- Como muchos otros actores pagó el peaje paterno que exigían en su casa para ser actriz, estudiar. Acabó Puericultura, se matriculó en Informática y dejó esto último en suspenso con dos asignaturas de quinto. Es divertida y resultar refrescante hablar con ella y no nombrar en ningún momento coronavirus, covid o pandemia. Es una mujer muy inquieta que le gusta experimentar, lo hace en el teatro, principalmente con su productora, pero lleva trece años dando vida a Nines, un personaje que siempre pone la nota ácida. Está dispuesta a seguir en la comunidad de vecina mostrando el lado oscuro del personaje.
Un personaje curioso el de Nines Chacón en ‘La que se avecina’.
—Tú lo estás diciendo. A mí también me lo parece. Parece que no está en la historia, pero siempre está. Además, siempre tiene un punto de vista también muy curioso. ¿Negativo? Yo no lo diría así, pero es cierto que ella es una borde. Ella lo que hace es decir lo que le parecen las cosas, nada más.
Tiene pinta de mosca cojonera.
—Eso sí. Digamos que es eso, una mosca cojonera total. Pero Nines no se ve así, ella piensa que los demás están ahí para tocarle los cataplines, que no la dejan tranquila y que nada de lo que le proponen los demás le interesa en absoluto.
¿Son capaces de grabar las escenas de ‘La que se avecina’ sin partirse de la risa?
—Sí, todos. Yo vengo del mundo del teatro y a mí me pasa cualquier cosa durante la secuencia y no paro. Salgo poco en las tomas falsas porque sigo y sigo. Se me tiene que caer un cacho de plató en la cabeza para que yo pare una secuencia. Estoy muy acostumbrada al escenario y ese es un lugar en el que no puedes parar o reírte. No me cuesta seguir el guión sin partirme de la risa.
A usted la escuchamos hablar en tono neutro y con acento andaluz. ¿Le cuesta a una sevillana dejar de lado su acento?
—No. Mira, durante muchos años he estado practicando el tono neutro y llevo muchos años fuera de Sevilla, prácticamente desde el 92 no he vivido en mi ciudad. Y cuando en mi propia ciudad me empezaron a preguntar de dónde era y fue cuando me dediqué a recuperar mi acento. Sí que lo doy un toque de mi acento andaluz. En la última producción que he hecho, ¡Ay, Carmela!, decidí hacer el personaje en andaluz y me costó. ¡Tiene cojones! A la mina se me iba a ese tono neutro.
Tiene suerte, puede elegir.
—Sí. Antes no lo pensaba, pero ahora sí y digo: Esto lo voy a hacer en neutro. Esto lo voy a hacer en andaluz. Según el texto, ¡Ay, Carmela! es de Granada. Pues intento que el acento sea granadino.
Una actriz muy de teatro…
—Llevo en el escenario muchos años, pero mi primera nómina es del 92. He hecho muchas producciones teatrales. Tengo también mi propia productora, escribo, dirijo y tengo una banda de rock. Digamos que no solo soy actriz, me gusta la creación en general. Me gusta crear, pero siempre que tenga que ver con las artes escénicas. No me pongas a mí a pintar un cuadro, entonces soy la peor.
Pero le da a casi todo lo demás.
—Sí. Cantar, actuar, escribir dirigir y todo lo que está relacionado con un plató o un escenario, me gusta mucho. Ahora estoy desde hace año y medio con el piano y también estoy muy enrollá.
Es usted muy activa y se mueve mucho en el teatro, cantando… Sorprende que tenga paciencia para llevar trece años en la misma serie.
—La verdad es que sí. No se me ha hecho largo, de momento. La que se avecina me ha dado muchas cosas. Es un registro totalmente diferente a lo que hago habitualmente. Ya hice televisión hace muchos años y con este proyecto he aprendido mucho. Te da mucha popularidad. Aunque en el sector teatral soy bastante conocida a nivel nacional e internacional, pero la tele te da un tipo de popularidad extra que para según qué tipo de proyectos siempre viene bien. Es cierto, que no suelo trabajar con obras fuera de mi productora, pero cuando lo he hecho, la tele me ha venido muy bien.
Un imán para los espectadores.
