencia que va más allá de las naciones y de las religiones”, afirma el reconocido y reputado bailarín y coreógrafo Hervé Koubi. Desde esa idea, con su compañía lleva años trabajando en torno a cuestiones que tienen que ver con el encuentro, la riqueza de la diversidad, el crisol de culturas que se encuentran relacionados con un mar que él reivindica más allá de la imagen que algunos medios e historiadores lanzan como escenario de conflicto, de muerte, de separación. Al contrario. A esta idea también responde Les Nuits Barbares ou les premiers matins du monde.

El espectáculo, en el marco de la cuadragésimo sexta edición del Festival Internacional de Teatro de Vitoria, llega este jueves al Principal, donde todavía quedan algunas entradas disponibles. El encuentro con el público se producirá a partir de las 19.30 horas, espectadores que, a través de la danza, compartirán esta mirada, a modo de homenaje, a los pueblos bárbaros, “que no tienen que ver nada con los bárbaros que sufrimos hoy”, dice irónico.

De hecho, el creador reivindica, más allá de los estereotipos y las ideas preconcebidas, “la mezcla de culturas y religiones a través de los tiempos, que permite dibujar las bases de la geografía común sobre la cual estamos hoy asentados. Quiero agarrarme a la historia, abrir los ojos y deslizarme hacia la libertad, recordando, al mismo tiempo, que la palabra bárbaro también se dice amazigh, que significa el hombre libre”.

A través de la mezcla de distintos estilos y contando con la participación de diferentes bailarines “de calle, autodidactas” que llegan de varios de los países que se encuentran en la cuenca mediterránea, Koubi -que subraya su condición de francés al tiempo que pone en valor sus raíces argelinas- construye un montaje que ha recorrido medio mundo obteniendo unas críticas inmejorables. En todos los sitios salvo en Francia. “No soy profeta en mi tierra. Somos la compañía francesa que más ha actuado en Estados Unidos y, sin embargo, no he podido llevar esta propuesta por las capitales de las regiones de Francia”.

Aún con todo, la diversidad, que es riqueza según sus palabras, de la que habla tanto esta creación como la propia composición del cuerpo de baile de su compañía, se resumen en una frase que Koubi dice solemne: “si podemos bailar juntos, podemos vivir juntos”. Debería ser sencillo hacerlo realidad, aunque a veces parezca mentira. Pero en buena parte, ahí está la base de esta obra que ahora llega a la capital alavesa, una coreografía que bebe de la “energía de la juventud y del Mediterráneo” más allá de estilos o de rigores artísticos. “Mezclo diferentes escrituras, ya sean europeas o africanas, para tener un sello particular”, bajo el principio de que “siempre hay que tener curiosidad por conocer”, como él hizo cuando fue a Argelia a descubrir sus orígenes familiares.

Ahora, se encuentra de nuevo de gira internacional, un camino también mediatizado por la pandemia, aunque Koubi destaca, en este caso, el sistema de protección que para con los profesionales de la cultura tiene desarrollado el estado francés. “Estoy orgulloso de mi país; nos ha protegido mucho y hay que reconocerlo”.