- Un privilegio y un aprendizaje. Así siente Félix Viscarret (Pamplona, 1975) su paso por Patria. Un proyecto en el que empeñó un año de su vida y que le ha permitido reencontrarse con Fernando Aramburu, al que agradece su "enorme generosidad", y "volcar en una obra audiovisual esos años tan llenos de violencia, de miedo, de contradicciones, de injusto silencio que hemos vivido". Eso sí, durante toda la conversación aclara que él solo ha dirigido la primera mitad de la serie. La otra corresponde a Óscar Pedraza.

Quedan muy pocos días para el viernes 18, cuando se estrenará 'Patria' en Donostia. La serie ha generado mucha expectación seguramente porque la novela tuvo la enorme repercusión que tuvo. En ese sentido, ¿siente más presión que en estrenos anteriores?

-Diría que no. Yo soy el director de la primera mitad de la serie, mi trabajo terminó hace tiempo. Incluso las últimas decisiones de la postproducción que me atañen acabaron justo antes del confinamiento, con lo cual, llevo ya varios meses volcado completamente en otros proyectos. De las noticias que salen me entero por amigos que me informan. Eso es sano porque así no estás a la espera y te puedes centrar de forma creativa en el siguiente proyecto.

Pero sí que tendrá ganas de conocer la reacción del público.

-Sí, sí, no deja de ser un proyecto en el que me he volcado durante más de un año de mi vida. Y aunque solo haya dirigido la primera mitad, me siento muy honrado de haber podido participar. He podido volcar en Patria lo mejor de mí mismo, las experiencias vividas, el aprendizaje de los años... Ha sido una experiencia única.

¿Y cómo ha vivido las polémicas de estos últimos días, sobre todo la referida al primer cartel que se publicó?

-Voluntariamente no estoy nada presente en las redes sociales porque me llevaría mucho tiempo y me distraería de lo que es importante. Siempre digo que mi community manager es mi tío Manolo (ríe). Y es real. Es el que me reenvía por wasap las noticias, las referencias a mis proyectos, las reposiciones de Cuatro estaciones en La Habana en TVE... Estoy muy desconectado porque me conozco y seguramente me volvería adicto a las redes y me quitarían mucho tiempo. Debo ser radical en esto, bastante tiempo pierdo en otras cosas con las que igual no debería distraerme como para enterarme de las polémicas. Sé que ha pasado algo con los carteles, pero poco más. Me siento muy honrado por haber sido el director de la primera mitad de Patria, pero ahí está toda mi labor y mi responsabilidad.

Curiosamente, Patria le ha permitido reencontrarse con Fernando Aramburu, autor de 'El trompetista del Utopía', en la que basó su ópera prima, 'Bajo las estrellas'.

-Ha sido muy bonito. Este reencuentro de rebote ha sido entrañable. De Fernando Aramburu me sigue sorprendiendo su generosidad, lo desprendido que es en un sentido casi budista. Es alguien que crea sus novelas, se concentra en su labor literaria y sabe que lo otro son batallas que no le corresponden. Me fascinó eso de él cuando adaptamos y rodamos Bajo las estrellas y me ha vuelto a dejar sin palabras ahora. Y con más motivo, porque el éxito y reconocimiento de Patria a nivel internacional es apabullante, pero él ha mantenido la misma actitud de humildad y generosidad.

¿Leyó la novela antes o después de que le propusieran dirigir parte de la serie?

-La leí antes. Recuerdo una anécdota divertida y entrañable, y es que, en su día, mi suegro me decía que tenía que ser el que adaptara Patria. Yo me reía y le decía que en esos momentos todo el audiovisual español estaba con ganas de tener el privilegio de llevarla a imágenes. Y él insistía. Finalmente, pasado el tiempo, cuando mi suegro estaba en sus últimos días de vida le dijimos que parecía que sí, que iba a ser yo uno de los directores, y se reía diciéndome 'ya te lo dije'.

¿Qué le hizo sentir la novela?

