El bosque que rodea al hotel restaurante Arcos de Quejana -un imponente palacio del siglo XVII, mandado edificar por el canciller Pedro López de Ayala para su hijo bastardo, en las inmediaciones del propio Conjunto Monumental que conforma el solar de los Ayala- va a ver inaugurar mañana el proyecto pictórico La robleda de los sueñosque, aunque culminado el pasado verano, no había podido presentarse en sociedad como merece, a consecuencia de la pandemia.

Lo hará por todo lo alto, además, ya que se espera la presencia de las diputadas alavesas de Cultura y Turismo, Ana del Val y Cristina González; la de los directores de Basquetour y de Turismo y Hostelería del Gobierno Vasco, Daniel Solana y Goyo Zurro; así como la del presidente de Slow Food Araba, Alberto López de Ipiña; y la de alcaldes de la comarca de Aiaraldea tales como Itxiar Biguri de Orduña, Joseba Vivanco de Artziniega o Gentza Alamillo del propio Ayala; además de los 25 pintores y las 25 asociaciones benéficas participantes en el proyecto.

A partir del sábado, todo el que lo desee va a poder verlo mediante visita guiada y con aforo limitado, llamando al teléfono del hotel-restaurante para reservar su plaza. De julio en adelante, las visitas también se harán por la noche. El porqué merecerá la pena acercarse hasta esta pequeña localidad ayalesa para conocer este nuevo reclamo turístico lo explicarán en sus intervenciones de mañana la propia diputada de Turismo y el alcalde local, junto al escultor Xabier Santxotena, el crítico de arte Massimiliano Tonelli, el pintor José María Pinto, el etnógrafo Iñaki García Uribe y, por supuesto, el promotor y la comisaria de La robleda de los sueños, Ángel San Mamed y Sonia García.

Sirva como adelanto que Arcos de Quejana -un hotel con encanto en un maravilloso entorno natural como es el del Valle de Ayala y un templo gastronómico en el que rendir culto a las delicias culinarias de Joseba Zuazo- no se había visto en una igual, desde que en 2015, y con motivo de su 20 aniversario, se dejó en manos de la artista Verónica Werckmeister intervenir en 19 árboles del citado robledal, mediante tejidos naturales y llenos de color, cada uno de los cuales estaba dedicado a difundir y dar a conocer la labor de las principales ONG de Euskadi.

Aquello fue el comienzo del conocido como bosque solidario, al que ahora se han sumado otros 25 robles, intervenidos por pintores de reconocido prestigio: José Luis Abajo Porrilló, Martín Ballesteros, Ramón Pérez, José Manuel Méndez Mendo, Ricardo Pérez Franco Richard, Teresa Ahedo, Juan Humaran, Justo San Felices, Leire Sainz de Aja, Carmen Mateos, Ana Schmidt, José Reyes Ramos, Jesús Susilla, Fernando Ureta, Guillermo Sedano, José Abel, Eduardo Alsasua, Teresa Lafragua, Pilar Álvarez, José Miguel Arranz, Jon Landa, Miren Manterola, Aitor Rentería, Leticia Gaspar y José María Pinto.

"Yo solo soy un soñador apasionado del arte que, viendo una película sobre Van Gogh, pensó que no estaría nada mal celebrar el 25 aniversario del hotel reuniendo a artistas de renombre que continuaran ampliando nuestro bosque solidario, de cara a recaudar fondos para 25 ONG", explica el promotor de la iniciativa y propietario del negocio hotelero, Ángel Sanmamed. Ahora las obras ya son una realidad. "Ha quedado realmente bonito, dejando aparte que se trata de algo único en el mundo y muy especial, pero las medallas hay que ponérselas a quienes se han encargado de coordinar todo; es decir, a mi mujer y a mi buen amigo y pintor de Artziniega, José María Pinto, que es el que ha logrado reunir a tamaño elenco de artistas", subraya.

Los agradecimientos no son baldíos, ya que los 25 artistas han trabajado de modo altruista. No obstante, han visto reflejada su obra en un original libro de arte en el que se ilustra el trabajo de los pintores en el bosque, sus sensaciones en el momento de pintar, su propia interpretación de su obra y cómo se germinó la idea; a la par que se describe el Valle de Ayala y Arcos de Quejana. "En él han intervenido José María Arenaza, catedrático de Historia, y Massimiliano Tonelli, crítico internacional de arte", apunta la comisaria de la exposición, Sonia González, que fue quien se encargó de acoger y facilitar el trabajo a los pintores, así como de coordinar la búsqueda y elección de las ONG a apadrinar en cada árbol pintado, contando con la ayuda altruista de la Fundación Mikel Uriarte.

Y es que cada uno de los árboles tiene a sus pies una placa identificativa de una ONG, aunando las dimensiones artística, medioambiental y solidaria de este bosque. Asociaciones y fundaciones que luchan por un mundo mejor, dedicadas a labores humanitarias, a la infancia, a la lucha contra enfermedades como el cáncer, la fibromialgia, la esclerosis múltiple, enfermedades mentales, discapacitados físicos y psíquicos, drogodependientes, personas en riesgo de exclusión social y un largo etcétera a las que, de esta manera, se les va a dar más visibilidad y se van a crear sinergias hacia ellas a través de patrocinadores y particulares. En definitiva, una exposición ecléctica al aire libre de una belleza misteriosa, "un bosque lleno de historias y personajes que se han asentado y harán su vida allí", según las evocadoras palabras de uno de los artistas, Justo San Felices.

Por lo que respecta a la intervención, cada artista ha tenido libertad absoluta para pintar el tronco del árbol que le ha correspondido, con el diseño, estilo y motivos que cada cual ha considerado. Eso sí, todos han tenido como limitaciones el no poder abarcar con su creación toda la circunferencia del árbol, ni que ésta alcanzase mayor altura de la que cada artista llegara de pie, "a fin de que la obra perdure el mayor tiempo posible", aclaran.

Asimismo, la intervención se ha llevado a cabo con materiales que no supusieran en ningún momento daño alguno para los árboles. Para ello, se pusieron en contacto con los responsables de la restauración llevada a cabo, en 2015 por la UPV, en el bosque pintado de Oma (la famosa obra de Agustín Ibarrola), y se decantaron por las mismas pinturas acrílicas empleadas por ellos. Asimismo, la técnica usada ha sido la de pintura directa sin imprimación, "aplicando un diseño no anular o dejando espacios intermedios, para que las células vivas del interior del tronco puedan respirar a través de la corteza", matizan.

Con todo, el bosque de Werckmeister y La robleda de los sueños no son el único reclamo artístico del hotel-restaurante Arcos de Quejana. Sus jardines albergan desde junio de 2011 un mural y una escultura de Xabier Santxotena y Teresa Lafragua, en memoria de las víctimas de Fukushima. El primero tiene 17,50 metros de largo por 2,10 de alto y está construido en cuatro cuerpos, sobre vigas de madera, que representan las fases del desastre que sobrevino al país asiático: civilización, progreso, naturaleza y caos. Por su parte, la escultura se denomina Flor de vida y representa una quinta y última fase.

Se trata de una obra de acero corten de seis metros de altura, con manantiales de agua que se iluminan por la noche, y que simboliza la esperanza del pueblo japonés por reponerse de la catástrofe, gracias al poder regenerativo del agua, tan presente en los jardines nipones. Asimismo, los muros del hotel están vestidos con obras pictóricas de artistas como Juan Echegoien; sin olvidar las exposiciones temporales, performances y clases magistrales que suelen organizar en este lugar que, desde este sábado, ofrece una nueva experiencia.