Vitoria - Tras la jubilación de Hilario Extremiana, y de modo temporal hasta que se convoque una Oferta Pública de Empleo, Luis Orduña -que cuenta con Estudios Superiores de Tuba, Música de Cámara y Dirección de Orquesta- se ha hecho con las riendas de la Banda Municipal de Música de Vitoria, dando continuidad así a un camino que en los últimos años le ha llevado a estar al frente también de la banda Haize Berriak, de la de Durango, la de Zumarraga, la Capilla Santa María y la de Zumaia, entre otras.
¿En qué se tiene que notar la impronta de Luis Orduña al frente de la Banda?
-Hay que partir del hecho de que desde hace ya unos años, la Banda tiene una buena dinámica. En esto hay un sentir general dentro y fuera de la formación. Pero es la hora de afrontar más retos en cuanto a nuestra profesionalización. Estamos en un momento importante en este sentido, aunque complejo porque la situación económica no es la que más ayuda a dar pasos. Debemos tener como objetivo colocar a la Banda en el ámbito estatal. En el día a día se verán más cosas, claro. Conozco bien la casa y habrá pequeños cambios, pero no se trata de plantear nada radical.
¿No siente cierta sensación de intineridad a la espera de que se haga la Oferta Pública de Empleo?
-No. Vengo de dirigir ya bastante y siempre lo hecho desde un punto de vista autónomo. Digamos que esto de la inestabilidad es mi normalidad. Además, me gusta. De hecho, creo que tenemos que conseguir que todos los funcionarios sintamos esto en el día a día. El concepto del puesto que es para siempre ni me gusta ni me ayuda.
Llega al puesto en la mitad de la temporada de abono. ¿Una situación un tanto atropellada?
-No, es lo normal. Lo habitual es que los grupos profesionales anuncien sus nuevos directores incluso con temporadas de adelanto. Yo me sumo a un trabajo que ya está hecho y planificado con detalle durante varios meses, aunque también hay otros posteriores que todavía están dibujados con menos detalle. No hay que montar la Banda ni la programación para mañana, sino que es una situación de continuidad, usando estos meses para definir el futuro con respecto a la agrupación y que no solo nos afecte a nosotros, porque ese futuro tiene que ver también con otras cuestiones como la económica, lo que implica al Ayuntamiento. Eso es un trabajo más largo. Atropellado ha sido llegar, dirigir un ensayo y luego llevar ocho conciertos seguidos.
¿Se mantendrá la figura de un director adjunto o segundo?
-Sí. Es un puesto que existe en el organigrama y va a seguir tal cual. La Banda que conocí hace 16 años cuando llegué era mucho más pequeña en recursos en este aspecto, no en músicos, que es nuestra asignatura pendiente. Pero el equipo de gestión era Hilario Extremiana, que era el jefe de servicio con todas las funciones administrativas y de gestión correspondientes; y luego estaba Ricardo Brea como archivero. Había una figura de subdirector pero que era menor en funciones. De ahí se ha pasado a un equipo actual de cuatro personas, incluyendo una técnico auxiliar. Eso ha facilitado que la Banda programe de otro modo que nada tiene que ver.
Una de las consideraciones más recurrentes de Extremiana, sobre todo a raíz de la crisis, era la limitación en el número de músicos, que impide afrontar determinado tipo de programas. La situación no ha cambiado.
-Es cierto que si hablas con compañeros profesionales de bandas del Estado, todos están en situaciones similares. Es una situación generalizada y una demanda de todo el mundo. Lo que pasa es que nosotros partimos de muy abajo en cuanto al número de músicos. Será, probablemente, nuestro caballo de batalla continuo.
Por cierto, ¿qué le preocupa más con los músicos de la Banda: marcar una línea, establecer complicidades, que capten a la primera lo que quiere...?
-Me preocupa todo absolutamente (risas). Llevo muchos años dirigiendo y tratando con grupos humanos grandes, pero es cierto que es muy distinto, en cuanto a responsabilidad, que seas el director titular. Parto de que estoy en una buena situación, que en la Banda hay muy buen ambiente de trabajo, muchas ganas de afrontar retos y de trabajar. Y creo que comienzo con la complicidad de muchísimos de mis compañeros, que me están animando en este proceso. Esa parte, por lo tanto, me preocupa un poco menos. Aunque he estado más años fuera de la Banda que en ella, siento que son mis compañeros y que Vitoria es mi casa. La Banda fue la primera agrupación que me dio la oportunidad de trabajar de manera estable como profesional. Llegué con 22 o 23 años y entrar fue muy importante. Pensé: pues igual comemos de esto. Es algo importante. De hecho, es una cosa que se está complicando cada vez más. Las ofertas de trabajo, de todo en general y de lo nuestro en particular, brillan por su ausencia. El nivel de los estudiantes hoy es brutal. Y cada vez es más costoso acceder a puestos.
