Vitoria - Tras el paréntesis que ha supuesto la Semana Santa, la programación invierno-primavera de la Red de Teatros retoma estos días su andadura, recibiendo este jueves una creación de Sergio Blanco que desde su estreno al otro lado del Atlántico en 2012 no ha parado de llevarse a escena en diferentes países. Aquí, bajo la dirección de Natalia Menéndez, Pavón Teatro Kamikaze -proyecto capitaneado por Miguel del Arco e Israel Elejalde en la dirección artística- ha hecho suya una propuesta que, en apariencia, toma como punto de partida un parricidio, aunque el montaje va planteando cuestiones de distinta índole en su transcurso. Para su cita en Gasteiz todavía quedan entradas a la venta por 18, 12 y 6 euros.
Es ‘Tebas land’ mucho más que una historia sobre un parricidio...
-Es la historia de un autor de teatro que quiere hacer un espectáculo a través de la historia de un parricida. Lo que se relata en un primer nivel es ese encuentro entre ese literato y la persona que ha matado a su padre, y cómo, de alguna forma, la relación entre ellos dos va a producir un cambio en cada uno. Pero después hay otros niveles porque la obra también reflexiona sobre el propio hecho de la representación, sobre qué es ficción y qué es realidad, sobre hasta qué punto todos los artistas, a la hora de intentar retratar la realidad, lo que están haciendo es una manipulación. De alguna manera, se habla sobre hasta qué punto esa manipulación es lícita o no, si es inherente al propio hecho artístico... Hay muchas reflexiones, pero la historia principal es el encuentro entre una persona que quiere escribir una obra y otra persona que ha matado a su padre.
Como creador e intérprete, ¿comparte las reflexiones que plantea el texto sobre el hecho creativo?
-Es que Sergio tampoco es dogmático en ninguna de sus reflexiones. No tiene interés en sentar cátedra. Básicamente, plantea una serie de preguntas y muestra qué es lo que hay detrás de un proceso creativo, que es uno de los grandes aciertos que tiene la función. Él no dice qué está bien o mal, sino qué puede llegar a pasar mientras se construye una obra. Muestra muy a las claras que los artistas, al final, somos manipuladores sin que haya nada malo en eso. Una cosa es manipular de manera consciente para llevar a alguien a un lugar relacionado, por ejemplo, con la propaganda. Otra cosa es que, como es evidente, nosotros manejamos la realidad y vamos eligiendo dónde queremos poner el ojo y la mirada, sólo que esto, en sí mismo, ya es una manipulación. Él habla de esto en la obra, de que a veces se acierta, otras no, de que a veces uno se termina convirtiendo en un psicópata también. Y hace una pregunta sobre qué derecho tenemos a entrar en la vida de los demás para construir una obra propia. Son cuestiones que tienen que ver con la relación entre realidad y ficción desde siempre. Ahora, por ejemplo, está muy de moda el concepto de la autoficción, que parece que es la forma de que el artista se presente de manera honesta ante el espectador diciendo que no le manipula, aunque sí lo hace.
Antes de que Kamikaze afrontase esta producción, el texto ya tenía un recorrido bastante exitoso. ¿Qué referencias tenían de la obra?
-La primera y la más importante es que cuando tuve el texto entre las manos y lo leí, tuve claro que había que llevarlo a escena. Luego ya descubrimos el éxito en Uruguay, que se montó en Londres y tal... aunque es algo que tampoco me interesa mucho. Intento hacer las cosas en las que creo y la referencia que me interesa es que cuando leí el texto me quedé impactado por la pericia con la que Sergio desarrolla todos los temas y por la emoción que me provocó la función.
Desde el estreno, la crítica no ha parado de destacar y encumbrar su montaje de una manera muy destacada. ¿Cinco centímetros por encima del suelo?
-No, no (risas). Ya llevo lo suficiente en esto como para saber que ni vas cinco centímetros por encima cuando hablan bien, ni vas cinco centímetros hundido cuando lo hacen mal. Es halagador, por supuesto, también porque ves que la intuición que tuviste en un principio con este texto era la correcta. Nuestra satisfacción pasa por poder ofrecer cosas que le puedan interesar al público. Cuando algo te gusta a ti y consigues que guste a más gente tienes una sensación bastante liberadora.
Con todo, ahora vienen a Vitoria después de un paréntesis en las representaciones. ¿Complicado volver a entrar en la dinámica de esta propuesta en concreto?
-No es fácil. Lo que pasa es que, desgraciadamente, ya estamos acostumbrados a este tipo de cosas. Cómo funciona este país a nivel cultural obliga a hacer este tipo de cosas. Es muy complicado plantear una gira en la que tengas entre seis y ocho bolos al mes. Lo más normal ahora, incluso para un espectáculo tan exitoso como éste, es que hagas un par de actuaciones y tengas un parón de tres meses hasta volver a retomar la misma dinámica. Es la realidad en la que vivimos, una realidad bastante penosa y difícil para nosotros tanto en lo económico como en lo artístico. Pero todos trabajamos así. Es la estructura que nos ha quedado con la crisis. Sólo te queda adaptarte y seguir trabajando. Ahora, por ejemplo, de cara a las actuaciones que retomamos en Vitoria, haremos ensayos previos para volver a afinar todo. Con todo, el cuerpo es sabio y en cuanto vuelves a entrar un poco en la historia, recuerda gestos, emociones y dinámicas de manera inmediata.
¿Cómo se siente entre las rejas que se instalan en el escenario?
-Es una sensación extraña que provoca, además, una imagen singular para el espectador. Es algo que Sergio quería. Lo que él intenta, de alguna manera, es que ésta no sea una función cómoda. Todo va fácil aparentemente, muy bien, está perfectamente contado, pero siempre hay algo que parece molestar.
Es un montaje que al espectador le exige...
-Sí pero, y eso es mérito de Sergio, se hace de una manera muy sutil y suave. Claro, es una obra que está muy bien escrita y casi no te das cuenta de cómo se van desarrollando los diferentes temas y de cómo el autor va inoculando una emoción en los espectadores.
Con el público y también con los programadores, ¿han notado que el proyecto de Kamikaze es recibido mejor, con los brazos más abiertos, tras el Premio Nacional de Teatro del año pasado?
-Si soy sincero, no, no noto una enorme diferencia. La gente que confiaba en nosotros, lo sigue haciendo. Seguimos apostándolo todo en los espectáculos. Nadie nos regala nada por haber recibido ese premio. Nos ha pasado con Tebas land. Cuando salió, al principio, parecía que no interesaba demasiado. Pero vinieron las buenas críticas y ahora las candidaturas a los Max, y parece que la maquinaria va a empezar a funcionar otra vez. Pero de entrada, nadie se fió de nosotros salvo unos pocos, los de siempre, los que apuestan por este tipo de cosas. Vitoria es una de las plazas que siempre nos ha mirado con buenos ojos, que nos ha tratado con cariño y, por eso, vamos habitualmente, porque confían en nosotros. Pero no es lo común. Esto es una pelea continua con o sin premio.