madrid - El viernes terminó el rodaje de La línea invisible, la serie que ha dirigido Mariano Barroso para Movistar+ y que se ha grabado íntegramente en Euskadi. El actor catalán Àlex Monner (Barcelona, 1995) interpreta el personaje de Txabi Etxabarrieta, uno de los fundadores de ETA, también el primer etarra muerto y quien disparó el arma que mató al primer asesinado por la banda terrorista, el guardia civil José Antonio Pardines. El protagonista de esta historia conoce bien Euskadi, su madre es de Azpeitia y ha pasado veranos de su infancia y juventud en esta localidad. Empezó a trabajar muy joven, a los 14 años en la película Héroes y saltó a la fama como protagonista de Pulseras rojas, ficción emitida primero en TV3 y después en Antena 3.
Es usted muy joven y da vida a un personaje de los años 60, Txabi Etxebarrieta. ¿Cómo lo vio cuando se lo ofrecieron?
-Es uno de los personajes más complejos que me ha tocado abordar. Desde el primer momento en el que me lo ofrecieron, me di cuenta que me estaba enfrentando a un papel muy importante. Este es primer personaje histórico que hago, el primer personaje real. Txabi era un etarra y al principio estaba preocupado por cómo iba a abordarlo.
¿Vértigo?
-Siempre que me enfrento a un personaje hay cierta sensación de abismos, de que te puedes caer. Es cierto que el personaje de Txabi me produjo muchas sensaciones al principio, pero después sentí ganas de hacerlo, muchos deseos de que el rodaje de la serie comenzara ya.
Aunque nacido en Catalunya, tiene mucha relación con Euskadi.
-Sí. Mi madre es de Azpeitia y siempre he mantenido un vínculo con Euskadi?
¿Conocía los lugares en los que ha estado grabando?
-Algunos lugares de Gipuzkoa sí que los conocía, pero a raíz de hacer la serie, conozco mejor Euskadi que mi madre. He estado en lugares en los que nunca había estado como Hendaia, Errenteria, Hernani? Todo lo que he descubierto me ha gustado mucho. De todas formas, te voy a decir una cosa, yo vengo a Azpeitia desde que tengo uso de razón. Siempre hemos vuelto en verano y por las navidades.
Así que no se ha sentido en tierra extraña.
-Para nada. Estos paisajes los conozco yo muy bien, mi familia, una parte de ella, está aquí. Es una tierra que me gusta mucho y, ya te digo, la conozco bien.
Si hablamos de euskera.
-Hablo un poco, sí. Lo entiendo casi todo. Lo que pasa es que viviendo en Barcelona he dejado de practicarlo, pero no creo que me costara mucho retomar el idioma, lo tengo en mi disco duro.
Cuatro meses de rodaje, una serie que se ha tomado su tiempo. ¿Ha sido intensa la grabación?
-No puedes imaginarlo. Encima yo tenía muchos días de grabación porque mi personaje es uno de los protagonistas. Date cuenta que lo que estamos tratando también es un tema muy intenso. Yo doy vida a un chaval que viene y va; que debate, que va de un bar político a la universidad, de la universidad a un encuentro con su novia? Es una serie en la que yo he rodado en muchísimos espacios.
No le han dejado ni respirar.
-No, tampoco es así. Cuando estás con gente joven, gente de mi edad, que está en la misma ciudad que yo viviendo durante el tiempo de rodaje, pues ya sabes lo que pasa.
Dígamelo usted.
-Es que hemos estado viviendo en Donostia y ¿qué ocurre? Pues que cuando termina el rodaje te vas a tomar unos pinchos y unas cañas, duermes poco algunos días, todo suma y?
¿Una mala vida?
-Por supuesto que no, una delicia de vida, vida normal de joven que sale por la noche y al día siguiente está cansado. Es una vida movida, pero si no lo hago ahora. De todas formas, el rodaje ha sido intenso, mi vida en Donostia también, pero yo he estado muy a gusto.
Tiene 24 años y lleva diez en la profesión. ¿Cómo se convierte en actor adolescente?
-Por casualidad, fue en el colegio. Vinieron a buscar caras de adolescentes que pudieran encajar con los personajes y con los figurantes que había en la película Héroes. Hice una prueba, fui pasando de ronda y me cogieron y curiosamente me dieron el personaje de Ekaitz, un nombre vasco.
¿Fue también casualidad o tuvieron en cuenta sus orígenes euskaldunes?
-También casualidad, como puedes ver mi vida es pura casualidad. Yo no nunca había pensado en ser actor y la casualidad me ha traído hasta este punto en el que tú y yo estamos hablando. Pienso que hay muchas casualidades en vida de la gente. ¿Qué te parece?
Muy reflexivo por su parte.
-Ja, ja, ja? Estoy un poco cansado, ya sabes, salida con amigos en Donostia.
Diez años trabajando y casi sin parar, ¿cuestión de suerte?
-Sí, he tenido mucha suerte, no me puedo quejar de nada, pero también he puesto mucho de mí en cada proyecto que he hecho.
