El reencuentro del Azkena Rock Festival con Mendizabala tendrá que esperar hasta junio de 2022, pero el certamen no quiere que este año pase en balde y por eso ha organizado un amplio programa de conciertos en el Iradier Arena para otoño. Todo suma ante una situación muy complicada por los efectos de la pandemia. "El sector está en un momento muy difícil" cuyas consecuencias seguirán en el futuro, como admite Alfonso Santiago. Aún así, el CEO de Last Tour ni puede ni quiere perder el carácter positivo que siempre le caracteriza.

En 2020 no quedó más remedio que hacer una versión virtual del Azkena Rock con la llamada Sofa Edition. En este 2021, por lo menos, se va a poder recuperar la presencia del público en la edición especial que entre septiembre y octubre se va a realizar en el Iradier. No es lo mismo que un festival normal pero por lo menos parece que se van dando pasos, ¿no?

-El año pasado estábamos en un contexto bastante complicado. Era muy complejo juntar gente. Así que el esfuerzo fue principalmente online. Ahora parece que el contexto va mejorando y hemos querido aprovechar la oportunidad para no dejar de trabajar el directo, que es donde está el secreto y la magia de la música.

Tal vez lo más fácil hubiera sido optar por montar un par de conciertos en un fin de semana, pero se ha apostado por hacer diez días de música con 21 grupos.

-Pero en proporción al festival seguimos haciendo algo mucho más pequeño. Nos pareció una medida lógica y razonable. Si puedes hacer más de dos, no hay razones para no llevarlos a cabo. Después de todo este tiempo sin hacer cosas, poder hacer diez días de conciertos no es nada exagerado. Ni mucho menos.

La situación es complicada para todos, para la ciudadanía, instituciones, empresas y demás. ¿Cómo lo están viviendo en Last Tour? ¿Qué complicado es mirar hacia el futuro, no? Es usted siempre una persona positiva, pero el contexto es complicado.

-Sí, siempre soy positivo. Pero aplico el realismo y, por supuesto, veo lo que está pasando. La verdad es que está todo muy complicado, máxime en un sector como el nuestro. Muchos sectores dicen: hemos perdido un 7, un 8 o un 25% de la facturación. Nuestro sector ha perdido prácticamente el 90%. Nos es muy complicado trabajar, proyectar nada. Estamos todo el día totalmente supeditados a los aforos, a las normativas, a la legalidad de cada momento. El problema que tenemos en la música es que se suele programar como mínimo a un año vista y claro, vemos nuestra actividad muy afectada. Además, ya no es una cuestión del 20 y de lo que viene del 21, sino que todo esto va a afectar a lo que pueda suceder en el 22. Es un sector que está en una situación muy compleja y difícil.

Que la cultura se puede llevar a cabo, el sector lo está demostrando cada día. Pero su actividad también depende de las decisiones de las administraciones públicas. ¿Cree que están a la altura con respecto al sector cultural? Es que a veces da la impresión de que la cultura quiere y hace, pero no siempre puede.

-España siempre ha sido un país especialmente duro para entender las industrias culturales. En la Europa occidental, es de los últimos países, en despertar hacia ellas. No ha habido grandes sorpresas en ese sentido. Ya sabemos dónde vivimos. Nos cuesta a veces mucho hacernos entender, pero también es verdad que vamos avanzando y evolucionando todos, lo mismo las instituciones que los privados. Todos tenemos que mejorar y evolucionar. Después del turismo, las industrias culturales se están entendiendo como un sector que se atisba, por los crecimientos y las propias estrategias europeas, como un área productiva que tiene que crecer en el PIB por encima del 4 y del 5% en la mayor parte de los países. Eso entronca muchas veces con la gestión pública, con la forma de entender la cultura desde el ámbito público, que es el que financia muchas cosas. Esta gran crisis principalmente al que más está afectando es al privado, que se queda sin actividad. Ahí se ha generado un problema a trabajar en los próximos años, que es la forma de entender la incentivación del crecimiento y el desarrollo de esas industrias culturales que tienen que generar mucho más al PIB, y la forma de gestionar los capitales públicos. Es decir, que esa relación es mejorable, que se puede trabajar para que cuando ahora las industrias culturales nos hemos visto enormemente afectadas, nos demos cuenta todos que las consecuencias va a costar años recuperarlas. Se va a perder mucho tejido profesional y vamos a tener por delante un trabajo arduo y difícil para recuperar todo eso. La forma que tiene de entender la administración todo este tipo de cosas se traduce en lanzar incentivos al mercado, e igual lo que hay que hacer es estudiar más los verdaderos problemas de las empresas y evitar que se pierda tejido, que luego cuesta mucho recuperar.

Lo que es evidente es que van a desaparecer muchas bandas, salas de conciertos, festivales, personal técnico y demás. ¿Le preocupa el panorama que puede quedar después de todo esto?

-Sí, sí. Creo que va a haber un problema en la vuelta por esa pérdida de profesionales. Las industrias culturales no son lo suficientemente fuertes como para proteger a sus profesionales. En nuestro sector, muchos profesionales están optando por otras vías. Conocemos muchos aquí que han optado por otro tipo de carrera o de ámbito profesional en el que desarrollarse. Era un sector que venía creciendo, que tenía una gran proyección según todas las estadísticas, pero vamos a ver cómo afecta esta pérdida de profesionales. En el 22, 23 y 24 vamos a tener que paliar muchas cosas y habrá que ver cómo incorporamos a profesionales, cómo trabajamos para recuperar parte de todo ello. Es preocupante la vuelta. Además, no hay que perder de vista que lo que han hecho principalmente los agentes afectados es reprogramar lo que no se pudo hacer en el 20 al 21, y lo que no se está pudiendo hacer ahora para el 22. Eso se está juntando con lo nuevo que aparece, que quiere salir, que quiere hacer camino. Eso está dibujando una agenda para 2022-2023 que es de vértigo.

