que levante la mano quien no haya comprado un disco por su portada. O quien no lo haya colgado en la pared de su cuarto, bien por su relevancia estética o por su importancia como espejo de la personalidad de su autor. En tiempos de escucha en streaming, a través de plataformas digitales, el libro Vinilos Rock (Somos libros) reivindica la vigencia del vinilo como arte, incorporando casi 600 imágenes de discos clave en la historia del rock, desde los años 60 a los 90, cuando el gran formato perdió relevancia ante el compacto.
El ejemplar, de grandes dimensiones y con 240 páginas, ofrece más de 500 portadas de vinilos en color, muchas a página completa, para dibujar lo que sus autores, François Thomazeau y Dominque Pupuis, consideran su “historia subjetiva” del rock. Todas aparecen reproducidas y documentadas. El libro, publicado por primera vez en 2007, se reedita ahora revisado por Mariona Tella, que incorpora al original la portada de Harvest, de Neil Young, el primer disco que compró; por cierto, en Donostia.
La obra, dividida en veinte capítulos que abarcan los principales movimientos y tendencias, desde el blues y el rock and roll, a la psicodelia y el hard rock, se abre con el boom del blues inglés (portada de John Mayall y Bluesbreakers), aunque sus autores fijan “el inicio de la aventura del pop rock” el 6 de julio de 1957, cuando Lennon y McCartney se conocieron. Hay toda una página dedicada a The Animals e imágenes de The Yardbirds y Alexis Corner. Se obvia, sin embargo, todo el rock primigenio: Elvis, Holly, Cochran, Richard...
En el segundo capítulo dan el salto a Estados Unidos, cuando allí se descubre la electricidad, con varias páginas centradas en Dylan (las fotografías desde diferente ángulo “anuncian el contenido”) y espacio también para Mike Bloomfield, The Beach Boys, Young, CSN y el country-rock de The Byrds o Gram Parsons, antes de enfrentar a The Beatles con The Rolling Stones. “El diseño sigue tirando de las fotografías de los grupos”, recuerdan los autores, aunque incorporan también, a toda página, la simple pero mágica ilustración de Revolver.
El ejemplar, con información de los artistas y los movimientos estilísticos que analiza, destaca el rock psicodélico y sus artistas de referencia, que también se ocuparon de los carteles de conciertos en los años hippies. Son las páginas más oníricas y alucinógenas, en las que reina (a toda página) la obra de Rick Griffin, artista de referencia de Grateful Dead, seguido por Stanley Mouse y Alton Kelly. Sus collages y el uso del cómic se extendieron a discos de Frank Zappa y Janis Joplin.
Arte y rock Vinilos rock analiza, como no podía ser menos, la implicación del mundo del arte en el rock (y viceversa) al pasar revista a la obra de Velvet Underground, unida al artista pop Andy Warhol, que les cedió su célebre plátano para el debut, y a The Rolling Stones la bragueta colmada de Sticky Fingers. Y no es el único artista volcado en el rock: Carl Schenkel hizo lo propio con Zappa; Horses, de Patti Smith, dejó para la historia la bella fotografía de Robert Mappelthorpe, como la de Pennie Smith para London Calling. Asimismo, resulta innegable la influencia del movimiento alemán Bauhaus en el art rock... El libro, que también recoge portadas del garaje rock, la escena de Canterbury y el glam rock, con páginas específicas para Bowie y Lou Reed, también evidencia el importante papel que tuvo el colectivo de grafistas de Hipgnosis para Pink Floyd, de Barry Godber para Genesis o de Roger Dean para Yes. Sin olvidar el debut histórico de los progresivos King Crimson, cuyas “referencias a universos fantásticos” se advierten después también en las páginas dedicadas al cómic, la serie B y el terror de los grupos heavy como Iron Maiden, con sus portadas realizadas por Derek Riggs.
El repaso del arte gráfico no olvida el punk (sin patrón fijo, pero con icónicas portadas como los debuts de Sex Pistols y Ramones); la nueva ola, con los coloristas B 52’s al frente; el rock indie de los 80, con la herencia cinéfila de The Smiths, y la melancólica y ceremonial oscuridad de Joy Division, y el de estadio, con la obra de Annie Leibovitz para Springsteen; el rock alternativo de los 90, con obras de Pixies, REM o Sonic Youth; y el estertor final del grunge, movimiento del que solo se ofrece la portada de Nevermind, de Nirvana, con su bebé buceando tras un billete. Y ahí concluye el viaje, el 5 de abril de 1994, cuando Kobain se pegó un tiro y certificó “la desaparición del vinilo en las estanterías de discos”. Quedamos a la espera de la edición de otro ejemplar que refleje la recuperación que está experimentando el formato en el siglo XXI.