prácticamente en la primera secuencia de Entre dos aguas el espectador asiste a un parto real. Es el del nacimiento de la primera hija de Isra, un joven gitano que debe ingresar en prisión, algo completamente falso. “Es una ficción hiperrealista que seguro que lleva a confusión sobre si es un documental o no. Es difícil de explicar hasta para nosotros”, contó ayer en la presentación de la película el director Isaki Lacuesta, que retoma doce años después a los dos hermanos protagonistas de La leyenda del tiempo, justo en el momento en el que uno está a punto de salir de prisión por narcotráfico y el otro se ha enrolado en la Marina.
“Cheíto es militar, pero Isra no ha entrado en la cárcel ni su mujer le ha abandonado”, confesó Lacuesta. El catalán, que ya sabe lo que es ganar la Concha de Oro del Zinemaldia -lo hizo en 2011 con Los pasos dobles-, ha creado una historia guionizada junto a su mujer, Isa Campo, y Fran Araújo, en la que los actores aportan su propia vida al relato. “La escritura cambiaba cada día durante el rodaje. Todo lo que aportasen los dos hermanos se metía en la historia, prácticamente hasta la sala de montaje”, explicó.
Así, Lacuesta ha imaginado la posible vida de los hermanos Gómez Romero, Israel y Francisco José, Chaíto, doce años después de rodar con ellos La leyenda del tiempo, cuando todavía eran unos chavales. Para el primero, el cineasta ideó una vida dura, en la que pasaba gran parte de ese tiempo condenado por narcotráfico, mientras que para el segundo pensó en un futuro más favorable como cocinero en la Marina. La película narra el reencuentro de ambos.
“Siempre pensé en ver hasta dónde podíamos llegar. Pero son rodajes tan agotadores emocionalmente que, por el momento, no me planteó seguir más allá del encuentro”, adelantó Lacuesta.
Con la excusa de los hermanos, la película refleja la vida en la Isla de San Fernando, en Cádiz. Una mirada a Andalucía de un director catalán. “El cine permite meterte en la cabeza de lo que no conoces”, apuntó el cineasta, quien opinó que con este trabajo ha dejado atrás “una faceta más juguetona” con la cámara a favor de la ficción: “Es la mejor manera de no poner barreras”.