Toda obra cobra su verdadero sentido cuando puede ser compartida. Pero también toda creación necesita, por muy actual que sea, de un cuidado constante que, en la medida de lo posible, palíe el inevitable paso del tiempo. En el caso del Cristo crucificado de José de Ribera, una de esas joyas casi únicas que posee la Diputación alavesa, diferentes circunstancias habían llevado al cuadro a necesitar una intervención que el Servicio Foral de Restauración concluyó hace unas pocas semanas y cuyo resultado ya se puede comprobar de primera mano en el Museo de Bellas Artes de Álava, en una sala en la que se ha querido acompañar la pieza con otras dos creaciones del autor, San Pedro y San Pablo (las tres se pudieron ver por última vez juntas en el Museo Diocesano de Arte Sacro).
En principio, está previsto que esta disposición se mantenga hasta el 31 de enero de 2019, cuando se concluirá la muestra temporal inaugurada ayer, una exposición que supone poner la guinda al trabajo de estudio realizado por Fernando Tabar y a las labores de recuperación llevadas a cabo por el Servicio de Restauración liderado por Cristina Aransay. “Es un trabajo que nos permite decir que el Cristo crucificado nunca ha estado tan cerca de parecerse al que pintó Ribera en un principio”, apuntó ayer el diputado general de Álava, Ramiro González.
Entre unas cosas y otras, son casi ocho los años en los que se ha estado trabajando en una pintura sobre tela de grandes dimensiones (291,5 por 194 centímetros), elaborada con la técnica al óleo. Es una obra barroca realizada en 1643, que formaba parte del legado que dejó en 1694 Pedro de Oreitia y Vergara, ministro de Carlos II, al Convento de Santo Domingo de Gasteiz, donde se expuso hasta 1833, cuando se instaló en el salón de sesiones de la Diputación. En 1957 se trasladó al Museo de Bellas Artes de Álava y en 1999 se depositó en el Museo Diocesano de Arte Sacro.
Tras ser expuesto en Nueva York en 2007 (el cuadro ha contado siempre con una larga lista de peticiones de préstamo), se vio la necesidad de realizar un tratamiento de restauración, ya que presentaba un grueso estrato de barniz oscuro que se ha ido degradando con el tiempo y que impedía ver el cromatismo de la obra. A lo largo del proceso de eliminación de ese elemento, quedó patente que muchas zonas de la capa pictórica se encontraban erosionadas, desgastadas e incluso quemadas, según describió Aransay, por lo que hubo que actuar sobre ellas.
“En este 2018 celebramos el Año Europeo del Patrimonio y la apuesta del Gobierno por visibilizar el patrimonio alavés es total y el esfuerzo destinado a su recuperación es importante. El departamento de Euskera, Cultura y Deporte tiene una partida que supera los 3 millones de euros en programas de actuación, conservación, restauración, proyectos y ayudas para este año. Nuestro patrimonio es rico y exquisito y nos hemos empeñado en sacarlo a la luz, restaurarlo, en definitiva darle el esplendor que se merece”, describió González.
En este sentido, Tabar apuntó que devolver el cuadro al encuentro con el público en general supone también “recuperar una obra de uno de los grandes y ponerla en la posición que se merece”.