- Unai, Landa, Loló, Nagore... se han convertido en nombres habituales para los miles de lectores que cada día se asoman a DIARIO DE NOTICIAS DE ÁLAVA. A lo largo de estas semanas de confinamiento, El silencio del virus va desvelando sus vivencias, personajes con los que Jabo H. Pizarroso recorre ya sus últimas entregas. "Esta novela es un virus que como tal no llega a ser vivo. Solamente puede sobrevivir en la cabeza de los y las lectoras. Donde, a medida que avance la lectura, irá mutando en silencio, tal y como actuó la covid-19 en las células de los murciélagos de herradura. Algo que ya se sabía hace unos años".
Hace un año que estaba presentando 'Errekaleor'. ¿Cómo ha vivido hasta esta situación el camino de la novela?
-Ahora creo que soy más consciente de ella. Llevaba mucho tiempo escribiendo Errekaleor. Era mi primera novela. Había escrito un libro de cuentos y demás, pero necesitaba un motor para una nueva escritura. Una vez que salió, sabía que no iba a estar otra vez cinco o seis años con otra. Cuando se publicó, barajaba la idea de centrarme en otra novela mucho más ágil de escritura, muy pegada a la realidad ya que Errekaleor es una novela pseudo-histórica, ambientada en una época con mucha investigación sobre temas como el 3 de Marzo, el terrorismo... Quería salir de esa temática. Decía Juan José Millás que la casa de un escritor es una novela. Una vez que estás metido en un libro, estás en tu casa. Y cuando sales, quieres buscar otro hogar para refugiarte. Así que cuando salí de Errekaleor, quería encontrar otra casa, aunque ha tenido bastante recorrido con las presentaciones en diferentes puntos. En verano empecé a meterme con otros proyectos que tenía y luego llegó este paréntesis, y a partir de él, de manera un tanto temeraria, nos metimos en esta singladura.
Pero no ha abandonado estos otros proyectos, ¿verdad?
-Son dos con los que sigo. Uno se llama Mal tiempo. Es una novela histórica muy compleja, con 99 personajes de distintos lugares, cada uno con su hablar. Es un proyecto que va a ser largo. Además, bueno, soy un enamorado de la literatura griega, de La Odisea y La Ilíada, y tengo una novela corta que se titula Heleníada, la epopeya de una mujer que trata de salir de un maltrato terrible. Pero ambas historias se han quedado aparcadas porque de repente arrancó El silencio del virus.
¿Cómo surgió?
-Creo que a mediados de marzo, y ahora lo estamos viendo más, todos vimos que estábamos entrando en otra era, en otro mundo, que se estaba y está escribiendo un nuevo presente. El sábado 14 de marzo, cuando se decretó el estado de alarma, fue un día muy extraño, especial, desconcertante. Esa sensación de perder los amarres con la realidad era distinta. Era decir: lo que va a pasar, nos va a suceder a todos a la vez y va a ser real. Y sí, era real, pero era ficción al mismo tiempo. En ese doble impulso, hablé con mi compañera, con Mariasun, y me dijo: qué gran momento para escribir una novela. Pensé: es verdad. Surgió así.
En ese caminar está también el trabajo de Kiko Pérez. ¿Qué le dijo cuando le comentó la posibilidad de hacer la novela?
-A Kiko le llamé el lunes 16. Es un amigo mío de hace muchos años. Le conocí en Madrid, en la Complutense. He trabajado con él en distintas ocasiones e intuíamos que podíamos hacer un proyecto nuevo porque nos comunicamos muy bien. Cuando se lo comenté, me respondió con una ilustración. Estaba ahí. Y le dije: ¿nos metemos en esto? Y la respuesta fue: sí, por supuesto.
¿Cómo lo hacen todos los días para que les de tiempo, para que todo tenga coherencia, para que nada sea o parezca improvisado?
-Kiko y yo hablamos entre tres y seis veces al día desde primera hora de la mañana. En algunos casos el capítulo está ya redactado, en otros hay una estructura avanzada, un borrador, una idea. Es como un partido de tenis entre los dos en el que a veces el saque está en un lado y otras, en el otro.
Pero cualquiera puede pensar: bueno, un escritor está durante bastante tiempo con una historia, entre que se documenta, investiga, escribe, corrige... Pero aquí va todo muy deprisa, los tiempos no existen. ¿Estar atado al plazo de 24 horas es lo que más le está preocupando o...?
-Eso me preocupaba al principio, sobre todo por lo que comentabas antes, que todo cuadre porque en esta novela hay muchísimos elementos. Desde el principio hay una estructura y tengo escritos como tres cuadernos con borradores, ideas, modelos... Al principio esa sensación era más intensa, sobre todo porque no las tenía todas conmigo. Pero bueno, planteé una estructura tipo guión cinematográfico. En el tercer o cuarto capítulo, me acordé de un consejo que me dio en su día Juan Madrid en un taller. Me dijo: Jabo, hay que escribir de atrás hacia delante. Y es lo que hice. No desvelo nada, es como se escriben las novelas policiacas. Teniendo eso, ya llegó la calma. De alguna manera, esa presión inicial, que también es buena e incluso agradable, se asentó. Hay muchos escritores que sufren de pereza. Se buscan cualquier excusa para no escribir esa gran novela que tienen en la cabeza. La cuestión es sentarse y con este plazo diario que nos marca esta aventura, no es que sea ir a la silla de tortura, pero tienes que estar. Y eso facilita mucho. Además, ese endiosamiento de los escritores, que parece que tienen que estar inspirados para poder escribir, aquí no se da. Lo nuestro es como vuestro trabajo de periodistas, lo que hacéis vosotros, escribir todos los días. No todas las jornadas acabas igual de contento con el artículo. Al día siguiente piensas que esto o lo otro lo tenías que haber hecho de otra manera... Pues es un poco lo mismo. Hay que buscar el equilibrio entre creación y producción. Es lo que nos pasa en este caso.
