- La escritora y periodista de Llodio, Txani Rodríguez, está “feliz” y no es para menos. De hecho, su cuarta novela, Los últimos románticos -que llegó a las librerías el pasado mes de junio, de mano de la editorial Seix Barral- va a ser llevada al cine y, en principio, con garantías de éxito. De hecho, las productoras interesadas en la compra de los derechos de adaptación a la pantalla son nada más y nada menos que la vasca Irusoin y la andaluza La Claqueta quienes, junto con Moriarti Produkzioak y la francesa Manny Films, ya formaron equipo para producir La trinchera infinita, la película con la que Aitor Arregi, Jon Garaño y José Mari Goenaga están camino de los Oscar. Asimismo, esta alianza regional de producción también está detrás de la miniserie documental El Estado contra Pablo Ibar, presentada en el Zinemaldia y adquirida para su distribución por HBO.

La historia por la que apuestan ahora, la creada por la laudioarra Txani Rodríguez, es un drama vital sobre los giros con los que la vida a veces brinda una segunda oportunidad, a través de una nueva protagonista femenina: Irune. Una empleada de una fábrica de papel, insegura, algo maniática e hipocondríaca, cuya vida transcurre entre su casa y el trabajo, en un pueblo industrial cerca de Bilbao, que es capaz de enfrentarse al mundo cuando cree que debe hacerlo y que intenta vivir de acuerdo con unos valores que la sociedad parece haber olvidado.

Su círculo se reduce a los compañeros de trabajo, la vecina y un operador de Renfe al que llama furtivamente para consultar horarios de trenes que nunca llega a tomar. Sin embargo, cuando surge un conflicto en la fábrica, sin saber muy bien cómo, Irune acaba viéndose involucrada. A partir de ahí, su vida da un giro inesperado y ante ella aparece la oportunidad que, sin saberlo, estaba esperando.

En definitiva, un relato entrañable sobre los sueños que nos mueven a actuar y el valor de lo verdaderamente importante, y que remueve por dentro, porque toca con mordaz sutileza tanto el respeto al medioambiente como la perdida de aquellos viejos valores que trocaban en familia unida cualquier comunidad, para dar paso a un individualismo atroz y un sálvese quien pueda, en el que un espíritu antiguo reúne fuerzas para romper cadenas y tomar ese tren mil veces aplazado hacia la estación donde los sueños pueden hacerse realidad. El guión, desde luego, está servido.