- Tras la gran acogida de Tratado de hortografía (Una novela sobre el Rock Radikal Vasco), el escritor Patxi Irurzun (Pamplona, 1969) presenta ahora su segunda entrega, Chucherías Herodes (Guía turística de Jamerdana). El rock radikal vasco hace hueco al trap en este nuevo diario, que resume los primeros meses de su ficticio protagonista en este pandémico 2021: conflictos con sus hijos, precariedad laboral, temor a enamorarse... Y mucho humor, de ese que es ya habitual en Patxi Irurzun.

“Esto es mucho más que una novela sobre el rock radikal vasco”, avisa su nuevo libro en portada. Y de hecho, se presenta como un retrato generacional de aquellos jóvenes de los 80, que hoy día lidian con eso de ser padres y madres.

-Sí, sin pretenderlo, las relaciones intergeneracionales se han convertido en el tema más importante. Es la relación de un padre con sus hijos, que aparece como un viaje de ida y vuelta entre lo que era la propia adolescencia del protagonista, cuando él estaba contra el mundo y contra sus padres, hasta que se convierte él en ese mundo y en esos padres. En esta novela, él acepta que su tiempo ha pasado, que el rock radikal vasco, que era su vida, ha perdido esa función subversiva, y se da cuenta de que es el momento de sus hijos y se empieza a interesar por su música y por el trap. Y eso le sirve para, a su vez, rejuvenecer. La adolescencia siempre es un desencuentro entre padres e hijos, es natural, pero a veces, al cabo de los años, los hijos se dan cuenta de que hay cosas que tenían que haber hablado con sus padres, que echan de menos... Y me he preguntado a mí mismo si no estaré escribiendo estos libros de alguna manera para que mis propios hijos, cuando sean mayores, encuentren respuestas a las preguntas que en su día no quisieron hacer.

El protagonista es un padre que, dados sus escasos ingresos económicos, se tiene que buscar la vida mediante cómicos recursos. ¿La precariedad laboral no entiende de generaciones?

-Eso vuelve a lo anterior, porque hay una situación muy similar a la época en la que fui joven, en los 80 o 90, que había unos índices de paro altísimos, a la época actual. Parece que todo sigue igual. La precariedad es algo crónico y está muy presente en el libro y se refleja en esas maneras un poco rocambolescas e incluso cómicas, que el personaje tiene que salir a ganarse la vida: ponerse su traje de Spiderman y salir a la calle, y luego participar en La Escalera, un concurso de la tele, que era un mundo que me atraía.

¿Por qué?

-Suelo tener el programa puesto y me llama la atención el por qué la gente se presenta a un concurso, qué hay detrás, empiezo a imaginar historias... Me inspiro en todo eso. También, por otra parte, está todo el mundo de la televisión, que entronca con estas dos vidas paralelas que tenemos ahora: la vida real y la vida virtual. Es la sociedad del espectáculo y del simulacro.

Esta novela también aborda el miedo a enamorarse o a iniciar relaciones a ciertas alturas de la vida...

-Sí, era algo que el personaje había desechado de su vida. Él sólo había tenido una relación con la que fue su mujer, que murió y a la que todavía seguía recordando, y no se planteaba volver a compartir su vida con nadie. Y como suele pasar, que el amor llega cuando uno no lo espera, en esta novela le llega y tiene todos esos miedos y dudas de cómo será enamorarse cuando ya eres un cincuentón.

La época de los 80 sigue presente musicalmente en esta entrega, con referencias a bandas como Eskorbuto, Tijuana in Blue, Barricada... Y en este choque generacional que recoge la novela, ¿el rock radikal vasco es algo ‘boomer -expresión que se utiliza para burlarse de tópicos de la generación ‘baby boom- ?

-(Risas). Sí, sí, yo creo que sí. Pero tiene su lógica también, porque en realidad es una música que, ¿cuánto tiene? 30 o 40 años... Y que realmente ha ejercido por aquí, en Euskal Herria, un papel un poco hegemónico en el sentido de que tú ibas a las txosnas y sólo se oía esa música y al final eso también actuaba un poco de tapón para otras expresiones culturales. En el caso del trap o el reguetón, se miraban con desconfianza... Y al final ha habido que dejar paso. El personaje se da cuenta de que en realidad el rock radikal vasco ya no es lo que era y, desde luego, ya no es un elemento que sirva para asustar a nadie, ni es subversivo ni nada.