Aunque en los periódicos, este tipo de publicaciones no han sido extrañas en otras épocas, es verdad que hace ya tiempo que es un modelo que no se trabaja. La particularidad ahora es que está escribiendo y publicando la novela en un momento de redes sociales, de conexión casi al instante. Seguro que está recibiendo comentarios, consideraciones, apuntes de las personas que leen 'El silencio del virus'. ¿Hasta qué punto eso le modifica o prefiere mantenerse al margen?
-Al principio, me afectaba más ese feedback, pero ahora he conseguido una cierta distancia. En un primer momento me llegaron muchas historias personales de la gente, cosas que nos están sucediendo a cada uno. Pero según la trama se fue fortaleciendo, el libro cogió su camino. Sí que sigo lo que me dice la gente, pero la historia está lanzada y vive por sí misma. Habrá capítulos que gusten más que otros, eso por supuesto. Pero nunca he querido perder la visión de totalidad. E intento que la novela no sea algo coyuntural, que la leas en 2021 y aporte más cosas. Es una lectura, una interpretación del momento que nos ha tocado vivir, que quiere que se generen nuevos sentidos. Es verdad que nos puede parecer un modelo nuevo, pero, como decías, no es así. Nos podemos encontrar con grandes escritores que han publicado folletines en diarios: Dostoievski, Dumas, Balzac... Siempre tengo en mente a quienes me han enseñado, tanto profesores como escritores. Y hay uno fantástico que es Miguel Sánchez-Ostiz, que tiene un libro publicado en Pre-textos que se titula Las estancias del Nautilus. Son viñetas descriptivas y en una de ellas está en el Museo Balzac. Se queda obsesionado con el sillón en el que se sentaba Balzac para escribir. Está desgastadísimo. Esa es la imagen del escritor, el lugar donde te pasas horas y horas escribiendo y pensando para llevar a cabo una tarea tan veloz como ésta.
'El silencio del virus' entra ya en su recta final antes de cerrarse el próximo domingo. No le pido que desvele nada, pero sí que anticipe un poco cómo va a ser ese final.
-El final está muy unido a lo que es esta historia. Es la historia de un presente que está siendo escrito por una persona o un ente, que es algo que todavía no podemos saber. Encontraremos una respuesta a muchas preguntas narrativas que nos hemos ido haciendo, las que nos han permitido avanzar en la novela. La última parte va a ser una especie de ¡ahí va! constante. ¡Ah, pero esto...! ¡Ah, pero lo otro...! El final del libro va a ser una serie de exclamaciones diarias. Es como si se mezclaran todas las piezas y viésemos el puzle montado. Es a lo que la propia historia me ha llevado. Eso sucede. Hay un momento en el que los conflictos ya están muy definidos, pensados y estructurados, en el que los personajes hablan.
Unai, Nagore, Lanza, Arantxa... ¿cómo está siendo la relación con sus personajes?
-La primera relación con ellos era más de borrador mental. Era como verlos en una foto desenfocada. Pero es algo lógico al principio. A partir de la primera semana ya tomaron cuerpo y los fui viendo mucho mejor. Fue el momento en el que empecé a escucharlos. Ha sido un proceso no escalonado pero sí progresivo. A Kiko le ha pasado lo mismo. Y, de hecho, me ha sucedido que ha habido capítulos que los he empezado a escribir a las tres o las cuatro de la madrugada porque me despertaba un diálogo entre Unai y Jelen, por ejemplo. O Teresa hablando en sueños. Hay un capítulo en el que ella está con Alberto y ése lo escribí a las tres de la mañana porque Teresa me despertó. Claro, estás tan metido en la historia que mi casa se ha llenado de personajes y están conmigo. No es que tenga ganas de que se acabe, pero vamos a ver si consigo estar sin tanta gente aquí (risas).
El lunes 18 se sentirá extraño...
-Sí, los echaré de menos. Además, hay lectores que se han implicado mucho con cada personaje. Que si machaco mucho a Unai, que si... Eso es muy chulo. Cada uno toma partido. Yo quiero por igual a todos los personajes. Y me he encontrado con mucha gente muy pendiente de Nagore, de la niña. Representa un poco esa infancia que no sabe muy bien qué está pasando pero que acepta esa obediencia que toca, al tiempo que encuentra sus mundos, sus fantasías.
Hubo no hace muchos días un momento difícil con el fallecimiento de uno de los personajes.
-Sí, el de Teresa. A mí me costó escribirlo. Mucho. El capítulo del funeral reconozco que es duro.
Cuando la gente termine de leer la novela, ¿qué espera que el libro haya aportado?
-En la novela hay un homenaje a las gentes de Vitoria, de la pequeña ciudad. Y hay un elemento de defensa de las artes, de la función social de la literatura, de hasta qué punto la ficción es la que te puede aportar sentido y sentidos a lo que estás viviendo. No es una cuenta atrás de ya quedan menos días. No. Es sácale partido a los días. En las artes, en la lectura, en la arquitectura, en la música... tienes elementos de conocimiento personal. De alguna manera, es en lo que indaga la novela. Hay cosas de ti que no sabes. En tu silencio del virus está tu destrucción o tu salvación. Lo que hace este confinamiento es revelar lo que tienes dentro. Y si no tienes nada, coge un libro. Empieza por ahí. Si conseguimos que cada persona descubra su novela interior, vamos a entrar en esta nueva era de otra manera.