- Era 2016. “La preocupación por la muerte siempre ha sido una constante en todas las civilizaciones, culturas y sociedades, marcando el ritmo de los principales acontecimientos de la vida. En nuestro presente, la muerte ha adquirido un papel complejo que se debate entre la ocultación y la voluntad de retrasar o modificar su presencia”. En ese marco, el Festival Zakatumba nacía “con el propósito de abordar el fenómeno de la muerte desde múltiples puntos de vista, combinando una perspectiva más lúdica y cultural con una vertiente reflexiva y generadora de pensamiento”. Así se hizo hasta el año pasado, cuando el covid impidió que se llevase a cabo. Un final que parece que va a ser ya definitivo, según comunicó ayer el certamen.
“Momento peliagudo, el de anunciar nuestra propia muerte” a un mes de que se tuviera que haber llevado a cabo una nueva entrega. “Puede parecer que nuestra vida ha sido corta, un destello fugaz en el panorama cultural alavés, pero, por desgracia, estamos demasiado acostumbrados a la pronta desaparición de festivales y propuestas locales, que difícilmente alcanzan el lustro o la década de existencia. Complicado pelechar y echar raíces en el frío otoño vitoriano. Retrospectivamente, el empeño ha merecido la pena, hemos vivido momentos memorables. Se ha plantado una semilla para interrogarnos colectivamente acerca de la muerte. Queremos creer que, en cierto modo, hemos abierto camino. Y durante cuatro ediciones hemos cumplido con nuestro cometido: festejar la vida mientras pensamos con la muerte”.
Exposiciones, conciertos, presentaciones de libros, visitas guiadas, cuentacuentos y un amplio abanico de actividades han ido configurando cada año. “El empuje y la energía no desaparecen, quien sabe si algún día resurgirá en cualquier parte, encauzadas de otro modo”.