- Francis Díez desentraña las claves del nuevo disco de Doctor Deseo, una charla casi virgen, ya que apenas ha concedido, todavía, entrevistas al respecto. La fuerza que emana de la fragilidad es, sin duda, el concepto en las ocho composiciones que integran el álbum, al margen de tres versiones sinfónicas.
Si salimos a la calle, elegimos una persona al azar y le ponemos íntegro el nuevo disco de Doctor Deseo, quizá le venga a la mente cierto aire esquizofrénico, ya que incluye desde canciones interpretadas con la Sinfónica de Euskadi (con arreglos de Fernando Velázquez) hasta temas con una importante base electrónica u otros que giran hacia el jazz o el swing. Francis siempre ha buscado los contrastes, pero, en este caso, ¿has querido llegar hasta los extremos para ver si se tocan?
-Quizá haya una canción que es de la que parta todo: Adiós. Que, al fin y al cabo, no es más que la despedida tras la muerte de mi padre. No es muy común en la cultura pop o rock tratar este tipo de temas, sin embargo, todos sabemos que, en un momento dado, nuestros seres queridos van a morir; es más, sabemos que nosotros también vamos a morir, es algo inherente a la especie. Y también somos conscientes de que vamos a atravesar por sufrimientos diversos, por enfermedades... Sabemos poco de nuestro futuro y, en estos tiempos, la incertidumbre todavía es más absoluta, sobre todo para la gente joven. Todo esto genera angustia. Así, de esta primera canción, que es lenta, para bailar agarrado, de vals... surge un sentimiento: “Buscando, ojalá solo fuera descansar, somos río, somos mar, quizás polvo enamorado, asustados y pequeños”... que es como realmente somos. “Buscando luces en la noche, fuerza en la fragilidad”. De esta búsqueda, de este sentirse así, de ver qué coño puedes hacer con el dolor para transformarlo en algo que merezca la pena, porque si no la vida sería una pena, surge la sensación y el paradigma de que la fuerza la debemos extraer precisamente de saber quienes somos: seres frágiles, pequeños, que nos asustamos... La fuerza que podemos extraer de aquí nace precisamente de la fragilidad, y a partir de ahí nos vamos a lo contrario... A hacer un disco que es una celebración de la vida, lleno de guitarras próximas al garaje, pero que también tiene estribillos contagiosos, solo que tratados a través de la música dance en diferentes líneas. Por lo tanto, tiene esos contrastes. Esas tres canciones que son como las marcianas, pero que son las que gestan el resto: la citada Adiós. Otra que se llamaba Escupe a la muerte y finalmente ha quedado como Que me quiten lo bailado, un tema casi siniestro del primer disco al que hemos puesto un poco de luz dándole forma de electroswing para que tenga ese punto de baile. Y la tercera sería el epílogo del disco, Alfarera de sueños, que es una canción casi a piano y voz (interpretada por Carlos Jiménez, hermano de Josi, bajista de Doctor Deseo), y que plantea de que va la historia. La fuerza la extraeremos a partir de ahora de dos pilares fundamentales de la vida: la fragilidad y la ternura. A partir de aquí construiremos algo distinto...
Máxima que lleváis al propio disco, ya que el resto de composiciones se diferencian notablemente...
-Sí, son canciones que celebran la vida y que nosotros decimos que están a caballo entre el Living la vida loca de Ricky Martin y Nietzsche, cuando, en Así habló Zaratustra, decía: “¿Es esto la vida? ¡Esta mierda! Pues venga, otra vez.” Y así el disco termina siendo una celebración.
Pero, en todo este entramado conceptual y musical faltan las referidas piezas ‘sinfónicas’.
-Sí. Por otra parte, queríamos incluir el resultado de la oferta que nos hizo la Sinfónica de Euskadi de grabar tres temas con ellos. Esto ha sido un lujo y hemos querido regalarlo y que estuviera ahí. Para mí, posiblemente sea lo más cerca del cielo que esté en mi vida. Poder estar en medio de una orquesta sinfónica cantando alguno de tus temas ha sido algo increíble. Además, las canciones se completan con un libro, Palabras ante el espejo, que incluye todas nuestras canciones, con un diseño impecable de Lourdes Merino. Y así, una vez más, intentamos saltarnos los paradigmas de Montoro, vendiendo un formato de lujo, que para cualquier seguidor va a ser algo entrañable y guapo. Es decir, por el mismo precio que te compras un digipack normal, vas a tener acceso a un libro, al dvd con la Sinfónica de Euskadi y a las canciones del nuevo disco, La fuerza de la fragilidad, con ocho temas nuevos.
Pero, ¿podremos ver a la OSE con Doctor Deseo en directo, interpretando estas y otras canciones?
-Hay alguna posibilidad, pero es muy complejo, porque menear a 80 maestros es complicado. Yo espero que en algún momento ocurra, ya que las sensaciones son muy buenas. Cuando me llamó Fernando Velázquez era para un concierto especial con el que la Sinfónica de Euskadi quería acercarse a otros públicos. Y contaron con Zea Mays, Ken Zazpi y nosotros. Como quedaron muy satisfechos, propusieron hacer tres vídeos, que tanto ellos como nosotros pudiéramos utilizar. Son cosas mágicas, de las que no hay que abusar.
