Vitoria - Faemino y Cansado, Compagnia Baccalà, Vaivén, Teatro En Vilo, Yllana & Primital Brothers... el listado de grupos e intérpretes es largo y provechoso. Araia cuenta los días para celebrar un nuevo Festival de Teatro de Humor, aunque su programación paralela por 17 localidades alavesas arrancará una jornada antes, el 10 en Manzanos e Izarra.

Se dice pronto, pero 25 ediciones son muchas. ¿En la fidelidad del público, en la cabezonería de quien está detrás, en... donde está la clave para este cuarto de siglo?

-La fidelidad del público es fundamental. Si los espectadores no hubieran respondido desde la primera edición como lo han hecho, hace mucho tiempo que se hubiera dejado de hacer el festival. Es el motor principal, el público. Es para quien se hacen las cosas. ¿Cabezonería? Pues sí (risas). También generas complicidades a las que luego tienes que dar una respuesta. Si alrededor tuyo creas un movimiento de gente que te echa un capote, que genera ilusión y ganas sobre el proyecto, eso suma. ¿Razones para hacerlo? Muchas. ¿Para dejarlo? También algunas. Pero lo cierto es que estamos haciendo la vigésimo quinta edición.

¿Cuando termine, qué sensaciones, qué cuerpo debe tener para estar satisfecho?

-Sé el que voy a tener, uno hecho polvo (risas). La sensación que espero tener después de todo esto es, más o menos, la misma que he tenido después de cada una de las 24 ediciones anteriores, es decir, sentir que ha merecido la pena. ¿Qué quiere decir eso? ¿Sólo que hemos llenado, que hemos cubierto unas ciertas expectativas también en lo económico y que notamos en los comentarios de la gente buena aceptación? Sí, pero no únicamente. En lo que tiene que ver con lo artístico, espero que haya alguien que ha comprado el abono porque quiere ver un determinado espectáculo, que a lo largo del festival descubra otras compañías que no conocía pero que le han enganchado. Esto suele pasar en este certamen y confío que vuelva a pasar.

Por segundo año, el festival ha tenido un adelanto a finales de julio con el espacio dedicado a los grupos emergentes. ¿Le ha dejado buenas sensaciones?

-No. En algo nos estamos equivocando. No ha funcionado como esperábamos. No se puede achacar a los espectáculos. Tal vez sean las fechas o no sé qué puede ser, pero en algo no estamos acertando en esta cuestión. Tenemos que repensar cómo hacerlo para que sirva y merezca la pena.

También está la parte del programa de teatro de calle que se lleva a cabo en distintas localidades de Álava.

-Ésta es una iniciativa muy interesante que, en cierto modo, me parece que está desaprovechada. Tenía que haber generado un movimiento mayor. No sólo por la cantidad de actuaciones que se programan, que también. En los primeros años estábamos haciendo cuarenta y tantas representaciones. Ahora estamos por encima de la veintena. Ahí existe un problema económico, pero también el hecho de que no somos capaces de establecer una estrategia que permita vender el festival y este programa paralelo como un proyecto único. Los dos juntos tienen un potencial tremendo en cuanto a mejora y crecimiento, siempre y cuando haya recursos, económicos pero además humanos. Sería un circuito con una gran capacidad de captación de recursos, incluso a nivel europeo.

En lo que se refiere a lo que va a suceder en Araia, hay un montaje que desde su anuncio está acaparando todas las miradas. ¿Cuántas llamadas lleva ya pidiendo entradas para Faemino y Cansado?

-(Risas) Unas cuantas. Era de esperar. De hecho, está hecho a propósito. Lo que espero, como te decía antes, es que quien vaya a ver a Faemino y Cansado, se estire un poco, compre el abono, que es casi un regalo, y vea otras cosas, como el montaje de Teatro En Vilo.

El Arrazpi ya se está convirtiendo en teatro...

-Sí, sí. Empezamos el lunes a preparar material, el jueves se levantó la grada y en unos días llegarán los técnicos de iluminación y sonido.

Esa sí que es una aventura, además costosa.

-Por supuesto. Hay un equipo de seis personas del pueblo trabajando, más luego la gente de Porpol. Pero más aventura es cuando termina el festival y hay que desmontar todo (risas). A veces pienso que esto es un poco absurdo. Nos pegamos unas palizas de trabajo que no son ni medio normales para cinco funciones de teatro. Pero merece la pena. Además, tanto el Ayuntamiento de Asparrena como la Diputación podrían decir en un momento dado que el dinero que destinan para esto estaría mejor invertido en otra cosa. Pero ambas instituciones siguen ahí. Parece que nadie pone en duda lo que hacemos. Claro que tenemos detractores, pero tampoco parecen muy beligerantes (risas).

Este año tienen, como ha pasado en algunas ediciones anteriores, dos propuestas, por así decirlo, en residencia durante el festival, como son las de Têtes de Mules y El Mono Habitado.

