- Fue a finales de enero de 2020. Tras saberse que había ganado el Rising Stars Jazz Award como la artista de jazz más prometedora de Europa, la pianista y compositora danesa Kathrine Windfeld anunció en sus redes sociales que sería parte del Festival de Jazz de Gasteiz en julio de ese año. En ese momento, de la cuadragésimo cuarta edición del certamen solo se sabían las fechas. Nada más. La organización guardaba con mucho sigilo los secretos de un cartel que tenía que ahondar en la política de actualización y modernización del evento emprendida en 2019. Aquellos días, eso sí, eran extraños. Las noticias sobre el covid-19 cada vez eran más frecuentes y a cada paso sucedían más cerca. Aún así, todavía entonces, pocos eran los que podían sospechar lo que iba a suceder a partir de marzo.

Puede parecer que han pasado dos o tres siglos de aquello, pero nada más lejos de la realidad. De hecho, hoy la pandemia sigue conjugándose en presente. Y lo que queda. Pero la situación general es mucho mejor que la de hace doce meses y por eso, aunque en 2020 no fue posible, en este 2021 sí que va a poder celebrarse esa cuadragésimo cuarta edición que quedó en el limbo. Por cierto, con Windfeld también en el cartel. A nadie se le escapa, de todas formas, que este año no va a ser normal. Las restricciones y los condicionantes que se derivan del coronavirus marcan la cita, desde su presupuesto hasta sus ubicaciones pasando por horarios, aforos, posibilidad de contrataciones y un largo etcétera. Y aún con todo, asumiendo que no todo es como debiera o como a organización y espectadores les gustaría, el hecho de que el veterano programa se pueda llevar a cabo es una gran noticia en sí misma. Demasiado se ha perdido ya como para no alegrarse por lo que se puede recuperar, aunque no sea por completo o el ideal.

En este contexto, la organización ha optado por establecer tres turnos, y modelos, de conciertos: al mediodía, a la tarde y a la tarde-noche. Habrá que ver, por cierto, cómo se apañan quienes quieran ir a los dos últimos tramos, porque a nada que se alarguen un poco las actuaciones en el Principal, puede que más de uno tenga que ir a la carrera al Iradier Arena y aún así no llegue a la hora. En esto, el festival debería tener especial cuidado y atención, siendo riguroso con los horarios de cierre en el centenario teatro. Además, es evidente que la cita tiene que hacer un esfuerzo con las reticencias que en una parte del público genera la plaza y su acústica. La prueba de fuego se las trae, de eso no hay duda, aunque hasta ahora la asociación Kultura Bizia -que se está encargando de la gestión del coso estos meses- está consiguiendo solventar la papeleta con bastante dignidad. Eso sí, por mucho que se empeñen instituciones y políticos, hay que volver a Mendizorroza en cuanto se pueda. Si es para 2022, mucho mejor.

Entre el 14 y el 17, la dinámica será la misma. En el Iradier a las 12.00 horas se producirán dos conciertos, contando, por un lado, con escuelas y conservatorios cercanos y, por otro, con grupos y artistas jóvenes. La idea es encontrarse con otros públicos, con gente de menos edad o que mira al jazz desde la lejanía, como un género ajeno y elitista. A las 17.30 horas, el relevo lo tomará el Principal, con la idea de seguir acogiendo aquellos proyectos más innovadores y frescos. Sin mucho tiempo de margen, a las 19.30 horas tocará volver al coso, donde se intentará recuperar el ambiente de las tradicionales dobles sesiones. Al margen de todo ello quedará el domingo 18, que solo acogerá una propuesta en las tablas de la calle San Prudencio. Será el broche para un evento que todavía tiene entradas y abonos a la venta para todas las citas.

Con ese esquema de lugares y horarios en la cabeza, el miércoles se echará a andar. Los primeros sonidos corresponderán al combo de la Escuela Luis Aramburu dirigido por Silvia San Miguel, y al contrabajista Fran Serrano, que presentará a su quinteto. Eso sucederá al mediodía, mientras que la tarde vendrá marcada por el guitarrista Miguel Salvador, que a finales del año pasado lanzó su último trabajo, Hamar urte geroago/Diez años después. Camino de la noche, el trompetista Itamar Borochov (ganador este año del mencionado Rising Stars Jazz Award) y Atlantic Bridge Jazz Project pondrán la guinda.

El jueves será un día señalado para unos cuantos aficionados. Se empezará en el Iradier con dos formaciones del conservatorio (Guridi Combo y Bernaola Jazz Quintet) junto a Daniel López de Pariza y su proyecto Dan In A Box. En el Principal unirán fuerzas Gonzalo del Val, Marco Mezquida, David Mengual y Benet Palet, es decir, un cuarteto de lujo. Y de nuevo en la plaza, harán de las suyas Pablo Martín Caminero -que por fin va a poder actuar en este festival con su música- y Thumbscrew, esa pequeña gran locura en la que conviven Mary Halvorson, Michael Formanek y Tomas Fujiwar.

El viernes, por su parte, arrancará con dos formaciones procedentes del Conservatorio Superior de Música de Navarra y el singular septeto SPA. Perico Sambeat, Javier Colina y Marc Miralta protagonizarán un encuentro de imprescindibles por la tarde, paso previo a que Kathrine Windfeld pueda, aunque sea con un año de retraso, cumplir con la capital alavesa dentro de una doble sesión que también estará protagonizada por Moisés Sánchez, que estará acompañado por nombres como los de Cristina Mora y Borja Barrueta.

Se llegará así a un sábado, como mínimo, singular. Al mediodía, el festival va a proponer un cruce de caminos vocales, y bastante poperos, entre Cataluña y Madrid que estará protagonizado por The Sey Sisters y Dora (hija de Bimba Bosé). En un día de fuertes contrastes, el abanico de la exploración se abrirá al máximo con Lucía Martínez y su proyecto berlinés The Fearless. Por si faltaba algo, el tramo final de la jornada será para dos bateristas muy diferentes entre sí: Anne Paceo -que este año ha lanzado Circles Live aunque se anuncia nuevo disco para dentro de no mucho- y Antonio Sánchez, que volverá a Vitoria con una formación especial con la que está haciendo una breve pero intensa gira por Europa.

De todas formas, ahí no terminará el festival, que tendrá su último concierto el domingo 18. Tal vez haya quedado un poco extraño o descolgado este evento, pero también hay que entender que las circunstancias son las que son. Con todo, a media tarde y en el Principal, con el público se encontrará el saxofonista polaco Maciej Obara, que es otro de esos artistas que se vio perjudicado por la aparición de la pandemia tras haber publicado en 2019 su último disco, Three Crowns. De su mano, tocará bajar el telón y empezar a pensar en un 2022 en el que todo el mundo está dando por supuesto que los eventos de este tipo podrán recuperar su forma anterior al covid, aunque igual sería bueno no echar las campanas al vuelo demasiado pronto. La incertidumbre sigue siendo la constante. Y ante ella, hay que seguir trabajando y, por supuesto, improvisando.

La plaza acogerá tanto los conciertos de mediodía como los que por la tarde cerrarán cada jornada, a excepción del domingo

Más allá de la pandemia y de lo que condiciona tanto el cartel como la estructura del evento, el hecho de que la cita se lleve a cabo ya es reseñable