A pesar de ser una de las zonas más concurridas de la ciudad, el paseo de muchos vitorianos por la calle Postas sigue su itinerario habitual. De todas formas, los hay que tuercen la vista para contemplar el Romancero Gitano de Federico García Lorca con ilustraciones de Rafael Alberti, novelas de bolsillo de clásicos de Hemingway o Barbara Wood, y recopilaciones de poemas de Quevedo que se sitúan a apenas unos metros. Obras que se solapan una con otra para conformar una exquisita colección de literatura e historia sobre cada uno de los puestos de la Feria del Libro Antiguo y Viejo que acoge la capital alavesa desde el pasado 25 de junio. Ahora, ya entrada la última semana, la esperanza de que una mirada impulsada por la curiosidad entre los viandantes derive en encontrar algún clásico aferrado a la infancia de unos, o la familiaridad de algunos nombres entre los autores para otros es palpable durante cada jornada.

Y es que cada día es diferente. Las distintas temáticas de los facsímiles que la librería y editorial Maxtor trasladan desde Valladolid ofrecen algo nuevo para cada paseante, sin importar su rango de edad, indica Sergio Pérez. A pesar del orgullo alavés palpable que recorre el corazón de la ciudad, los tomos más vendidos referencian la cultura proveniente de Castilla y León, que ofrecen una profundización en el arte y la prosa que nace de las tierras castellanas.

Pero el mercado dura 17 días. Un largo periodo para unos distintivos documentos que no atrapan con especial ahínco al público general, sino que busca su lugar en la biblioteca de coleccionistas o historiadores, “muchas veces como capricho”. Algo recurrente en el stand del comercio Eurolibro, donde apenas ninguna obra baja de los 1.000 euros. Como si de un museo se tratara, los documentos, escritos en idiomas ininteligibles a los ojos de los paseantes, se exponen de forma detallada. Eso sí, con sus pertinentes enganches y gomas para evitar cualquier percance en las delicadas hojas, a veces protagonizado por los propios consumidores. “Había una mujer que, aún con la goma puesta, seguía pasando las páginas y yo diciéndole Señora, señora, pare, lo hago yo”, recuerda, entre risas, el librero José Antonio Valladares. Se quedó en anécdota y unos leves daños en la esquina del Romancero Gitano, pero entre los facsímiles o las obras gráficas con grabados firmados por los autores dispuestos sobre el mantel se encuentran obras de un valor que pueden ascender hasta los 16.900 euros, como es el caso del Códice Áureo, cuyo daño podría ser irreparable.

No todos cuentan con los medios para un desembolso de tales dimensiones, por lo que en la feria también se pueden encontrar libros más asequibles para el público medio, como cientos de novelas con nombres más reconocibles como Truman Capote o Tom Wolfe. Aún así, con la vista puesta en el domingo 11 para poner punto y final al encuentro, éste está siendo un evento “flojo”. Así lo describe Txema Sandoval, responsable de esta reunión de múltiples libreros en la ciudad, quien, a pesar de las circunstancias, augura un esperanzador sprint final durante esta semana. Son muchos años dando forma a esta fiesta de la literatura en pleno centro de la capital, pero no consigue recibir una respuesta adecuada por gran parte de los transeúntes. “En anteriores años había quien se arrimaba a la pared (contraria) al pasar por los puestos”, exclama, “como si al pasar cerca de los libros, estos saltarían encima de los visitantes y se verían obligados a comprarlos”, añade. Una actitud que no siempre ha sido así, rememora, siendo Gasteiz una de las ciudades donde, por ejemplo, más enciclopedias se vendían. “No hay ninguna casa sin una”, bromea. Aún así, muestra su preocupación al comparar la iniciativa de los alaveses de embarcarse en un viaje entre las hojas de una obra literaria con otras comunidades autónomas. “En Valencia todo el mundo va con un libro en la mano”, asegura. O los más cercanos donostiarras, “que cogen un libro y se van a la playa a leer”.

Diferentes temáticas en diferentes formatos para diferentes tipos de personas. Un mercado de lectores potenciales tan amplio como el centro de la capital del País Vasco, con caras nuevas ojeando las ofertas de los comerciantes cada minuto, se traduce en un frío pero finalmente rentable proyecto para los libreros que acercan obras de todo las materias a los ciudadanos, pero no consiguen conectar su pasión de forma efectiva con todos ellos.

Txema Sandoval, responsable del evento, recalca que “en Vitoria se lee poco, sobre todo comparado con otras ciudades”

Las variadas temáticas que ofrecen los libros acaban encontrando su público especializado, asegura el librero Sergio Pérez

“Las obras que tenemos en la librería Eurolibro se suelen vender como capricho de coleccionista”, explica José Antonio Valladares