Vitoria - Junto a los músicos Xabi Bandini y Arkaitz Miner, Jon Maya comparte sobre las tablas Gauekoak, una propuesta cuya idea original parte del propio coreógrafo, aunque para su desarrollo ha contado tanto con la dirección escénica de Mireia Gabilondo como con la colaboración coreográfica de Cesc Gelabert, Israel Galván y Sharon Fridman. Será a partir de las 20.30 horas en un Principal que todavía tiene entradas disponibles por 18 y 15 euros.
Con respecto a las últimas producciones de Kukai, ésta es diferente. ¿Qué se va a encontrar el público que acuda hoy al Principal?
-El primer cambio viene por ahí, por el hecho de que los últimos trabajos de Kukai han sido propuestas, por así decirlo, de compañía, con varios bailarines, con..., mientras que en este caso nos encontramos con un músico, un cantante y un bailarín. Además, ahora el bailarín soy yo, que es un poco como el que faltaba con respecto a las propuestas anteriores (risas). Es un espectáculo muy variado en el que la música y el canto en directo se encuentran con la danza en un espacio que es la noche, con todo lo que conlleva ella de intimidad, de misterio, de... En este sentido, creo que es un espectáculo muy variado, también porque se interpretan coreografías de cuatro autores, y al mismo tiempo muy íntimo. Es un proyecto que nace de una reflexión personal mía sobre qué hacer con mi vida de bailarín en este momento. Es un montaje en el que hay mucha verdad. Para mí, además, ha sido un regalo poder trabajar a solas con Cesc Gelabert, Israel Galván y Sharon Fridman. Cada uno me ha ofrecido su mirada hacia nuestra danza y hacia mi persona, lo que ha hecho que salgan piezas muy diferentes, con personalidad propia.
Teniendo en cuenta el reconocimiento y el éxito de los últimos montajes de Kukai, cualquiera le hubiera recomendado repetir fórmula para seguir estirando del hilo. ¿Por qué liarse la manta a la cabeza con algo distinto?
-Funcionamos por los impulsos que nos interesan, ahí está el problema (risas). Es verdad que hay gente que nos ha dicho: ¿pero si os han ido tan bien los espectáculos anteriores, para qué complicarse? Vale, pero es que eso es hacerse trampas. Estamos hablando de creación, de hacer arte. Es verdad que Gauekoak ha sido algo que incluso estaba fuera de calendario. Esto ha respondido más a un impulso creativo y a una necesidad que a una perspectiva mercantil. Y la verdad es que estamos muy contentos con el resultado y cómo está funcionando.
La obra, como decía, parte de una reflexión de su persona, que suelen ser procesos en los que se abren puertas a veces complicadas de afrontar.
-Totalmente. A mí me ha pasado tanto en los ensayos como en el escenario, mirar y decir: a este Jon no le conocía después de estar toda la vida bailando. Pero eso es lo bueno y lo bonito, que en cada proyecto puedas descubrir cosas así como volver a sentir sensaciones pasadas. Además, en estos últimos años, el público se ha acostumbrado a ver un tipo de Kukai y aunque en este espectáculo sigue existiendo ese Kukai como fórmula de trabajo en relación a la búsqueda permanente partiendo de lo nuestro, es algo distinto. Es, por así decirlo, ir a la esencia de la compañía.
Lo cierto es que en los últimos años, el proyecto, a base de premios y reconocimientos, ha tomado una dimensión que muchas veces viene acompañada por una exigencia y una responsabilidad que no sé si es sencillo gestionar.
-Si te digo la verdad, ni pienso en ello. Quiero decir, que creo que hacemos, en este sentido, un trabajo muy honesto. Partimos desde nosotros mismos, siempre intentando ser lo más profesionales posible en nuestro trabajo diario y tenemos la cabeza ahí. Entiendo lo que dices, no creas. Cuando los últimos cuatro espectáculos que has hecho han sido premiados en los Max o cuando has sido Premio Nacional, entiendo lo que planteas. Pero es que no estamos en esa clave. Lo único que intentamos es ser lo más minuciosos posible por fidelidad a nosotros mismos, no a nada más.
Con lo sucedido en los últimos años, seguro que ha escuchado a más de uno, espero que fuera del sector, diciéndole: 'bueno, ya la vida solucionada, ¿no?'.
-(Risas) Sí, son cosas que se dicen cuando uno no sabe todas las peleas que tiene nuestro sector. Cualquiera que conozca este trabajo sabe que es una pelea diaria. Las funciones no vienen del cielo, aunque alguno piensa que sí. Pero bueno, no hay que darle importancia a eso.
Por cierto, ¿cómo está siendo volver a sentirse solo bailarín?
-Estoy muy, muy, pero muy contento. El día del estreno, les comenté a mis compañeros: con llegar a esta jornada, ya estoy satisfecho. Ha sido un proceso bonito y he recuperado muchísimas sensaciones. Estar solo ensayando, trabajar individualmente con los coreógrafos, con Mireia... todo eso ha sido un placer. Pero ahora que estamos de gira, estoy disfrutando un montón las funciones, ya no me quiero quedar sólo con el día del estreno. Cuando estás sobre el escenario hay otro tipo de nervio y de adrenalina. Estoy disfrutando mucho de este momento.