-Lo más fascinante de la novela de Aramburu es que todos cuando la leemos sentimos que nos transporta de golpe, con una convicción brutal, a aquellos años. Todos los que los vivimos sentimos esa experiencia de revivir el dolor, la injusticia, pero también de revivir ese poder que tiene la nostalgia cuando es tan concreta. Es que casi los detalles más mínimos de nuestra vida entonces vuelven a aflorar. Aramburu refleja tan bien tantas experiencias, situaciones y personajes que todos encontramos en la novela algo de lo que vivimos. También pasa con Patria que si hay heridas te enfrenta a ellas, y ves si siguen supurando dolor, tristeza o una sensación de injusto olvido. Es asombroso que una creación humana tenga ese poder de transportarte como un mazazo a esos años, y me parece que es por eso que la novela ha tenido tanto éxito.

Para muchos/as, era una novela necesaria, ¿la serie también lo es en el mismo sentido?

-Sí, piensas que quizá hace unos años no hubiera sido posible. También por eso demuestra que la sociedad se ha transformado, el proyecto se asienta en esa idea, pero también en la de que moverte hacia delante debe hacerse sin olvidar la historia. Patria establece que podamos hablar de algo que está en nuestro pasado reciente no tapando, no mirando hacia otro lado, sino edificando sobre lo que nos ha pasado.

¿Ha logrado lo que conseguía Aramburu con la novela, transportarnos a aquellos años?

-Ojalá. Todo el equipo, y hablo solo como director de la primera parte, siempre nos preguntábamos cómo eran las cosas hace treinta años.Y buscábamos esa coherencia y esa verdad. Pero no nos olvidemos tampoco de que la labor de la literatura es evocar sensaciones y sentimientos a las que el lector llega a través de imágenes mentales. En cambio, el audiovisual crea algo concreto, algo real que tienes ante los ojos, el espectador ya no tiene que recrear nada en su mente, sino que está viendo algo palpable en el que los actores tienen un rostro concreto. Y uno como director espera que esa concreción de la realidad siga teniendo el poder evocador que tiene la novela, siendo consciente de que no deja de ser un material de ficción, y que por tanto no debe ser el único relato, ni el primero ni el último que trata sobre este tema, sino una pincelada más.

¿Cómo definiría la serie 'Patria'?

-Con respecto a la parte que yo he dirigido te diría que mantiene el corazón de la obra de Aramburu, puesto que el centro son las dos protagonistas, Bittori y Miren. Eso refleja el alma de la novela. La primera mitad refleja cómo afecta la violencia, el terrorismo y el miedo a dos amigas, a dos madres, a dos familias. Luego hay muchas ramificaciones, pero ahí está el núcleo de la historia.

El motor de este relato son estas dos mujeres, y qué dos mujeres.

-Para mí como director lo más rico es trabajar con este tipo de material humano. Disfruté mucho trabajando con Elena Irureta y con Ane Gabarain estos dos personajazos que creó Aramburu. Toda esa recreación histórica y esa reconstrucción de nuestro pasado reciente que todavía tenemos tan vivo grabado en el subconsciente o en el preconsciente de algún modo se quedaría cojo de alma si no se apoyara en material humano tan potente, encarnado por esas dos actrices maravillosas.

Esas dos matriarcas son fundamentales en la historia, pero los/as jóvenes que las rodean también. De hecho, el autor les da mucho peso en la evolución y final (abierto) de la historia. De algún modo, cargan con la esperanza de todos.

-Así es. En mis episodios, y sin olvidar a los grandes personajes masculinos, siempre decía que esta era una historia de madres e hijas. La relación entre ellas es tan rica... Hay algo casi freudiano en la forma en que Aramburu hace que siempre choquen. Y sí, el cambio viene también motivado por ese cambio generacional.

Aramburu introduce en la narración todos los matices que entonces, y algunos todavía hoy, se empleaban al hablar de la violencia de ETA. Unos dicen 'murió', otros responden 'lo asesinaron'. Unos hablan del suicidio de un terrorista, otros lo llaman héroe... Y no evita reflejar a esa sociedad que miraba hacia otro lado, ese miedo y esa indiferencia, según quién.

