- El cineasta Montxo Armendariz reivindicó ayer el cine social frente a la “tendencia que prima el consumismo” y que “se preocupa cada vez menos por los contenidos y más por el resultado económico”, al tiempo que echó en falta cierta “empatía” en su profesión que participa cada vez más del “triunfo y el afán del individualista”.
El director la productora Puy Oria recibieron en San Sebastián el Premio del 18 Festival de Cine y Derechos Humanos de la capital guipuzcoana en su gala de clausura en el teatro Victoria Eugenia. Ambos comparecieron en rueda de prensa en el citado espacio. Armendariz apuntó que el cine tiene que “divertir”, pero también tiene que “dejar constancia de la realidad” y hacer que quienes lo vean puedan “ayudar a tener una sociedad mejor, más justa y más humanitaria”.
Oria, productora de filmes como La ley de la frontera o Profundo carmesí, entre otras, explicó que desde Oria Films, que ambos crearon en 1999 y con la que han producido las películas de Armendariz Obaba, No tengas miedo y Silencio roto, siempre han intentado hacer un cine “lo más personal y humano posible”, así como apoyar a jóvenes cineastas con el fin de “darles un impulso para que sigan haciendo un cine comprometido”.
En este sentido, destacó que hay muchos jóvenes dispuestos a hacer ese tipo de cine y esperó que este festival y este premio “les ayude a no echarse atrás”. Armendariz constató que, no sólo en el cine, sino en la sociedad, “cada vez se prima más el consumismo, lo que vende frente a lo que plantea preguntas” y así comentó que la gente “se preocupa cada vez menos por los contenidos y más por el resultado económico y el cine se ve perjudicado” por ello.
“Se prima el consumismo”, incidió, al tiempo que explicó que ahora, por ejemplo, para realizar un casting se pregunta a los actores y actrices por cuántos seguidores tienen en sus redes sociales, “importa poco si son buenos o malos intérpretes”. No obstante, aplaudió que existe “afortunadamente una minoría” que apuesta por un cine “más realista y social”. El cineasta también confesó echar en falta “una empatía, una relación entre la propia profesión”.