- En las últimas semanas, los diferentes espacios que componen el Centro de Exposición Fundación Vital han ido recuperando el encuentro con el público gracias a las muestras ya inauguradas correspondientes al Certamen de Arte Vital y a Alimentando la dignidad, aunque los visitantes todavía no habían podido acceder a la instalación de mayores dimensiones que ocupa el complejo ubicado en la plaza de los Fueros.
A eso se le va a poner remedio desde hoy mismo gracias a Armonías en blanco y negro, propuesta que nace de la colección privada Los Bragales y que toma como eje vertebrador los dos colores que protagonizan su título.
De esta forma, la capital alavesa termina por completar su camino de desescalada en lo que a salas de arte y museos se refiere, tanto públicos como privados, un proceso que arrancó a finales de mayo y que ahora pone la guinda, dejando atrás los cierres decretados por la aparición del covid-19 y con la esperanza de que la pandemia no vuelva a obligar a bajar la persiana. Eso sí, como en el resto de lugares, no hay que perder de vista las normas de seguridad e higiene marcadas dentro de lo que se ha venido a llamar como la nueva normalidad.
De hecho, el confinamiento ha estado más que presente en la preparación de esta muestra comisariada por María Toral. "Hacer una exposición siempre es un reto, pero lo ha sido todavía más en estas condiciones", apunta. Con todo, al final ha sido posible llevar a cabo una producción que toma como punto de partida la colección que a principios de los años 70 del siglo pasado puso en marcha "con mucho tiempo y pocos recursos" el ingeniero técnico industrial Jaime Sordo, quien también reconoce que tener que "hacer el montaje de todo esto por vídeoconferencia ha sido algo, como mínimo, especial".
Son 380 las piezas que componen los fondos que ha venido atesorando a lo largo de los años, obras reflejo de cada momento histórico y artístico. De entre todas ellas, para la capital alavesa se ha elaborado una selección de 43 creaciones de muy diferentes autores, temáticas, técnicas, estilos y procedencias, pero que tienen en común esa constante presencia del blanco y el negro, aunque en algunas pocas piezas se cuelan otros colores casi de manera imperceptible. No hay, por tanto, una distribución específica, más allá de que, como señala Toral, sí hay partes dedicadas, por ejemplo, a la presencia de la mujer en el arte.
Como en la propia colección de la que parte la muestra, la presencia de la pintura es significativa, aunque también hay espacio para la escultura, la instalación, la fotografía y la vídeo-creación. "Lo que une a todos los autores y a todas las obras es la supuesta ausencia de color", explica la comisaria, aún entendiendo que el blanco y el negro también lo son. "La colección de Los Bragales es muy rigurosa y aquí hemos intentando reflejar también ese espíritu".
Así, entre las paredes del Centro Expositivo Fundación Vital, el visitante se encontrará con propuestas bien diferentes de artistas como Pablo Palazuelo, Richard Hamilton, Antoni Tàpies, Eduardo Chillida, Manuel Miralles, Helena Almeida, Rafael Canogar, Esther Ferrer, Elena Asins, Rosemarie Trockel, Per Barclay, Joan Fontcuberta, Jaume Plensa, Cristina Iglesias, Chema Madoz, Douglas Gordon y Santiago Sierra, entre otros. "Lo que se busca es compartir con el público la importancia del blanco y negro en el arte contemporáneo". Así lo podrán comprobar quienes acudan al céntrico espacio de lunes a sábado de 18.00 a 20.30 horas, y los domingos y festivos también de 12.00 a 14.00 horas.
Será también una invitación a adentrarse en una colección privada que aunque comenzó a construirse a principios de los años 70, se denomina como Los Bragales -nombre del barrio donde reside en propietario- desde los 90. "Siempre he sentido la necesidad de relacionarme con la cultura", un afán reflejado en la construcción de unos fondos que "quieren ser un reflejo del arte actual" sin perder de vista en ningún momento que "las obras no pueden estar en un almacén o en la casa de quien tiene su titularidad, deben ser compartidas con el público", algo que él lleva practicando desde hace tiempo.
A su juicio, el camino de un coleccionista parte de tres ejes básicos. Por un lado, la pasión por la creación en general. Por otro, la observación de la evolución de cada obra, cuál es su recorrido a lo largo del tiempo para saber "si las apuestas que se hicieron en su día fueron acertadas o no, pero no por una cuestión de revalorización económica". Por último, la necesidad de compartir, esa mencionada labor de mover las obras para que no se queden solo ante unos pocos ojos. "Soy un coleccionista generacional. He ido comprando lo que me he ido encontrando en cada momento que estaba viviendo".
Así se refleja también en la exposición que le trae a la capital alavesa, una muestra producida de manera específica para la ocasión, aunque algunas de las obras que la componen ya han formado parte de otras propuestas. Aquí se van a poder ver hasta el 13 de septiembre.