- Al iraní Asghar Farhadi le gusta remover las conciencias con su cine y no con declaraciones que se pueden olvidar pronto. Es lo que hace de nuevo con Un héroe, un filme muy bien recibido en la competición de Cannes con el que regresa a su país tras la experiencia española de Todos lo saben. “Si cuando hice mi filme Les enfants de Belle Ville (2004) hubiera escrito un texto sobre la ejecución de menores en Irán, hoy nadie se acordaría de él, pero la película permite aún hablar de esos hechos”, explicó Farhadi.
Por eso él prefiere concienciar con sus películas. “Creo que tengo un mayor impacto. Es el modo de expresión que he elegido”, afirmó el realizador, que asegura que “si combates la ignorancia, combates la injusticia”. “Cuando nos enfrentamos a extremismos y dogmatismos no podemos ser nosotros extremistas y dogmáticos, no podemos caer en lo mismo”, dijo el realizador al ser preguntado por una entrevista publicada ayer en la que decía que en Irán no hay libertad de expresión. Una declaración que matizó al asegurar que hablaba de la fuerte presencia de las redes sociales en Irán -algo que muestra en Un héroe- y de cómo esa forma de comunicación ofrece un lugar para hablar en una atmósfera cerrada como la de su país. “Una sociedad en la que se puede hablar libremente necesita recurrir menos a las redes sociales para expresarse”, agregó.
Las redes sociales que están muy presentes en una película que cuenta cómo Rahim (Amir Jadidi) cumple condena por el impago de una deuda. En un permiso, su novia se encuentra un bolso lleno de monedas de oro que podría ayudarle a saldar la deuda y salir de prisión. Pero decide buscar a la propietaria y ahí comienza una escalada de problemas y mentiras que toman amplitud en las redes sociales en una sociedad como la iraní en la que la reputación lo es todo. “En Irán estamos dispuestos a perder todo para mantener la reputación. Por la serenidad, la confianza de tener una buena reputación, llegas a hacer lo que sea” y Rahim “llega a cometer un acto inmoral para conservar la reputación que le ha conseguido un acto moral”.
La reputación tiene una “importancia insoportable” en la sociedad iraní, agregó el realizador de Nader y Simin, una separación (Nader and Simin. A separation, 2011), por la que ganó el Óscar a la mejor película internacional. Una reflexión general que cuenta a través de la historia de un solo hombre. “Cuando describes un grupo concreto de personas, no se diferencia del resto de la sociedad. Cuando cuentas una historia de una familia, no está fuera de la sociedad”, apuntó Farhadi. Hay personas, explicó, que tienen el deseo de atacar las cosas frontalmente. “Si yo lo hiciera, mi cine sería demasiado directo”. Él prefiere “un planteamiento más matizado, más sutil”. “Mi deseo es que el espectador no se aburra, que no lamente haber consagrado dos horas de su vida a descubrir mi filme”.
En este caso, su reflexión profunda está centrada en cómo una persona que ha realizado un acto altruista está obligado a ser irreprochable y no cometer ningún error, porque es vigilado por las redes sociales, omnipresentes entre la juventud de Irán. “La imagen que las redes sociales reflejan de los eventos de la vida de un individuo pueden contaminar enteramente la vida de una persona”. Y eso es lo que él intenta denunciar en su filme, la obligación de uniformidad en el comportamiento de las personas. “Tenemos derecho a ser imperfectos, no podemos tener una imagen plana, que elimine la oportunidad de errar”, opinó. Además las redes funcionan a tal velocidad que simplifican la información e impiden entender su complejidad, algo que sí se puede hacer en el cine y que evita los malentendidos tan habituales en la actualidad.
“Tenemos derecho a ser imperfectos, no podemos tener una imagen plana”
Director de cine