¿Qué hubiera sido de no cruzarse la película ‘Héroes’ en su vida?
-No lo sé. No tengo ni idea, cómo vas a saber a los 14 años qué vas a hacer con tu vida. Tenía una intuición sobre el mundo del arte, pero no tenía claro nada, no había una idea concreta en mi cabeza. De hecho, prefiero no pensar. Las cosas han ido rodando y lo que quiero es convertirme en actor.
Creía que ya lo era.
-Trabajo como tal, pero pienso que tengo mucho que aprender, que me falta mucho por llegar. La línea invisible ha sido muy importante en mi vida. Pienso que es un trabajo muy importante en mi carrera. Trabajar con Barroso es interesante, un lujo?
Conoce los tres medios?
-Bueno de teatro solo he hecho una obra, pero cierto, conozco los tres palos de la interpretación. He tenido la gran suerte de conocer en cada uno de ellos gente increíble. Gente que me ha ayudado a conocer una profesión como esta, una profesión en la que no eres tú mismo y tienes que ser lo más creíble posible en cada uno de los personajes que interpretas.
¿Alguno de los personajes que ha hecho se parece usted?
-Creo que no porque todos viven circunstancias diferentes, pero está claro que, aunque ninguno sea como yo o yo como ellos, tienen algo de mí.
Acaba de terminar el personaje de Txabi Etxebarrieta en ‘La línea invisible’. ¿Qué le apetecería hacer en estos momentos?
-Quizá un personaje muy extremo. No sé, quizá me gustaría algo en plan un chapero, alguien que esté inmerso en una vida turbulenta?
Veo que lo romántico y tranquilo no le va.
-Ja, ja, ja? Es que soy muy joven aún. Pienso en alguien que este metido en una vida oscura en Barcelona, un transexual que a la vez es proxeneta y viene de Albania y que tiene un fuerte acento?
Desde luego sí que se pone usted extremo.
-Ja, ja, ja? Me pido cualquier personaje que sea interesante. Me gustaría interpretar a muchos personajes, hay historias muy interesantes que me gustaría hacer. No sé si me va a dar tiempo a todo.
¿Cómo es Mariano Barroso como director?
-Muy guay. Nos hemos entendido muy bien, sabe lo que quiere en cada momento y es muy claro cuando pide algo.
¿Le sorprendió que le eligieran para este personaje?
-Lo que me causó sorpresa es que este proyecto se hiciera aquí. Yo conocía a Rafa Portela, el productor, el protagonista, Txabi, tenía mi edad y yo soy medio vasco, así que no me sorprendió que me cogieran a mí. Me causó una gran alegría. Desde el primer momento, estuve muy agradecido por haberme dado este personaje.
¿Cuál ha sido el momento más difícil de la grabación?
-Creo que las escenas de las muertes de Pardines y Txabi. Hubo también una escena grabada en Errenteria, aunque en realidad debió ocurrir en Tolosa, en la que mi personaje se vuelve loco, también fue muy fuerte.
¿Le sonaba la historia que cuenta esta serie? ¿Es un relato cercano o muy lejano para usted? Su vida coincide casi con la desaparición de la banda terrorista.
-La de Txabi para mí era una historia inexistente, la historia de ETA en general es un poco más cercana porque mi madre es vasca. Ignacio Uria, uno de los asesinados por ETA estaba relacionado con la familia de mi madre. Es cierto lo que dices, mi vida es cercana a la desaparición de la banda, no he vivido la historia de ETA, pero siempre ha estado por ahí rondando en mi vida.
¿Qué le ha parecido el vestuario?
-Al principio puede resultar una ropa incómoda, no estás acostumbrado a ella. Pero era totalmente necesaria para ambientar los 60 y creo que se ha hecho muy bien todo el vestuario. Cuando te acostumbras y pierdes miedo al disfraz, todo se hace más fácil.
¿Qué supuso ‘Pulseras rojas’?
-Me puso en el escaparate en el que la gente me podía ver, fue mi primer trampolín para que la gente me conociera.
¿Le resultó dura la temática?
-Sí. Imagínate, adolescentes enfermos con algo tan duro. La serie trataba más de sentimientos. Se desarrollaba en un hospital, pero la serie narraba más las experiencias de unos adolescentes que las experiencias de unos enfermos. Tenían movidas universales, movidas que las tienes también fuera de un hospital. No era la historia de un chico enfermo de cáncer a secas. Era también la historia de un chico de cáncer que se enamoraba, que sufría por una chica, que sentía envidia, rabia? Sentimientos que tienen todos los chicos estén enfermos de cáncer o estén sanos.
Se tuvo que rapar el pelo.
-Uy, sí. Fue un cambio muy radical, pero el proyecto merecía la pena.
¿Difícil gestionar la fama que le dio su personaje?
-Lo importante de la fama es que no es importante, lo he dicho muchas veces. Está bien que te conozcan, que los directores se fijen en ti, pero nada más. Cada personaje está hecho para conseguir que el espectador disfrute.