Vitoria - Cada día que pasa quedan menos títulos en las estanterías. Hay que terminar con todas las existencias. No puede quedar un libro que no encuentre alguien dispuesto a perderse en él. El final obligado de Jakintza es, por desgracia, una realidad cada vez más cercana. En el escaparate de la librería ubicada en la calle Jakintza no hay portadas reconocibles. Sí significativas. Dentro, en oferta, esperan las últimas novelas, ensayos, guías, cómics, poemarios... “¡Hay que agotarlo todo!” dice Begoña Knörr, que mantiene una serenidad pasmosa a pesar de todo. Durante todo este mes, las puertas seguirán abiertas. Y el 7 de marzo, a lo largo de toda la jornada, se vivirá una fiesta con distintas actuaciones y sorpresas. El final, después de tres décadas, se lo merece.

“Es duro a veces. Cuando estoy en la dinámica de la compra de libros, me encuentro bien porque estoy muy acompañada. Viene mucha gente. Veo que tengo que hacer esto y lo otro... Pero es duro cuando estoy parada” confiesa quien durante más de 30 años ha dedicado su vida a la difusión de la cultura. El año pasado, aunque la noticia no se conoció hasta noviembre, Kutxabank -entidad propietaria del local- comunicó a Knörr que no iba a seguir alquilándole el espacio. “Algún despistado todavía ahí y me dice: ¡qué bien que te jubilas!. No perdona, me echan. Y me sale con algo de mala leche”, reconoce. “He estado durante un tiempo dando vueltas a la idea de seguir en otro local. Pero para julio ya tuve claro que no tenía fuerzas para volver a empezar en otro lado”.

Con esa decisión ya tomaba hubo que planificar y comunicar este punto final que ahora está viviendo la librería. “En noviembre, cuando salió la noticia, me besó medio Vitoria. Y ahora que estamos en los últimos pasos, me está volviendo a besar”, dice con una sonrisa. Sobre todo en persona pero también por otras vías, “me están llegando muchos mensajes, besos y abrazos”. De hecho, guarda más de un correo electrónico y no pocos momentos vividos a flor de piel: “entró un día una chica que conozco poquito y me dijo que solo venía a darme un beso de despedida, aunque luego se fue con ocho libros”.

De hecho, tras la época navideña, Jakintza vivió un pequeño paréntesis para reorganizar todo su interior, vaciar el almacén, colocar todos los ejemplares disponibles e identificarlos con los distintos descuentos que se ofertan durante estas semanas. “Tuve una magnífica brigada de ayuda porque yo sola no podría haber hecho todo”. El 14 de enero se volvió a levantar la persiana, siendo la primera semana “una auténtica locura; ahora va un poco más tranquilo, aunque todos los días, tanto por la mañana como por la tarde, no para de entrar gente”.

“Claro que puede haber personas que vengan por primera vez solo por las ofertas. Vale ¿y por qué no? Yo también me voy a comprar ropa cuando están las rebajas. Pero siento que viene mucha gente a ayudar a vaciar Jakintza. Eso a mí me deja alucinada una vez más”, confiesa la librera. “Me siento muy acompañada en ese sentido”, una sensación que resalta en varias ocasiones, esa cercanía que siente por parte de quienes, en un momento u otro, han cruzado las puertas del comercio para encontrar tanto lo buscado como lo nunca imaginado.

Entre las estanterías esperan, si es que alguien no se los ha llevado ya, ejemplares de lo más diverso: La guerra de las salamandras de Karel ?Capek; el Pintxos y viñetas editado por el restaurante A Fuego Negro; Non dago Stalin? de Xabier Montoia; Hondarrak de Ruben Sanchez Bakaikoa; El estandarte de Alexander Lernet-Holenia; Macbeth de Shakespeare; La felicidad es posible de Oleg Zaionchkovski; La poesía no muerde de Ángela Serna; Seis niños en Marte de Luis Ruiz de Gopegui; Paisajeros de Pablo Zulaica Parra... “La narrativa ha volado casi por completo, pero la verdad es que la gente está viniendo a por libros muy diversos. Se me está resistiendo, eso sí, todo lo que es educación. Debe ser que estamos todos ya muy educados”, apunta Knörr, que también se ha quedado con algunos ejemplares para ella. “Es muy difícil deshacerse de libros. Cuando estuvimos con la librería cerrada ordenando todo, yo decía: ¿éste fuera? ¿y éste, no lo voy a ver más? Pero no me los puedo comprar todos, claro. Aunque me he quedado unos cuantos. Cosas variadas: ensayo, poesía, narrativa, un par de libros de paseos y de monte, cómic...”.