-Un tema que nos planteábamos siempre es cómo el miedo afectaba a tantos niveles la vida. Por supuesto, estaba en lo político y en lo social, pero estaba en todas partes, envenenándolo todo. Con respecto a la mitad que yo he tenido el placer y el honor de dirigir, creo que respeto muy bien el habla que reflejó Aranburu, las situaciones, las tramas.

¿Qué ha aprendido trabajando en este proyecto?

-Mmm, qué pregunta tan bonita. Al ser el director de los primeros episodios y no de toda la serie, he aprendido a saber cuál era mi lugar y a defender a muerte mi implicación en esa mitad que me correspondía. Pero también a asumir que es una obra más grande y que uno puede hacer solo lo que puede hacer en su particular apartado. Creo que ese ha sido uno de los aprendizajes interesantes.

¿Y en cuanto a su traducción a imágenes de esta historia tan potente que por edad también le tocó vivir en su juventud, le ha servido de catarsis o le ha influido de algún modo?

-Cuando se confirmó que iba a ser uno de los dos directores de la serie me llegué a conmover mucho con una emoción que venía de dentro de pensar que, de algún modo, ahora podía volcar en una obra audiovisual esos años tan llenos de violencia, de miedo, de contradicciones, de injusto silencio que hemos vivido. Era como si se conectaran lo vivido y la profesión que he elegido tener en la vida. Nunca dedicarme a lo que me dedico había tenido un valor tan especial. Me vinieron esas emociones de experiencias vividas, de gente cercana, y vi que podía aportar mi granito de arena como director profesional, y eso me conmovió mucho.

Pero ahora, como dice, ya está volcado en nuevos proyectos, nada menos que dos largometrajes.

-Sí, es muy bonito tener proyectos tanto personales y que ambos estén caminando. En estos tiempos hay que moverse con cautela, pero los dos están avanzando. Esa cautela me hace decir siempre "a día de hoy este se va a rodar en enero..." "A día de hoy, este otro..." (ríe)

¿Cuál es el que, a día de hoy, va a rodar primero?

-Pues, a día de hoy, el primero va a ser Desde la sombra, la adaptación de la novela de Juan José Millás. La he adaptado yo con el guionista David Muñoz. No habíamos trabajado juntos antes y el trabajo ha sido muy divertido. Se produjo un entendimiento instantáneo en los elementos de la novela de Millás que creíamos que debían ser centrales en la película. Sé que Millás leyó el guión y estaba muy contento. Para mí ha sido muy bonito volcarme en adaptar la obra de un escritor que me fascina tanto, que me parece tan inusual y creativo, que sabe ver la realidad desde un lugar tan diferente al que lo vemos los humanos en el día a día. Tiene una perspectiva tan surrealista y marciana que nos permite cuestionarnos nuestra vida. Y siempre con un poso de humor e ironía, tan sanas en estos tiempos.

Y luego está 'Una vida no tan simple', una historia con tintes biográficos que producirá la navarra Lamia Producciones.

-Este es un guión original que, en efecto, contiene una reflexión personal sobre lo que es la paternidad, el paso del tiempo, las crisis profesionales y la entrada en la vida adulta, que se suele establecer en los 40 años. A partir de ahí uno piensa que está ya en la cara B de la cinta. Es una comedia muy personal, un retrato generacional con unos personajes que espero que sean muy entrañables para el espectador. A día de hoy, se rodaría inmediatamente después de Desde la sombra. Son dos historias a las que les tengo muchísimo cariño y por eso no pienso ni en polémicas ni en nada de eso, porque estoy ya en las trincheras de lo que serán las siguientes aventuras. Es muy bonito tener algo creativo en lo que volcarse, incluso si hay retrasos o pequeños reveses propios de esta situación.

¿De alguna manera, con estas dos historias regresa a su tono, a lo que habíamos visto tanto en sus cortos como en 'Bajo las estrellas'?

-Yo lo siento así. En el caso de Una vida tan simple tiene personajes que he creado yo y en el de Desde la sombra, adaptando las situaciones y los personajes de Millás he tenido la sensación de que en esas historias podía volcar muchas cosas que estoy deseando recrear como director. Como se suele decir a veces en broma, estoy que me ruedo encima.