Las puertas del antiguo Depósito de Aguas están cerradas. Es el momento de que el artista gasteiztarra Alberto Lomas revise cada una de las partes que componen el todo que es Impossible traslations. Toca mantenimiento una vez por semana. La instalación tiene sus complejidades. Además, el flujo de gente desde la inauguración de la propuesta está siendo constante y numerosos, y es necesario no perder de vista ningún detalle para que todo se siga desarrollando igual hasta el próximo 9 de mayo. “Me alegro de que hace tres años, cuando presenté la idea a la convocatoria Proyectos Artísticos de Montehermoso, no saliese porque eso permitió que la propuesta evolucionase”, paso incluido por Kurdistán, donde se pudo ver por primera vez.

Con todo, el artista reconoce al instante que llevaba tiempo queriendo hacer algo en el Depósito. “Es un sitio con unas características muy concretas, que no son muy comunes a otros, que hacen que sea un lugar que o te come o te impulsa. Mucha gente me está diciendo que la localización le ha dado mucho a este proyecto. Bueno, te da mucho si lo abordas, si lo trabajas. En caso contrario, te machaca” describe el autor, aunque recuerda que “estoy acostumbrado a trabajar en sitios que no son convencionales”.

Agua que cae casi del techo en un espacio que estuvo lleno de agua para servir a una ciudad en la que hoy viven miles de personas que para llegar a Vitoria tuvieron que arriesgar su vida sobre el agua de un mar. Es uno de los juegos que plantea Lomas en un Impossible traslations lleno de ironía, de guiños, de significados, de palabras y, en definitiva, invitaciones a pensar sobre quienes arriesgan su vida para llegar a lugares en teoría más prósperos, aunque eso suponga acercarse al precipicio de la muerte. “Es curioso ver cómo la pandemia ofrece otra lectura”, sonríe el creador gasteiztarra. “Ahora se nos están aplicando a nosotros limitaciones de movilidad que, en realidad, hemos estado aplicando a otros durante años. Igual esto hace que seamos más conscientes de algunas cuestiones”. Puede ser.

Las paradojas de esta muestra, de todas formas, no paran de surgir a cada paso que se da por el Depósito. En una ciudad en la que, hasta 2020, se colocaba una alfombra naranja una vez al año para recibir a estrellas de la televisión, el artista sitúa una roja pensando en los migrantes, aunque en su caso no hay gente aplaudiendo y fotografiando, sino alambradas construidas a base de letras. “Son términos que aparecen en la legislación europea sobre los derechos de asilo que deberían tener quienes vienen”, explica Lomas, que reconoce que desde siempre ha tenido fijación con el uso de la palabra para el arte. “La gente escribe ahora más que nunca, lo que pasa es que lo hace de manera diferente. Hay un libro muy interesante, que yo he usado bastante como referencia, que es La escritura no creativa de Kenneth Goldsmith, que habla de la escritura en la era digital. No nos damos cuenta de que sí se está escribiendo mucho, lo que pasa es que se está haciendo en otros parámetros, con el móvil, en las redes, en las aplicaciones. El código está cambiando”, algo con lo que en la exposición también se juega de forma irónica.

Desde la apertura de la exposición -que también cuenta con el aporte en una de las piezas de la artista Amaia Vicente-, el flujo de público está siendo incesante. “Estoy gratamente sorprendido”, dice el artista, aunque recomienda que en algún momento se acuda al Depósito para estar casi solo. Se produce una sensación extraña porque hay una proyección constante de sombras que parece que caminan por el espacio “y ya ha habido alguno que se ha sentido inquieto porque veía las siluetas pero no a las personas”. Es otro juego posible. Como el sentir frío al acercarse a los nebulizadores que reparten agua casi de manera constante contra las lonas de palabras que se sujetan desde el techo. Recuerdan a esos difusores que se ponen en las terrazas frente a la costa “para que estemos tranquilamente mirando a ese mar en el que al mismo tiempo hay gente que la está palmando”.

Así, si quieren, lo podrán ver quienes hasta el 9 de mayo pasen por el espacio del centro cultural Montehermoso. O mejor dicho, lo podrán sentir. “Este proyecto también sirve para reclamar la fisicidad de la obra de arte, de la parte experiencial” que está más allá del uso de nuevas tecnologías, registros visuales y creaciones virtuales.

“Ahora se nos aplican limitaciones de movilidad que hemos aplicado a otros durante años”

“Este proyecto también sirve para reclamar la fisicidad de la obra de arte, de la parte experiencial”

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