En uno de los escasos momentos que hay entre la preparación de una escena y otra, justo antes de hacer un pequeño descanso para comer y sentado sobre una piedra del entorno de la cueva de La Leze, Paul Urkijo hace un pequeño paréntesis en el rodaje de Irati, su segundo largometraje. Eso sí, no es para tomarse un respiro, sino para seguir hablando de su nueva película. "Para mí, llevar nuestra mitología a la gran pantalla siempre ha sido un sueño", que ahora se cumple con esta historia ambientada en el siglo VIII, un filme que "ni es un documental ni quiere ser realista, aunque sí he tenido asesoramiento de historiadores". Además, hay un elemento fundamental en esta producción que también marca las formas y el fondo. "La mitología vasca está muy unida a la naturaleza. Ella es la que nos tiene que marcar y estamos dejando que sea la propia naturaleza la que nos ayude a crear".
Casi en el ecuador del rodaje, ¿cómo están marchando las cosas hasta ahora?
-Bien. La verdad es que está yendo muy bien porque el tiempo nos está respetando. Ya estamos en la cuarta semana y hemos pasado ya unas cuantas secuencias de exterior bastante complicadas. Son escenas que si hubiera hecho malo, el rodaje se habría convertido un poco en un infierno (risas). Pero por lo demás, muy bien a pesar del tamaño de la película. Así que me siento muy contento.
La selva de Irati o la cueva de la Leze están sirviendo para dar vida a un filme donde las localizaciones son fundamentales.
-A nivel visual tienen una importancia vital porque es una película que transcurre sobre todo en localizaciones naturales. Hemos intentado buscar los sitios más bonitos de Euskal Herria. Quiero que sea una película grande, espectacular y hemos intentado buscar lo mejor para ello. Además, por otro lado, la película de alguna manera también trata sobre la naturaleza, las deidades de la mitología que están muy vinculadas a la naturaleza.
Pero son lugares en los que no tiene que estar siendo fácil el trabajo, hay que adaptarse a cada espacio natural.
-En Errementari teníamos la herrería, que era muy particular, pero no dejaba de ser un sitio cerrado y podías poner los hierros donde quisieras (risas). O cuando creamos el infierno, lo hicimos a nuestro gusto, no había que adaptarse a nada. Aquí no. La Leze, por ejemplo, es así y tú te tienes que adaptar. Desde el guión ya lo había planteado así. Tanto yo como el resto de los técnicos de la película nos vamos adaptando y en base a lo que es el guión, vamos trabajando. Es una manera de que el entorno, las localizaciones, nos aporten.
¿Todo lo que tenía en la cabeza antes de rodar se está materializando ahora?-En estos últimos cuatro años ha habido momentos en los que no sabía si iba a conseguir llegar hasta aquí. A veces te preguntas: ¿en qué te estás metiendo? ¿si es una locura muy grande, pero qué haces? Pero esto está superando mis expectativas. Está quedando muy bonita.
Cuando llegue la película a la gran pantalla el próximo año y el público la vea, ¿qué espera o qué le gustaría que pasase?
-Espero que la gente se emocione, disfrute, se divierta, pase miedo y hasta se enamore. Las películas son entretenidas cuando hay emoción. Al igual que con Errementari, estoy haciendo esta película porque me sale del corazón y es lo que me gusta, no porque pretenda contentar a nadie. Lo que amo es lo que quiero contar. Dirijo como espectador, y como público, esta película es lo que quisiera ver.
Dice Eneko Sagardoy que, con respecto a 'Errementari', le ve más tranquilo dirigiendo.
-Sí. Desde Errementari han pasado casi cinco años y después de trabajar mucho ha terminado saliendo Irati, y me lo estoy tomando con más filosofía. Antes me rayaba más. Ahora soy mucho más orgánico. Al final, es la experiencia que vas cogiendo, que se nota. Tienes más poso, más tablas y sí estoy más tranquilo a pesar de que esta película es el doble de grande.