Que el muralismo es una actividad que está de moda en nuestra ciudad -y en muchas otras-, es una cuestión de la que ya hemos hablado, en clave crítica, en repetidas ocasiones. Un muralismo que ha sido objeto reciente de polémica al saltar a la palestra pública de mano de artistas y arquitectos. El debate parece haberse cerrado en falso, echándose en falta alguna iniciativa que permitiera un debate más serio, profundo y que sirviera para analizar, contrastar y sintetizar los diversos puntos de vista sobre dicha materia. Quizá un ciclo de charlas y debates que reflejara las luces y sombras del fenómeno muralístico. Un fenómeno que, erróneamente, parece ser de reciente actualidad. Pues en nuestra ciudad hemos convivido con el muralismo público desde hace décadas. No hay más que leer el libro digital Murales y pancartas escrito por Santi Ochoa y Macu Vicente para percatarnos de ello. Dos personas que desde el año 1983 han realizado más de 25 murales -y 25 pancartas- en diversas ciudades del Estado y que ahora, han documentado y empaquetado en una publicación de 166 páginas. Y de carácter gratuito. Como los murales que realizaron. Dos de ellos, en Gasteiz.
Lo interesante de esta cuidada labor de archivo es que en ella se trasluce la esencia del buen muralismo, como señalaba off de record una persona cercana a dicha pareja: trabajo colectivo (no impostado o forzado), compromiso con el contexto (no mera decoración) y compromiso social y político. Según comentan en la introducción del libro: “Nunca pedíamos permiso, lo hacíamos por pura intuición y gana de hacerlo. Ahora, 30 años después hemos descubierto nuestra idea resumida en la frase es más fácil pedir perdón que pedir permiso del muralista Bansky. Esto promueve la creatividad, la iniciativa en cualquier actividad humana. El plan siempre era hacerlos en fin de semana, empezando muy temprano y terminarlos en una mañana, aunque solía alargarse hasta la tarde pero nunca dejarlo a medias, salvo que hubiera permiso o fuera un encargo. Éramos autónomos y autogestionados, todo dependía de los dos: el boceto, el contenido, la elección de la pared, el día, los materiales, la defensa del mural?”
En 1989, Santi y Macu con la colaboración de diversos dibujantes del TMEO, realizan su primer mural vitoriano -un dragón sobre unas escaleras- en el Gaztetxe de Gasteiz al poco de inaugurarse. Al año siguiente, y con otro registro distinto, pintan un mural en una extensa tapia de una docena de metros lineales. Tapia que servía para encapuchar durante meses la obra de remodelación de la perfumería Ibarrondo. El mural, que recoge la escena de una perfumada y paseante mujer, se realizó durante una jornada en la que participaron ocho personas.
Dicen los autores del libro: “La verdad es que lo hemos hecho para que la gente lo conozca, sobre todo los más jóvenes”. Esperamos, deseamos, que así sea pues la experiencia hay que compartirla, transmitirla.