Aunque hables de una celebración de la vida, ésta no sigue un orden cronológico en el álbum, ya que el disco arranca con una sobredosis de dolor que acongoja: “No hay manera de dar sentido a tanto dolor”, ‘Pequeños Héroes’; “¿Cómo transformar el dolor en algo que merezca la pena?”; ‘La madriguera del conejo blanco’; “acarician el dolor de estar vivo”, ‘Adiós’. ¿Es necesario darle sentido al dolor para mantener la cordura y por llegar al estadio de celebración?
-Digamos que hay dos cosas. El dolor no lo elegimos, nos cae. Somos los únicos animales en esta jodida tierra que sabemos que vamos a morir. Y, normalmente, es algo que tenemos tapadísimo. Por ejemplo, en vuestro jodido pueblo, cómo se entiende que padres de familia tengan la necesidad de jugarse la vida siete veces al año, de una forma tan brutal. Porque en realidad, y esto lo decía Hemingway, las culturas más vitalistas tienen la necesidad de estar en contacto con la muerte, por lo menos alguna vez en la vida, para poder decir tú estás ahí y yo aquí. Eso te hacer ser mucho más vital y aferrarte a la vida, porque las culturas en las que la muerte y el dolor están tapados y son tabú, son culturas bastante más milindris, mierdosas y aburridas. Esta canción de Pequeños héroes surge de la conciencia de lo que somos... porque somos pequeños héroes que se enfrentan a las incertidumbres y tiran hacia delante. La fuerza que nace de ahí es, por otra parte, la que siempre han extraído las mujeres y que la cultura del patriarcado ha despreciado. Si conseguimos que el paradigma cambie, la fuerza de la fragilidad nos hará ser mucho más empáticos y cambiaremos de una maldita vez aquello de ser competitivos por excelencia y agresivos derivados de la testosterona por ser más colaboradores y saber que nos necesitamos: somos bichos sociales y nos tenemos que apoyar la una en la otra, no nos queda otra. Eso cambiará el mundo, y será más divertido.
Que de nuevo se agoten las entradas de los conciertos semanas antes si quiera de la salida del disco, no hace si no evidenciar, mal que te pese, que Doctor Deseo se ha convertido en una religión... ¿Cómo se siente uno siendo profeta?
-Pues acojono. En este oficio, si te va mal, sufres porque te va mal. Y si te va bien, sufres porque tienes presión para responder a lo que la gente imagina de ti. Yo soy consciente de que cuando te subes al escenario estás para que todo el mundo proyecte lo que se le ponga en la punta de las narices: lo bueno, lo malo, lo regular... Pero cuando me bajo del escenario, yo no soy profeta en ningún sitio, y menos en mi tierra. Soy un tipo anormal y corriente; tan anormal como el resto.
El disco comienza con ‘Pequeños héroes’. Al igual que en su día hizo El Drogas, es un evidente homenaje a David Bowie (‘Heroes’), solo que el genio británico aboga por ser héroes al menos un día, pero tú vas más allá, y pides “un día y otro más”.
-Sí, es un darle la vuelta a Bowie. Como decía antes, no es fácil asumir que tu padre ha muerto, que tu madre está en la cuerda floja, que tienes amigos con cáncer... Sabemos que nos vamos a enfrentar a separaciones duras y emocionalmente fuertes. Esto solo lo conoce nuestra especie. Siempre se suele decir que la especie humana es depredadora, unos hijos de puta. Y claro que hay mucha mierda y muchos hijos de puta, pero, ¡hostia!, no lo tenemos fácil, nunca lo hemos tenido y, sin embargo, estamos ahí. Por eso hay que celebrar que seguimos peleando, buscando el placer, buscando lo bueno, intentando metabolizar el dolor en algo que merezca la pena. Quiero pensar que la mayor parte de las personas somos pequeños héroes y heroínas.
Musicalmente, son varias las canciones de discos anteriores en las que la electrónica ha estado muy presente, pero es que en este álbum casi podría decirse que es una de las principales protagonistas.
-Había una necesidad de energía. Este verano ha sido clave, además de estar escalando en Irán también me fui a Marruecos, un país que visitado 14 veces y del que conozco la parte más folklórica pero también la que evoluciona hacia otros sitios. Y me gustan las discotecas marroquíes, en las que estuve escuchando dj’s, unos venían de París y otros eran locales, pero todos jugaban con elementos de dub step, de house, de hip hop... La verdad es que la música de baile es tremenda, nos conecta con lo más primitivo. Nuestra especie, desde los tiempos más remotos, con un tam tam, bailaba y entraba en trance; era una forma de vivir y de enfrentarse cara a cara con las cosas más bestias. En nuestro caso, la electrónica de este disco ha surgido porque teníamos muchas ganas de volver utilizar guitarras asilvestradas, de garaje, que también era una música de baile, solo que nosotros hemos querido darle un aire más contemporáneo. En canciones como Sigo bailando hay elementos de dub step, sin hacer ejercicios de estilo; también hay cosas de house, directas y sin complejos... Y con las guitarras dando candela. Esta vez creo que nos ha salido una conjunción natural. Sobre todo queríamos estribillos contagiosos.
