- Bajar al infierno y vivir para contarlo. De eso sabe mucho Richard Cabral, actor de Mayans M.C. cuya vida, marcada por la violencia pandillera y la cárcel hasta que encontró su lugar en la actuación, podría formar parte perfectamente de esta cruda y salvaje serie sobre un club hispano de moteros. “No hay una píldora mágica para arreglar los traumas”, aseguró a Efe en una entrevista sobre la tercera temporada de Mayans M.C., que en Estados Unidos se estrenó ayer en el canal FX.

Concebida como serie derivada de Hijos de la anarquía (2008-2014), Mayans M.C. explora temas como la violencia, la camaradería, el narcotráfico, la pobreza y los dramas fronterizos desde la visceral perspectiva de un grupo de moteros. JD Pardo, Edward James Olmos, Clayton Cárdenas, Danny Pino y Sarah Bolger aparecen en esta producción televisiva con un reparto latino casi al cien por cien.

Conocido por otras series como American Crime (2015-2017), Cabral subrayó que las historias de Mayans M.C. provienen de un lugar de verdad y sin ocultar nada, algo que él practica en su propia vida: durante la conversación se veía al fondo un cuadro con su mono naranja de las cárceles de California en las que estuvo encerrado durante años.

¿Cómo fue crecer en un ambiente tan oscuro y difícil de violencia, pandillas y drogas?

-Es la realidad, es la realidad de la humanidad. Mi historia de sufrimiento, de pobreza, no es nada nuevo. No soy el único. Hay millones de personas que viven en comunidades con pocos ingresos, que sufren violencia, que sufren traumas. Yo crecí en una familia de Los Ángeles que ha estado involucrada en las pandillas desde los años 70 (...) Cuando niños inocentes nacen sin nada y en ciertas situaciones y ambientes, esto es lo que pasa. Mi madre era alcohólica, mi abuelo también. Vengo de una familia de trauma, de caos. Y esa fue mi vida: desde los 13 años a los 25 estuve encarcelado en California.

¿Qué encontró en la interpretación para salir de ese mundo?

-Cuando miras a Hollywood, las películas y la televisión, piensas que es increíble y que hay poder ahí. No fue hasta que salí de prisión cuando tenía 25 años que se me dio la oportunidad de estar en un set profesional. Esa fue mi convicción: que podía estar ahí. Pero luego empecé a darme cuenta de que convertirme en actor era registrar todo lo que me había pasado y ser capaz de expresarlo de una manera positiva para llevar mi interpretación a otro nivel.

Muchas cosas por las que pasó aparecen reflejadas, por medio de la ficción, en ‘Mayans M.C.’.

-Creo que mucha gente ha intentado contar estas historias de un modo incorrecto. No lo cuentan desde un lugar positivo (...) No hay verdad ahí, no hay humanidad. Así que poder contarlas de un modo honesto es algo hermoso. Creo que es mi obligación y que Dios me hizo padecer lo que tuve que padecer para contar estas historias de la manera correcta (...)

En el primer episodio, Coco aparece muy inestable y con problemas con las drogas.

-El asesinato de mi madre, que sucede en la primera temporada, regresa finalmente. Estas cosas traumáticas que pasan en nuestras vidas nunca se van del todo. La sociedad quiere hacernos pensar que se van, pero nunca lo hacen realmente. Coco no ha tratado sus traumas (...): ir a la guerra, crecer en la pobreza, que su madre fuera una adicta a la heroína... Todas esas cosas se han amontonado (...) y ahora Coco necesita realmente enfrentar sus demonios.

Resulta curioso que los personajes de ‘Mayans M.C.’ sean muy machos y aparenten ser poderosos, pero en verdad son muy débiles para afrontar sus problemas personales y de salud mental.

-Así es como la gente real lidia con el trauma, esto es lo que sucede. Es feo, duele, pero esa es la forma real de hacerlo. Creo que mucha gente escoge no lidiar con el trauma porque es difícil. Es más fácil tomarte una pastilla, tomar medicamentos, beber alcohol, consumir drogas... Es más fácil, ¿verdad? Es realmente difícil mirar a tu trauma y enfrentarlo. Todo el mundo quiere pensar que hay una píldora mágica para arreglar los traumas, pero no es así. Yo llevo trece años fuera de la cárcel y todavía hay cosas con las que tengo que lidiar.