Lo cierto es que el blanco impoluto de las estanterías cada vez tiene más protagonismo en una tienda que a lo largo de más de tres décadas ha visto pasar a miles de personas, dispuestas a dejarse atrapar por historias, reflexiones, conocimientos y entretenimientos infinitos. Y hay quien a lo largo de este tiempo se ha convertido en fiel a Jakintza. “Para algunos clientes, esto está siendo doloroso. Me dicen: ¿y ahora, qué vamos a hacer? Yo no tengo nada que decir en ese sentido. No sé lo que soy yo ni sé lo que son las otras librerías. Nunca me he sentido importante y ni mucho menos indispensable, como me dicen algunos ahora”. Con todo, está segura de que “seguirá existiendo el librero o la librera independiente. Es algo que me parece fundamental. Si vamos a ir todos a comprar a Amazon y los grandes monstruos, ¿qué es lo que vamos a leer?. Yo seguiré yendo a las librerías. He sido librera y he ido a comprar cuando estaba de viaje. Seguiré buscando a ese librero que me da cuatro o cinco ideas”.

En compañía A poder llevar de la mejor manera posible este final no solo está ayudando la presencia y la cercanía de los lectores. Por eso, las palabras que Knörr tiene de agradecimiento para los clientes, las iguala para los comerciales que a lo largo de estas décadas han estado ahí. En el momento del cierre “se han portado conmigo de maravilla, todos sin excepción. Todo este año he estado negociando con ellos cómo hacerlo y me han ayudado un montón. Han estado aquí para apoyarme y eso se lo agradezco de manera infinita”.

En este sentido, reconoce que está sorprendida con todo lo que está recibiendo, a pesar de que dice no saber si es buena librera. “La clave que creo que se ha dado en Jakintza es que lo que cuento es verdad. Cuanto le digo a alguien: llévate esto porque creo que te va a gustar, es que lo creo sinceramente. No hay más que eso, pero también pienso que es suficiente”, más allá de que siempre puede haber equivocaciones o propuestas no acertadas. Pasa en todos los ámbitos de la vida y por supuesto en relación con los libros, un mundo “infinito” imposible de abarcar.

Como suelen hacer siempre los escritores, Knörr recomienda a cualquier persona que en un momento dado quiera dar el paso de convertirse en librero o librera que, ante todo, lea. “Para ser un librero de confianza tienes que leer mucho, pero de verdad y dedicar tus horas libres a la lectura. El bet seller no he necesitado leerlo. La gente ya viene a por él. Yo me he leído lo que nadie conocía porque es la forma de descubrir cosas. Y hay que intercambiar información con el cliente. Enseguida te cuenta cosas sobre los libros que lee, qué le ha gustado, la razón, cómo ha descubierto esto o lo otro?”, resalta quien, ahora mismo, ha vuelto a encontrarse con La historia interminable y Momo. “Estoy en un momento personal delicado y necesito leer para ensanchar el corazón. Y son dos libros que lo hacen”.

De todas formas, desde la modestia pero también desde la experiencia, dice que si alguna persona quiere ahora adentrarse en esta profesión, “lo primero que tiene que preguntarse es si quiere esto de verdad”. A partir de ahí, y después de buscar un local con un alquiler asequible, “le diría que esté dispuesto a saber que va a estar muchos horas detrás del mostrador, pero que lo que va a recibir al cabo de un tiempo, es mucho más de lo que pensaba. Yo recibo muchísimo. Mucho más de lo que creo que he dado”. También por parte de autores habituales entre las paredes de Jakintza, como Patxi Zubizarreta, Bernardo Atxaga, Ángela Mallén... “me han puesto sobre la pista de unos cuantos libros”.

Con escritores, lectores, comerciales, vecinos... con todas las personas que quieran sumarse, el 7 de marzo de vivirá esa última campanada, esa fiesta final con actuaciones que se están ya preparando y que se realizarán por la mañana y por la tarde. “Espero que las estanterías estén ya quitadas para ese día. En las paredes pondré unos papeles en blanco y quiero que cada persona ponga una cita literaria. Nada de cosas para mí, de Begoña, qué maja eres. El resultado final lo guardaré para mí. Será mi recuerdo de Jakintza”. ¿Y el día después, cuando ya el punto final se haya escrito? “No voy a hacer nada. Tengo cuestiones personales que atender, pero más allá de eso no quiero hacer nada”. Aún así, la pasión por la literatura seguirá presente. Es algo que no se alquila.