madrid - El realizador Hugo Stuven se sitúa, junto a J.A. Bayona, entre los pocos cineastas españoles que eligen el cine de supervivencia para contar una historia íntima, dolorosa y redentora: es Solo, la historia ficcionada de un surfista que cayó por un acantilado y se encontró a sí mismo al borde de la muerte.
Basada en hechos reales, Solo cuenta la agonía del surfista Álvaro Vizcaíno que, en septiembre de 2014, sufrió una terrible caída tras precipitarse desde un acantilado en una playa de Fuerteventura en la que logró sobrevivir dos días sin agua ni comida y con graves roturas en su cuerpo. 48 horas extremas en las que el personaje, interpretado por Alain Hernández, pelea también con sus fantasmas interiores. “Cuando Álvaro me contaba aquellos momentos, vi en él una tristeza profunda que me atrajo muchísimo”, explica Stuven, quien convenció al personaje real para que le dejara hacer. “Él tenía muchas ganas de expresar cosas y yo opté por transmitir solo con imágenes; fue un reto narrativo”, añade.
culpa, pérdida, condición humana... Hugo Stuven, que se presentó en el largometraje con Anomalous, repite en esta segunda asuntos que le importan: la condición humana, la culpa, la pérdida, y la posibilidad de enmendar errores. Porque esta es también la historia de un hombre que se ha alejado de todo y que, cuando sabe que va a morir, se arrepiente y se perdona.
Álvaro, además de ser una persona real (que aparece en los planos finales de la cinta) “es un personaje complicado de interpretar”, explica Hernández, y no solo por su componente físico, sino por la parte emocional.
“Una persona tan hermética que tiene que llegar a ese límite para darse cuenta de las cosas que está haciendo mal”, detalla el actor. “La redención, el perdón, los abrazos que te faltan de la gente que más quieres, eso fue lo más complicado”, dice.
Hernández, cura en Que baje Dios y lo vea y policía en El rey tuerto, se arrastra en Solo con su cadera rota y sin usar una mano, destrozada; moverse, nadar, pelear con las gaviotas o recolectar basura, todo ello desde el casi mutismo del personaje, que apenas expresa su dolor con palabras.
rodaje complicado Todos los involucrados en el rodaje reconocen que fue extremadamente difícil, reconoce Stuven, quien impuso el tiro de cámara a la altura de los ojos del actor. “Decidí que fuera orgánico, y muy de verdad”, así que, explica el director, las gaviotas “eran las que había allí, los peces, la turbiedad del agua...”, apoyado por planos aéreos grabados con un dron que ponen en su sitio la inmensidad del mar, la dureza del paisaje, la belleza, y a la vez, la agonía del protagonista.
Los otros dos, Ona (Aura Garrido) y Álvaro (Henández), son una pareja tóxica “que no es sana, porque no se tratan de tú a tú, ni se respetan de la misma manera, sino que caen en miedos y posesiones, especialmente él con ella”, explica la actriz catalana. - Efe