Acerca del trap, ¿qué le parece?

-Me acerco a él un poco como el protagonista del libro. Al principio tenía desconfianza, por ignorancia, pero te das cuenta de que al final los jóvenes son los que tienen razón que, aunque se equivoquen, son la vanguardia. Cuando hablo de trap es una manera de englobar todo, porque tiene sus ramificaciones, pero sí que el trap tiene esa actitud que tenía el rock radikal en sus inicios: rompedora, de confrontación, generadora de debates... Y el hecho de que el trap suscite esos recelos y esas críticas entre los pollaviejas como nosotros, en realidad es positivo. Quiero decir, te das cuenta de que vienen dando patadas en el culo, pero es que igual nos las merecíamos. Y eso es una actitud que en grupos como Chill Mafia, que se mencionan en el libro, está muy presente.

Junto a Chill Mafia también aparece otro artista de trap, Ben Yart. Y después de que en el libro reflexione sobre la rabia que daba que sonase En blanco y negro o Mierda de ciudad en verbenas y en los 40. ¿qué pensarán ellos de salir en la novela de un pollavieja?

-(Risas). Pues mira... Cuando escribí este libro, todavía era un colectivo emergente, no era muy conocido, tenía ese halo de underground... y me venía muy bien para el libro. Claro, de repente dieron el pelotazo y me fastidiaron un poco la historia (risas). Pero ahí están. Respecto a la reacción que pueden tener, primero habrá que ver si lo leen o si les llega, pero sí que me genera un poco de inquietud... No sé, puede ser que arremetan contra mí, que me parecerá bien, pero en el libro los he tratado bien. Así que a ver.

Una de las novedades de esta entrega es que incluye códigos QR, que al escanearlos, redirigen al lector a información, vídeos y canciones.

-Sí, me ha pasado con otros libros que igual manejas material o información que has tenido, las incluyes en el libro y luego la gente no sabe de dónde viene. Los QR son un apoyo muy bueno para completar todas esas referencias que se hacen en el libro. Y no sólo a canciones, hay otros que son de información real de la que yo tomo datos y son un making of de cómo lo convierto en literario. Por ejemplo, está el bar Tut de Pamplona, que era como el centro neurálgico del punk, y en el libro se convierte en el Puch. Entonces aparece un QR en el que aparecen Tijuana in Blue hablando del Tut. O Katakrak, que en el libro se convierte en Patapum y entonces aparece un QR hablando del desalojo del gaztetxe.

Y si como dice la novela, los periódicos son cada vez más delgados y de los libros tampoco se puede vivir, ¿qué le queda a un juntaletras?

-En realidad los juntaletras siempre hemos vivido en el alambre, pero ahora con esta época de cambios y de transformación en la prensa, la literatura... Uno siente ese vértigo. Son factores externos importantes, pero el hecho intrínseco de escribir no es un algo que te sale, lo necesitas y lo vas a seguir haciendo. A veces sí que me pregunto: ¿dentro de diez años, qué va a pasar? Igual estás escribiendo libros que no interesan a nadie, que no tienen una salida... pero sí que tengo claro que seguiré haciéndolos.

Chucherías Herodes (Pamiela). El protagonista, el cantante del grupo de punk ochentero Los Tampones, sobrevive al pandémico 2021 grabando una versión trap de su única canción de éxito, o participando en un concurso televisivo. Sus peripecias son un retrato generacional de quienes tenían quince años en los 80 y que aborda temas como las relaciones intergeneracionales, la precariedad laboral o el amor en la edad madura. Además, como bonus track, el libro incluye tres relatos.

“Me pregunto si no escribo estos libros para que cuando mis hijos sean mayores, encuentren respuestas a las preguntas que no quisieron hacer”

“El rock radikal vasco ya no es lo que era y desde luego ya no es un elemento que sirva para asustar a nadie, ni es subversivo ni nada”