- Hacer al niño libre, independiente y conocedor del mundo tal y como es. Ese es el objetivo de la literatura infantil de nuestro días, un género que goza de una excelente salud gracias a la calidad y el gran número de títulos que llenan las librerías españolas.
Y si es así es gracias a las brechas que se han abierto en ella y por las que han entrado nuevos temas en los que no solo son protagonistas los adultos, sino esas personitas que nos van a dar el relevo antes de lo que nos demos cuenta. Por eso más vale enseñarles lo que es la vida, aunque sea de manera sencilla y a través de ilustraciones.
Tal y como lo hace la artista Ana Juan, autora de Revolución en la tienda de animales (Baobab), quien afirma que “hace unos años habría sido imposible” conseguir editar libros donde se tratan las minusvalías, la diferencia, la homosexualidad, la migración o el respeto por los animales y la urgencia de cuidar el planeta. “Una buena señal”, considera Juan, al igual que Enrique Redel, editor de Impedimenta, para quien si la literatura infantil de antes era “moralizante” y “estaba cargada de ideología y moral”, ahora educar a un niño consiste en todo lo contrario porque hay que “hacerle libre”. “Ahora mismo, en vez de esconder la realidad, hay que mostrarla. Los niños no están de espaldas a la muerte, a la injusticia, a la realidad y las editoriales tenemos parte de esa labor pedagógica de explicar la realidad sin esconderla, endulzarla o falsearla, ahora mismo es un momento excelente para educar no mediante la moralina, sino con la verdad”, asiente.
Así lo corrobora a Efe también la filósofa y escritora Elsa Punset, autora de los libros infantiles Bobi Blu (Beascoa): “En este siglo, por fin estamos intentando poner a los niños y a sus necesidades conscientemente en el centro. Nos los tomamos en serio: ya no los vemos como pequeños adultos a medio hacer, sino como personas con personalidad propia y todo un potencial por desarrollar”.
Según Redel, en la actualidad la literatura infantil goza de una “situación privilegiada”: “Por la cantidad de los contenidos, y también porque están muy pensados. La edición española está entre las mejores del mundo, por la calidad y por la efervescencia del sector, que funciona y vende porque se dirige a un rango de población que consume libros”.