A la audición que se llevó a cabo a mediados de diciembre en el Conservatorio José Uruñuela se presentaron 23 personas. Al final, fueron cinco las bailarinas elegidas para dar forma a Anezka, la Joven Compañía de Danza de Álava: Nuria Alaña, Andrea Loyola, Nekane Itoiz, Maddi Gaztelumendi y Maddi Argibe. Tres de ellas se estrenaron ante el público el pasado 24 de marzo con el Principal como escenario, donde presentaron, antes de la actuación del Víctor Ullate Ballet, Zati bat (experiencia que repetirán el 20 de este mes y el 17 de mayo, también en el espacio de la calle San Prudencio). Las otras dos ofrecerán el 19 en Villa Suso una pieza que toma como punto de partida Una habitación propia, de Virginia Woolf, un libro bailado que también se llevará a Amurrio.
Serán los pasos previos a la puesta de largo de las cinco unidas en Revolución, un espectáculo dirigido por Hannah Whelan y Garazi López de Armentia (Parasite Kolektiboa) que se podrá ver el 1 de junio sobre las tablas del Félix Petite (centro cívico Ibaiondo) precediendo a la representación de El fin de las cosas de Eva Guerrero. Además, les esperan, antes y después de esa significativa fecha, actuaciones en Agurain, Bilbao y Zarautz. Una agenda intensa, sin duda, para un nuevo proyecto del territorio, para una apuesta por la profesionalización y los jóvenes intérpretes, para una iniciativa que quiere retener el talento propio... y para una idea que, si nadie lo remedia, tiene fecha de caducidad. De hecho, muy cercana. “¿Le interesa a Álava apostar por la danza profesional sí o no? Por la danza en formación está claro que apuesta, porque ahí está la labor que hace el Conservatorio José Uruñuela, además de otros espacios. Pero luego... ¿Qué quiere Álava? Y no es una cuestión repartir de culpas, sino de constatar una realidad”, asume Jemima Cano, una de las personas responsables de esta aventura.
El arranque Dentro del trabajo que la sala Baratza hace como plataforma para las artes escénicas, en un momento dado el espacio de la plazuela de Aldabe valoró la idea de impulsar una compañía de danza contemporánea pensando en las personas que, tras terminar su periodo de formación, se encuentran ante serias dificultades para tener un desarrollo profesional.
“Lo que no hay en Euskadi, salvo excepciones, es industria, empresas medias que den empleo. Lo que sí hay es una multitud de micro-empresas, compañías que están compuestas por una o dos personas y que año sí, año no, reciben un dinero público y pueden contratar a alguien extra durante dos o tres meses. Es la realidad de la gran mayoría. Entre medio, o te dedicas a la formación o a lo que salga en la hostelería o en cualquier otro sector. El pluriempleo precario es lo más normal. Si lo que quieres es trabajar en una compañía, es decir, con un contrato, un sueldo, unas vacaciones..., tienes dos opciones: hacer audiciones fuera o ser funcionario”, una realidad ante la que se pretende responder porque “si nosotros no hacemos por cambiar las cosas, otros no van a venir a hacerlo”.
Pero la idea se quedó en eso ante la falta de recursos hasta que el pasado otoño, por mor del acuerdo presupuestario entre el Gobierno Urkullu y el Partido Popular, el Ejecutivo autonómico se encontró con un dinero para invertir en el sector cultural alavés que no estaba previsto. Así que se convocó a las entidades que son Fábricas de Creación en la provincia (entre ellas, Baratza) para solicitarles proyectos que tuviesen que ver con el emprendimiento. Dicho y hecho. Anezka se hizo realidad, e incluso tuvo una vida paralela en forma de becas.
Sobre estas bases se dieron los pasos iniciales de una propuesta que busca que sus integrantes “prueben, por lo menos una vez, cómo deben ser las cosas a todos los niveles dentro de una compañía profesional para que, después, en la medida de sus posibilidades, busquen e intenten replicar esa situación”. Y no sólo es una cuestión de tener unas condiciones laborales, sino de poder caminar por distintas experiencias coreográficas con creadores diferentes, de ser capaces de ofertar formatos distintos a la sociedad más allá de las representaciones al uso, de... habiendo detrás un trabajo duro e intenso que, en estos momentos, pasa por ensayos de lunes a viernes en el Conservatorio José Uruñuela, donde casi todas se han formado más allá de que Loyola e Itoiz son nacidas en Navarra, Gaztelumendi y Argibe en Gipuzkoa y Alaña en Cantabria, aunque reside en Bilbao.
¿El final? Desde el primer momento, Anezka ha ido construyendo, además, complicidades con entidades externas. Ha sucedido así con la Red de Teatros, que ha incluido a la compañía, como se explicaba antes, en los actos del centenario del Principal; o con el mencionado Uruñuela (tanto su directora Carmen Tercero como la profesora Arantzazu Susunaga tomaron parte en la audición de diciembre); o con el Taller de Artes Escénicas, que durante la pasada Semana Santa abrió sus locales de la calle Los Molinos para que la compañía pudiera trabajar. “Vitoria es un ecosistema cultural muy pequeño, así que mejor llevarse bien, ¿no?”, ríe Cano.
Pero ni esas buenas alianzas ni el camino hecho hasta ahora pueden parar una realidad. Aunque el Gobierno Vasco y el PP han vuelto a pactar un dinero para el sector cultural alavés en este 2018, éste ya no está destinado al emprendimiento y, por lo tanto, la compañía se queda sin financiación pública, una situación que se ha intentado revertir con otras instituciones (no sólo acudiendo a las áreas de cultura, sino también de empleo) pero de momento el no es la respuesta. “Si no hay voluntad política de seguir apostando, esto se muere porque mantener cinco sueldos sólo con lo que se obtiene de las actuaciones es imposible. No hay compañía profesional normal, quitando Kukai estos dos últimos años, que pueda tener tanta gente en nómina”. Así que queda o desaparecer o “presentarnos a ayudas para la producción con un proyecto, unos ensayos y un presupuesto cerrados” olvidando a la fuerza el gran objetivo de ofrecer una primera experiencia profesional en condiciones a jóvenes intérpretes.
Aún así, como dice Cano, no hay posibilidad de rendirse. “¿Qué no se puede continuar? Bueno, ya vendrá otra cosa. Hay veces que con que te den una oportunidad de 600 euros, se enciende un motor que te lleva a diferentes lugares. Baratza abrió en 2013, estamos en 2018 y en este tiempo hemos visto crecer a artistas y compañías que hemos programado, becado, a las que hemos dado residencias... aunque Baratza se terminara mañana, eso permanecerá”.