Vitoria - Pasados 22 minutos de la medianoche y con Odio a los partidos se acabó todo el viernes por la noche en el BEC de Barakaldo, que ayer volvió a vibrar con otro lleno de la gira de reunificación de los alaveses La Polla Records, que como en todos los conciertos de esta gira especial están contando con El Drogas como invitado de lujo. Sus dos actuaciones empezaron con una puntualidad británica -en otros tiempos pasaban otras cosas- ante un público entregado, que por ejemplo en la primera jornada salió del recinto coreando más de una canción y pidiendo la libertad para los jóvenes de Alsasua, un grito repetido de manera masiva durante varios momentos. Un ambiente espectacular, de esos que se generan cuando todos los presentes son conscientes de la importancia del momento.

Como ya contó este periódico en su edición de ayer, DIARIO DE NOTICIAS DE ÁLAVA fue testigo excepcional y único de los preparativos de lo que sucedió el viernes, pudiéndose subir al escenario con los de Agurain en la prueba de sonido y entrando en camerinos. Eso sí, la magia se terminó de completar a partir de las 20.00 horas, cuando poco a poco fue entrando el personal, aunque cuando el de la Txantrea hizo acto de presencia para arrancar con Okupación, de los Barricada, todavía quedaban muchos huecos libres. El espejismo duró poco porque para la mitad de su recital estaba casi todo el mundo en su sitio.

Lo que empezó con los Barri terminó de la misma manera, es decir, con En blanco y negro. Tiempo habrá -de hecho a Gasteiz viene el 30 de noviembre para actuar en la sala Jimmy Jazz- para que Enrique Villarreal y los suyos arranquen la gira de su último trabajo y se centren en el proyecto en solitario de El Drogas. Pero en este tour especial, los tiempos pasados y su grupo de toda la vida estuvieron más que presentes, para gozo de un respetable que se sabía hasta las comas y así lo vivió y lo cantó. Pueden pasar los años y cambiar los proyectos, pero el navarro sigue demostrando que su dominio del directo y del escenario es espectacular, y que se ha sabido rodear de muy buenos acompañantes en el juego.

Sin llegar a la hora y veinte minutos de concierto, se fueron sucediendo Barrio conflictivo, ¡No hay tregua! (uno de los momentos más vibrantes de su actuación), Oveja negra, Todos mirando... hasta que el reloj dijo basta porque había que dejar paso a los alaveses y todo el mundo estaba en su sitio, que la edad, la experiencia y tantos conciertos vividos son un grado (sí, también había gente joven, pero...).

A las 22.30 horas, como un clavo, llegó el gran momento. Y como en la prueba de sonido, fue Salve el primer tema que sonó en un recinto que entró en el éxtasis total. Ni en la pista ni en las gradas había hueco para el respiro. La Polla tenía por delante casi dos horas y unos cuarenta temas para ir soltando sin piedad, más allá de los pequeños paréntesis que los de Agurain se dieron en algunos momentos para templar los cuerpos. Aún así, eso no supuso entrar en tiempos muertos, manteniendo en todo momento una línea ascendente en la que se vio en muy buena forma a la banda. Puede que esta vuelta sea puntual, pero si ellos quisieran parece que tienen cuerda para rato.

La locura se apoderó pronto entre los presentes. Pronto empezaron a volar algunos líquidos elementos, hubo saltos, botes, gritos... más allá de que los años pasen y pesen, y de que en los conciertos de rock y punk se ha llegado a un estado de respeto entre el público que parece increíble (no así con la ley que dice que no se puede fumar en estos recintos, que se tomó vacaciones por unas horas). Aunque hubo canciones como No somos nada o Txus en las que más de uno tocó el cielo, lo cierto es que Evaristo tuvo compañía a las voces en todo momento.

La Polla sobre todo acertó en algo en lo que otros veteranos y conocidos grupos de punk suelen fallar. Por desgracia, ya se ha visto más de un concierto en el que se alargan de manera innecesaria los temas más conocidos buscando el aplauso fácil y los juegos corales. De eso nada. Aquí fue ir duro y a la cabeza, desplegando un buen puñado de letras que, por desgracia, siguen siendo igual de actuales que cuando fueron escritas. No hay más que ver cómo está el patio más cercano.

Pasadas las doce y veinte de la noche del viernes, los de Agurain pusieron el broche y la multitud, con el subidón en el cuerpo pero también de manera ordenada y muy formal, salió de un BEC que ha vivido un fin de semana histórico, dos jornadas en las que cargar el corazón y la cabeza para no perder la cara a lo que acontece.