¿Cómo le gustaría que le percibiese el público habitual de la Banda?
-La manera de trabajar y de programar de cada director se tienen que notar en el resultado final. Yo ahora voy a asumir programas que ya están hechos, que es algo muy normal. Con el tiempo, iré programando cosas dentro del equipo de trabajo y el público percibirá cambios. ¿Desde el primer momento? No lo sé. Sé qué cosas quiero hacer pero quiero que el público las descubra cuando lleguen.
Pero la Banda ha bailado, ha hecho teatro... ¿Es un camino a seguir?
-Sin duda. Tampoco es el único. Pero es una línea a seguir por parte de los grupos que quieren seguir existiendo. Todo cambia y el público, cuando viene al teatro, quiere sorpresas, que le impactes, quiere divertirse, llorar, emocionarse... Ya no somos necesarios para hacer música como antes. Hace 50 o 60 años había mucha gente sin ni siquiera acceso a los discos y una banda era la oportunidad para escuchar música. Hoy tenemos todos los accesos que quieras a toda la música del mundo. Así que el directo tiene que ser otra cosa. En ese aspecto, la línea que está llevando la Banda es la acertada.
Pero hay cosas que permanecen, los conciertos de La Blanca, en las cabalgatas navideñas, en...
-Es una parte bonita de las bandas para mí. Si yo viniera con la idea de cargarme a la Banda en la calle y en los actos festivos, supongo que el Ayuntamiento tomaría las decisiones pertinentes (risas). Y me cargaría algo que funciona y que es necesario. Tenemos que ser conscientes de que mucha gente nos conoce ahí. Y de que hay personas que echan en falta unos formatos más tradicionales que hoy son impensables en el teatro.
En los últimos años ha estado al frente de diferentes bandas. ¿Qué ha aprendido que quiere aplicar ahora?
-Todo. Cuando ya era músico profesional tuve la oportunidad de dirigir una banda amateur, sin más formación específica. Descubrí un mundo distinto que me pareció maravilloso. Pero echaba en falta herramientas Así que, de un modo natural, busqué un profesor aquí, un curso de verano allá... hasta que llegué a un punto en el que vi que aquello tampoco era suficiente. En ese momento cogí una excedencia en la Banda de Vitoria y me presenté a Musikene. Fue complicado porque solo había dos plazas, pero bueno, entré. Y ahí empecé una formación de otro tipo. Todo eso unido a la práctica es lo que me ha hecho crecer. El proceso ha sido muy natural hasta llegar aquí.
¿Le gustaría ir con la Banda a esas localidades en las que ha desarrollado esos trabajos?
-Sería algo bonito.
¿Y tal vez salir por Álava? En alguna ocasión se ha hecho, pero sin continuidad.
-Estaría bien. De hecho, es algo que ya hemos hablado en Cultura. Quizás la Diputación podría utilizarnos de algún modo. Además, a la Banda le gustaría. Es una agrupación abierta a estas propuestas. Las colaboraciones, además, como la del año pasado con MAP en el Festival de Jazz, son importantes. A veces, cuando se hacen cosas de estas, hay gente que dice: pero es que nuestro público es... Pero, ¿cuál es nuestro público? Es algo que a mí me interesa. A nosotros nos pagan todos los vitorianos y todas las vitorianas. Es importante salir a otros espacios y encontrarse con otros públicos posibles. Quienes nos vieron el año pasado en el Festival de Jazz eran espectadores diferentes en muchos casos a los que vienen al Principal. Y nos pasa lo mismo con los conciertos en familia. Son otros públicos que tenemos que atender. Y podemos mirar a otras posibilidades. En Vitoria se celebran otros festivales. Sería bastante rompedor, pero ¿por qué no? Y estamos trabajando ya con Cultura porque en Vitoria hay otros auditorios más pequeños cuya programación está destinada a otros públicos y quizá podamos hacer un camino ahí, proponiendo también cosas distintas.
¿Qué le han dicho Hilario Extremiana e Iker Olazabal en este momento de cambio?
-Con Iker, que sigue como director adjunto, es una nueva situación porque es una nueva relación laboral, pero ya está. Respecto a Hilario, han sido muchos años de trabajo con él. Nos vimos hace unos días, me dio un abrazo y me deseó lo mejor. Pero espero no tener que pedirle demasiados consejos porque ya está jubilado y tiene que disfrutar.
Por cierto, ¿a la tuba la tiene abandonada o de vez en cuando vuelve a ella?
-Tengo muy poco tiempo, la verdad. Y me gusta, pero he tenido una evolución con respecto a esto. La tuba ha sido mi vida, pero ahora es un tanto ajena. Ahora me va más el dirigir. Y es algo que lo combino con la investigación. Estoy haciendo el doctorado en la Complutense y estoy disfrutando en ese campo. Me aporta mucho.