- La actriz Regina King se ha puesto detrás de las cámaras por primera vez para rodar One night in Miami, una "carta de amor" a los ases de las luchas sociales de los afroamericanos en Estados Unidos presentada ayer en Venecia fuera de concurso.
Esa es la intención que se percibe, tras la película, acogida con aplausos por la prensa. La actriz, Oscar por su papel de reparto en El blues de Beale Street, debuta en la dirección con esta cinta con la que homenajea a los "vengadores negros", como les definió el autor del guión y de la obra de teatro, Kemp Powers, por videoconferencia. "Todos ellos fueron hermanos los unos para los otros, hombres que fueron juzgados solo por el color de su piel", apuntó King. La película transcurre en la noche del 25 de febrero de 1965, en el momento en el que un jovencísimo Cassius Clay, en poco tiempo Mohammed Alí, batía sobre el ring a Sonny Liston y se alzaba con el título de campeón de los pesos pesados en la capital de Florida. Era un motivo de fiesta y para ello One night in Miami imagina el encuentro de cuatro amigos reales: Clay (Eli Goree), el activista Malcolm X (Kingsley Ben-Adir), el cantante Samuel Cook (Leslie Odom Jr) y la estrella del fútbol americano Jim Brown (Aldis Hodge). Como telón de fondo, las leyes de la segregación racial y los orígenes de las luchas sociales iniciadas precisamente por estas cuatro "luminarias" de la comunidad afroamericana.
La directora consideró una casualidad que la película llegue en un momento álgido en las protestas de su comunidad pues, insistió, la cuestión de la igualdad está sobre la mesa desde hace décadas. "Uno de los motivos por los que la mayor parte de nosotros nos sumamos a One night in Miami fue porque una historia para los negros de Estados Unidos es un debate que lamentablemente se repite desde los últimos sesenta años". Pero la idea de Powers y de Regina King no ha sido esculpir un nuevo Monte Rushmore negro ni caer en hagiografías, pues estos "héroes" no esconden sus propias inseguridades. Malcolm X, asesinado en 1965, protege a su familia de sus hostigadores; Cook enfrenta el rechazo de las salas de música de blancos en las que actúa; Brown tuvo miedo al empezar una carrera de actor y el propio Clay/Alí zozobró en su conversión al islam. Fueron personalidades que dieron un espaldarazo decidido a la lucha por los derechos, pero que también ayudaron a la propia comunidad negra a limar sus propios prejuicios.
En la carrera por el León de Oro de la 77ª Mostra del cine de Venecia se estrenaron este lunes dos películas: Dear comrades, del ruso Andrei Konchalovsky, y Never gonna snow again, de la pareja polaca Malgorzata Szumowska y Michal Englert.
La primera, con ambición de documental, aborda en blanco y negro la masacre de la ciudad soviética de Novocherkassk en el año 1962, cuando el ejército reprimió a disparos una huelga de trabajadores de una de las principales compañías de locomotoras del país comunista. Unos trágicos acontecimientos en tiempos de Nikita Jruschov que supusieron un hito, ya que el ejército tenía prohibido abrir fuego contra el pueblo, y por los que nadie ha pagado. Lo hace desde los ojos de Lyudmila (Julia Vysotskaya), miembro del comité local y militante convencida de que deberá buscar a su hija entre las víctimas de aquella refriega y que empezará a cuestionarse sus planteamientos políticos.
En cuanto a Never gonna snow again, se trata de una cinta de tintes oníricos sobre un misterioso masajista ucraniano nacido cerca de Chernobyl que se gana la vida ofreciendo sus servicios a los excéntricos vecinos de un barrio pudiente. Sus manos parecen tener cualidades curativas y sobrenaturales y con sus ojos, el masajista logra entrar en el interior de sus clientes que, bajo su aspecto físico, acumulan indecibles traumas.