Y llegamos a ‘La madriguera del conejo blanco’, una frase muy difícil de metrar dentro de una canción y que de nuevo utilizas para recuperar conceptos sustanciales en Doctor Deseo, como la curiosidad o el propio deseo.
-Nace de la película de Tim Burton, de ese momento en el que caes por la madriguera de un conejo, que siempre llega tarde a todos los sitios, y entras en otro territorio. Un territorio que hasta ahora se le ha llamado el del inconsciente, de las emociones... en el que ocurren las cosas ciertas. Hemos pensado que la forma cerebral y racional era la que gestionaba el mundo, y no es verdad, son las emociones las que mueven el mundo. Hasta el tipo más cerebral elige un coche basándose en las emociones; luego le podrá poner mil argumentos, pero el impulso inicial surge a través de las emociones. Y ese es el territorio de la madriguera del conejo blanco, el que está al otro lado del espejo.
Precisamente, ¿qué sucede cuando ponemos nuestras ‘Palabras ante el espejo’ (título del libro que acompaña al disco)?
-Ahí es cuando atravesamos ese territorio de lo que hasta ahora se llamaba el inconsciente, el alma o el territorio de las emociones. El que guía nuestra forma de ser, nuestro mundo. Ese es un territorio que buscamos y por el cual intentamos deambular. Son palabras que vienen de nuestra parte más cerebral pero, en un momento dado, son capaces de transformar; siendo poesía, literatura o canción, entrando al territorio de las emociones. La pregunta es: ¿qué coño ocurre para que, de pronto, esas palabras pasen de lo cerebral a lo emocional? ¿Cómo se conjugan, cómo se ordenan, cómo se hace para que una palabra que nace de la razón entre el territorio de la emoción? Por eso son palabras ante el espejo.
¿Por qué en este momento has querido ofrecerle al público la compilación de todas las letras de Doctor Deseo (alrededor de 200)?
-Nos parecía que era el momento, habíamos acumulado ya un montón. Cuando haces un objeto físico, tienes que esmerarte a saco, porque si no, ya está Internet. Para editar un CD de plástico, sin más, no lo hago, que la gente se lo descargue y a correr. Me apetecía que fuera un libro, que la gente que tuviera todas las letras a mano, con un diseño guapo, bonito, que se toque, que lo veas... Y, además, a mí me viene bien, porque así me acuerdo.
‘Nire monstrua’. No podía faltar la canción en euskera, y con unas guitarras que, efectivamente, ejercen de verdaderos monstruos.
-La letra está trabajada con Marta Ortiz, que es como nuestra letrista (en euskera) de cabecera, me conoce perfectamente y sabe lo que quiero. Al fin y al cabo hace referencia al mito del laberinto, que ya lo hemos tratado otras veces. En un momento dado de nuestra vida, todos nos tenemos que meter en el laberinto porque no sabes si la vida viene por delante o por detrás, estamos bastante perdidos y siempre tienes que enfrentarte a tu monstruo. Y luego me encanta eso de que Ariadna, el amor, sea la que te vuelve a sacar del laberinto. Esta canción habla de todo ello y del monstruo, que son todas esas cosas que te joden. La canción semeja el recorrido por el laberinto, primero, deambulas, luego explotas y cuando lo tienes claro de un jodido tiro te cargas a tu monstruo. Pero también hace refrencia a esa energía que hasta ahora ha mandado el mundo, a la que llamaremos brutalidad. Es esa energía que alimenta La manada, la del machote, que todos sabemos que son personas súper inseguras pero que jamás lo admitirán. Y a partir de ahí desarrollan unos monstruos horribles. Esto ocurre en lo individual o en lo personal, pero también lo generan todas las miserias del poder que se ha alimentado de todo esto. Quien se alimenta de la consciencia de que somos frágiles y pequeños es mucho más empático, porque sabes que necesitas a los y las de al lado, y a partir de ahí se genera algo diferente. Porque la fuerza de la fragilidad es empática, solidaria, tiene ganas de colaborar, es consciente de su déficit. Pero esto no se nos ha ocurrido a nosotros porque somos muy brillantes; esto lleva trabajándolo el movimiento feminista un siglo y pico.
El disco termina con ‘Alfarera de sueños’, abusando del silogismo, ¿eso quiere decir que nuestros sueños están hechos de barro, inicialmente...?
-Alfarera de sueños es la diosa por excelencia. Quizá sería alfareras de sueños, ya que es una canción que pivota sobre la fragilidad y la ternura, que son el soporte de una nueva vida, sobre eso construiremos todo. Incluso las historias más bestias, guarras, divertidas o transgresoras, su base de ser la ternura. Cuando jugamos al sadomasoquismo, por ejemplo, a nadie le gusta ser esclavo en la realidad de nadie, pero en el plano simbólico, sí, y bajo el soporte de la ternura. La fragilidad y la ternura debieran ser el soporte de la vida; ellas son las alfareras de sueños.