—Yo hubiera hecho la función igual de bien, por descontado; que esté en la tele les viene bien a los productores que te contratan, por descontado. Es como lo de The hole. ¿Lo haría igual de bien siendo desconocida? Por supuesto. Pero sería la cover de la estrella. En este caso, soy la estrella.
Suena bien eso de ser la estrella, ¿no?
—Ja, ja, ja… He utilizado esa palabra para explicar una situación. Entiéndeme. El ego lo tengo bien colocado, muy en su sitio. Me interesa poco el concepto de estrella.
¿Qué tiene ‘La que se avecina’ para que lleve tanto tiempo en emisión y no se desgaste?
—Pues eso digo yo. Si lo supiéramos todo el mundo haríamos una serie igual. Sumaríamos dos y dos, cuatro, y nos lanzaríamos a hacer lo mismo. Supongo que la gente se ha ido habituando a los personajes, a las tramas tan bestias. Estos vecinos son el lado oscuro que todo el mundo tiene, pero que no puedes ejercer. No te puedes cargar a tu vecino porque vas a la cárcel.
A veces dan ganas.
—Ja, ja, ja… Es posible. Y en La que se avecina hemos matado a gente a veces. Es como la Nines, mi personaje, es una borde de tomo y lomo. No caería bien en la vida y, sin embargo, como es un personaje va diciendo todo lo que le sale del alma…
¿Y en la vida real?
—Pues me cortaría o diría las cosas de otro modo. No puedes decir eso de “pescadero, cabrón”. Supongo que es una liberación del espectador que puede pensar: Me voy a cagar en los muertos de este a través de la boca de otro.
¿Tiene algo de esa Nines borde?
—No me considero una persona borde. Puedo ser muy determinante, pero no soy una persona que falte al respeto, no soy alguien que insulta, que grita; no, no. Además, cada vez menos. Cada vez estoy más en la paz. Yo veo un conflicto y ya no me dedico a convencer al de enfrente de nada, me voy para otro lado. Discutir me parece una pérdida de energía tan grande.
¿De dónde le viene a usted tanto arte?
—Mi familia tiene mucho que ver. Mis padres tienen mucho arte los dos, pero nunca se han dedicado a este mundo. Mi abuelo tocaba la guitarra, tengo un primo que toca el bajo, otro toca la trompeta y el piano… Estoy un poco rodeada, pero digamos que tengo unos padres un tanto particulares.
Supongo que con tanto arte familiar, no le dirían que no a su idea de ser artista.
—Por supuesto que me dijeron que no. “¿Arte dramático? Entonces tienes que estudiar más cosas”, eso dijeron. Así que mientras estudiaba arte dramático estudiaba informática, ya había terminado puericultura, y me metí en primero de música. A la vez cuidaba a un niño para sacarme un dinerito y me estaba sacando el carné de conducir. Es que no paraba quieta.
Vaya. ¡Qué ritmo!
—Pues he consultado con un experto de la salud mental y no soy hiperactiva. Los hiperactivos no se pueden concentrar y yo sí que lo hago. Así que tranquilo todo el mundo, estoy sana.
¿Ha ejercido de puericultora o de informática?
—He sido la seño en una guardería y trabajé en la consulta de un pediatra. De informática no. Hacíamos programación e ideé algunos programas. Mi padre me compró un ordenador con todo el esfuerzo económico que aquello suponía. Me inventé un programa que servía para darme las réplicas a los textos que tenía que aprenderme. Él se enfadó mucho al ver para que estaba utilizando el ordenador.
¿Acabó la carrera?
—No. Me acuerdo en quinto, fumándome un cigarro con el profesor de Cobol, tenía un examen y dije: No me presento. Él me contestó: Coño, acaba que solo te quedan un par de asignaturas. Pues no, no acabé nunca, me lie y aquí estoy.
¿Por dónde va ir Nines en el futuro?
—Si hay un personaje que no ha evolucionado nada es ella, no hace más que seguir tocando los cojones. Así de claro te lo digo. Mucha gente me hace esta pregunta: ¿Qué le espera? Nada, a ella no le espera nada, no tiene ningún interés por nada. Todo el rato le pasa nada de nada.
“Mientras estudiaba arte dramático también me formaba en informática y había acabado puericultura”
“He trabajado de ‘seño’ en una guardería y también estuve en la consulta de un pediatra; de informática, no”
“Yo veo un conflicto y ya no me dedico a convencer al de enfrente de nada, me voy para otro lado”