Ni el Azkena Rock ni el BBK Live se van a poder producir ahora, pero es de esperar que en otoño sí se pueda llevar a cabo el BIME, además en un contexto mejor con respecto a la pandemia. Con esta propuesta está Last Tour también dando un salto hacia Latinoamérica. ¿La promotora quiere crecer por ahí?

-Sí. Llevamos ya un tiempo trabajando en diferentes países. Y hace como un año y pico abrimos en Buenos Aires (Argentina) una discográfica (Yuukii) que tenemos con socios allí. Durante toda esta pandemia, lo que hemos hecho es trabajar en proyectos, en desarrollos, en crecer, en avanzar, en evolucionar, y una consecuencia de todo ello es esa, el meternos mucho más de lleno en América Latina y en Portugal. La internacionalización es uno de los ejes que más hemos trabajado durante todo este año. Así que haremos el BIME para América en Colombia y a partir de ahí seguiremos, porque estamos ya moviendo muchas giras en esos mercados. Hay un crecimiento muy fuerte en torno al castellano. Son casi 600 millones de personas en el mundo las que trabajan en este idioma. Toda la industria del entretenimiento y del ocio principalmente siempre ha estado movida por los mismos, es decir, por las grandes empresas norteamericanas. Y esas firmas ahora se están volcando con el castellano. De hecho, estamos empezando a ver cómo los contenidos en castellano están empezando a tener una fuerza muy alta en la industria. En la música hoy tienes que entre los 30 más escuchados en el mundo hay diez artistas latinos cantando en castellano, que era algo impensable hace no tanto tiempo.

Volviendo a Vitoria, al Azkena Rock, y mirando a 2022. ¿Parece inimaginable que no se pueda hacer?

-Nosotros estamos igual. El Azkena Rock de 2022 tiene que pasar, creo que va a pasar y solo puede pasar. Pero la verdad es que en este año y medio todo lo que ha pasado nos ha sorprendido a todos de manera mayúscula. El año pasado, cuando todo sucedió en marzo, pensamos que para junio estaría arreglado o casi. Creo que es algo que estaba en el pensamiento de muchos, que aquello no iba a durar tanto tiempo. Pero llegó junio y fue imposible. Eso sí, con más ilusión y con más motivación, dijimos: venga, 2021, vamos a por ello y fuertes. Pero lo cierto es que aquí estamos doce meses después, sin poder hacer el Azkena. Soy positivo y creo que se empieza a ver ya la luz, pero, ya sabes, hasta que no esté el pollo en la cazuela, no cocinamos (risas). Vamos a trabajar para hacer un grandísimo Azkena 2022. De hecho, sobre la mesa hay muchísimas cosas planteadas para hacer una edición potente, potente. Pero es verdad que tenemos nuestras reservas, aunque sean muy pequeñitas.

Pero tiene que ser muy complicado, no solo desde un punto de vista económico sino también mental, hacer tanto trabajo sin saber que eso va a dar sus frutos.

-Posiblemente lo peor de todo este año y medio es lo mental. Lo económico es una catástrofe, pero es una catástrofe que puedes intentar gestionar desde una perspectiva financiera. Pero no puedes perder de vista lo que ha supuesto para la gente este parón, la pérdida de actividad, el hecho de enfrentarse a poder vivir con las condiciones del momento, y la frustración de estar todo el día anunciando y aplazando o cancelando. Son muchas las cosas que se suman. Nosotros creo que el año pasado aplazamos trescientos y pico conciertos. Algunos los hemos aplazado hasta cuatro veces, hasta cancelarlos definitivamente. Todo eso es muy frustrante. A nivel mental sigue siendo uno de los grandes retos, cómo trabajamos para que todos esos profesionales no caigan en depresiones y en crisis. Es muy frustrante trabajar sobre el vacío, trabajar todos los días sin saber cuál es el marco legal. Me preocupa mucho más esa faceta de la salud, del deterioro de las empresas, de los equipos y ese tipo de cosas. En sectores como el nuestro, estamos viviendo cosas en este sentido especialmente duras.

¿Se ha ido a algún concierto en estos meses a estar como público, a estar sentado, viendo un concierto tranquilo?

-No. Sí he estado viendo entre bambalinas. Pero no he estado entre el público. Esto es una cuestión personal, pero sí me da la sensación de que la experiencia de un concierto se queda un poco incompleta. Lo veo también con muchos artistas. Hay que hacerlo, es el formato que tenemos ahora, es necesario y hay que defenderlo porque hay que trabajar y retomar la actividad. Pero sí es cierto que se ha visto que es un tanto incompleto. Ha pasado con el streaming. Al principio, todo era maravilloso pero al final la gente ha acabado hasta el gorro. Se ha demostrado que el streaming no es un sustitutivo, aunque sí pueda ser un complemento. Con el actual modelo de conciertos pasa algo parecido. El directo como lo conocíamos es una de las experiencias más bonitas, intensas y fuertes que puedes vivir. Confío en que no tardemos mucho en recuperarlo. Y seguramente cuando lo recuperemos, lo vamos a disfrutar a lo grande y vamos a apreciar lo que habíamos perdido.

"El directo como lo conocíamos es una de las experiencias más bonitas, intensas y fuertes que puedes vivir. Confío en recuperarlo pronto"

"Muchos sectores dicen: hemos perdido un 7, un 8 o un 25% de la facturación. Nuestro sector ha perdido prácticamente el 90%"

"Entre lo que se está reprogramando y lo nuevo que está apareciendo, se está dibujando una agenda para 2022-2023 que es de vértigo"