-Ofrecen una salsa diferente, es algo que rompe el esquema cotidiano de programación. La mera presencia de una carpa cerca del polideportivo ya genera cosas en el pueblo. El año que vinieron The Brunette Bros, se iban de potes por Araia con sus instrumentos y de repente montaban un concierto improvisado en uno de los bares. La mera presencia de esa gente propicia un ambiente, un encuentro que a lo mejor es más complicado que suceda en una población grande. Sirve para romper, de alguna manera, los esquemas. Son propuestas que funcionan, que van de boca a boca, que, además, en muchos casos son piezas de 20 minutos, como va a pasar este año con El Mono Habitado. De hecho, Benditas está muy bien. Es una cosa muy sencilla que para mí funciona muy bien. Una de las magias del teatro radica ahí, en la sencillez, aunque, en realidad, sea una de las cosas más difíciles de conseguir y llevar a cabo.

También van a acudir compañías casi habituales en el certamen, como Trapu Zaharra. ¿Es un pequeño guiño en este aniversario o...?

-No es algo hecho de manera premeditada, pero en el caso de los Trapu, te paras a pensar y dices: estuvieron en la primera edición, han venido con un montón de espectáculos y quiero volver a contar con ellos en esta 25 edición. Santi Ugalde tiene una gran frustración porque durante mucho tiempo estaba empeñado con que Araia se convirtiera en un punto de referencia de todo el teatro de calle vasco y para ello me proponía asar una ternera y quedar todos a comer (risas). Markeliñe también estuvo en el primer festival, ha vuelto con otras obras y está en éste con Chef Nature. Está bien que pase, que estén en este aniversario, aunque sea más fruto de la casualidad que por una decisión premeditada.

Por el hecho del aniversario, ¿a la hora de diseñar la programación le ha preocupado algo de manera especial?

-Sí. En principio, estamos manejando un presupuesto similar al del año pasado y, sin embargo, desde el inicio teníamos claro que algo tenía que pasar en torno a la celebración. En alguna ocasión anterior ya habíamos intentado contar con Faemino y Cansado, pero siempre nos habían dicho, más allá del caché, que en agosto imposible. Pero tanto gente del pueblo como incluso de mi familia llevaban tiempo diciéndome: venga, un año tienes que traerles. Alguien los volvió a mencionar cuando estábamos pensando en el aniversario y pensé: bueno, ya sé que no trabajan en agosto pero vamos a intentarlo otra vez. Y resulta que en esta ocasión dijeron que sí.

¿Después de estas 25 ediciones, qué cree que define a este festival, su marca de la casa?

-Es obvio que el hecho de que se llame festival de teatro de humor marca mucho, para bien y para mal. Gran parte de la culpa de que el certamen tenga el tirón que posee con respecto al público es que se llama así y que la gente va buscando humor. Otra cosa es que luego encuentra más. La parte negativa es que yo sacrifico cosas que me gustaría mucho que se vieran en mi pueblo pero que no encajan en esa definición. Alguna vez he pensado en llamarlo Festival de Teatro de Humor y Otras Cosas Interesantes. Pero es muy largo (risas). De todas formas, el hecho diferencial absoluto de este festival es que se hace en Araia, en un pueblo de 1.200 habitantes. No es un caso único, pero sí es algo especial.

¿Es posible en Álava poder desarrollar proyectos escénicos?

-Sí. Se tiene que poder hacer. Es el territorio que tenemos. No somos Gipuzkoa ni Bizkaia. Somos completamente diferentes en lo demográfico y en la distribución de la población. Y se tiene que poder hacer. El festival es una demostración de ello. Pero también hay más iniciativas. Cuando empezamos hace 25 años no había mucho. Pero ahí está lo que sucede en Ondategi y Gopegi de la mano de Panta Rhei. O el Festival de Teatro Amateur de Dulantzi. O... yo creo que hay potencial y se tiene que poder hacer cosas. En Araia, por ejemplo, se conoce poco fuera de allí, pero el Fin de Año Musical es un proyecto delicioso. Tiene una programación muy maja que merece atención.

Hablaba antes de la palabra humor y de la marca del festival. ¿No le da la sensación de que hace 25 años era más fácil reírse y hacer comedia de determinadas cosas?

-Ahora nos la jugamos más, no tanto los que estamos en la gestión de festivales como éste, sino los que de verdad dan la cara. Hay una regresión tremenda. Es obvio que nos estamos volviendo una sociedad mucho más mojigata, en la que, a la mínima, te dan por todos los lados. Ejemplos hay unos cuantos. ¿Quiere decir esto que la sociedad ha cambiado? No lo sé. Lo cierto es que cuando sucedió, por ejemplo, lo de los titiriteros, hubo un movimiento muy grande en su apoyo. Pero luego han pasado más cosas y el movimiento no ha sido tan importante. Sí, hay protestas, pero parece que nos estamos habituando a que sucedan determinadas cosas. Es como cuando a un niño le das el puré y no lo quiere, pero insistes y termina por tragar para que le dejes. No sé si está pasando algo de eso, pero sí me parece preocupante. A lo largo de estos 25 años, ha habido espectáculos concretos que han supuesto un cierto revulsivo dentro del ámbito del público. En su día nos pasó con Leo Bassi. Creo que el segundo o el tercer año, tuvimos a Legaleon con El silencio de las Xygulas, un espectáculo basado en textos de Antón Reixa. De hecho, él actuaba ese día después, en la sesión de medianoche. Estaba dando caña, en sus mejores tiempos. Igual hay que volver a cosas de esas. Pero tampoco se encuentran hoy espectáculos que sean así de corrosivos. Formalmente, sí hay cosas interesantes en este sentido.