Es la sede de una compañía Premio Nacional de las Artes Escénicas para la Infancia y la Juventud como Paraíso. Es una casa de Abetxuko, aunque en su parte alta hay oficinas, en la del medio un espacio para talleres y abajo, un escenario. Y es, desde hace cinco años, un punto de encuentro para innumerables espectadores de 0 a 6 años, sus acompañantes adultos y para diferentes creadores locales, estatales y internacionales. Hace un lustro, en plena crisis, el grupo gasteiztarra hizo una nueva y pionera apuesta por el público con la creación de KunArte, un centro de innovación artística, un hogar para y por la cultura.

“Estamos viendo crecer a no pocas familias. Aquí encuentran cercanía, proximidad y también un relato. Hay mucha gente que ha detectado que no sólo hacemos arte sino que el arte nos sirve para hablar de las personas y para acompañarlas en la crianza, para hablar de por qué es necesario mancharse, de por qué es importante dejar huellas, de por qué es imprescindible el juego...” explica Pilar López, coordinadora de Paraíso, quien también recuerda la labor hecha en este sentido por la compañía en varias escuelas infantiles de la capital alavesa, un trabajo en el que se ha vinculado a la Universidad del País Vasco -de hecho, este mismo verano se ha presentado una tesis doctoral al respecto-. “Este tejer con las familias, con las escuelas, con la universidad, con la sociedad para nosotros es algo que nos llena de satisfacción y que nos hace pensar en nuevas utopías. Es un motor. Estamos haciendo cosas que importan y que dejan huella. Nuestro objetivo no es vender más bolos. Por supuesto, tenemos que cuadrar números para vivir pero nuestro objetivo es dar un servicio público”.

De hecho, es desde esa inquietud, entendida en diferentes sentidos, desde la que apareció KunArte. Con la crisis golpeando fuerte, el grupo se encontró con que el proyecto que estaba diseñando para el centro cívico Zabalgana (infraestructura que por entonces todavía sólo era realidad en los planos) se quedaba en nada ya que el Ayuntamiento de Vitoria decidió no seguir adelante. Ante la posibilidad de aparcar todo lo andado, “la crisis del ladrillo nos hizo pensar que los ladrillos no eran lo importante, que lo importante era el alma y el espíritu del discurso que late dentro de una casa. Y la nuestra se convirtió en una metáfora de algo que queríamos hacer, un pequeño refugio para el arte y la cultura en nuestra ciudad para extender el conocimiento”, más allá de que ha habido propuestas vinculadas con el centro que se han llevado a cabo fuera de sus paredes, como ha pasado en colaboración con la Orquesta Sinfónica de Euskadi y el Guggenheim Bilbao.

Con la decisión ya tomada de convertir un problema en una solución, los cimientos de KunArte eran, y son, claros: es imprescindible trabajar con la pequeña ciudadanía, bastante invisible en general. “Ellos y ellas están en el momento más importante de crecimiento. Es cuando se producen las mayores conexiones neuronales” por lo que es necesario “hacer algo más que no sólo sea centrarse en una determinada acción”. A ese impulso ayudó además la dotación económica que vino con el Nacional de las Artes Escénicas para la Infancia y la Juventud, un dinero que, en parte, sirvió para “convertir nuestra casa, también con mucha imaginación, en un centro que empezó rápido a latir”, un espacio que hoy cuenta con apoyo europeo (a través del programa Small Size), estatal (de la mano del Inaem) y del Gobierno Vasco (gracias a las Fábricas de Creación). Eso sí, en el caso de plan desarrollado en el continente, éste terminará la próxima primavera. Aún así, se está trabajando en otra programación relacionada con la investigación en la que Paraíso está colaborando con centros culturales de Eslovenia y Bélgica siendo la imagen el punto de atención.

Etapas A lo largo de estos cinco años de intensa actividad, KunArte ha vivido dos momentos diferenciados. En el primero, “teníamos mucho deseo y estábamos ubicándonos, trabajando con elementos de I+D+i y buscando relacionarnos con otras áreas del conocimiento: gastronomía, arquitectura, ciencia... Hicimos muchas conexiones que eran complejas e increíbles un tiempo atrás. Todo aquello nos colocó en una situación de búsqueda que fue muy importante. Nos abrió muchos caminos. Los tres primeros años buscamos cómo asentar el proyecto en el marco de esa relación del arte con otras áreas del conocimiento, en cómo dar a conocer la idea a la ciudadanía, en tejer redes con educadores, artistas, instituciones...”.

Ahora, eso sí, la propuesta se encuentra en una segunda etapa, con dos sendas paralelas. “La primera línea es la referida a las residencias artísticas. Desarrollamos proyectos propios pero a lo largo de los años hemos acumulado un conocimiento que sentimos que podemos y debemos compartir con otros. Nos sentimos muy afortunados porque hemos llegado hasta aquí porque, en el camino, también hemos encontrado a gente que creía en nosotros y nos ha acompañado. Quienes estamos en el equipo directivo tenemos 50 y pico y creemos que podemos crecer más en contacto con las nuevas generaciones. Se están produciendo muchos cambios dentro de la escuela, de las artes y estamos en un momento muy determinante. Así que nos gusta esa idea de ponernos al lado del otro y ver qué necesita”.

Ese acompañamiento a veces tiene que ver con la gestión, con la dirección, con la producción..., lo que ha hecho que la casa sea también de otros artistas. “Esta línea de las residencias nos ha abierto un camino con otros creadores y generaciones que nos está haciendo crecer y que nos ha propuesto muchos interrogantes de los que estamos aprendiendo mucho. Es una senda que va a ser muy determinante de cara a nuestro futuro”.

En paralelo, la actualidad de KunArte pasa por ser laboratorio de audiencias. “Siempre hemos desarrollado proyectos que tienen la vocación de crear vínculos intensos entre la ciudadanía y las artes. Pero en estos años, el centro nos ha posibilitado un espacio pequeño pero intenso de experimentación, es decir, un laboratorio que está en nuestra casa y en el que todas las semanas experimentamos ideas, metodologías y fórmulas para ver cómo podemos vincular a la ciudadanía y a los artistas, cómo podemos hacer que la ciudadanía participe también en determinados procesos artísticos, para transmitir, de alguna manera, que el arte y la cultura no son algo accesorio, sino que es lo que nos constituye como personas y que, por lo tanto, es necesario que nos hagamos con esa herramienta”.

A partir de ahí, se ha desarrollado una metodología que tiene que ver con “cómo alimentamos a las audiencias, a los públicos, con contemplar y experimentar. Lo que sucede en KunArte no es sólo ir a ver un espectáculo, es una experiencia completa que tiene que ver con disfrutar de la creación artística pero también con experimentar, todo en el mismo momento. Se genera una experiencia intensa. No es consumir cultura, es que la cultura deje una huella significativa, es detener el tiempo y el espacio para disfrutar de las artes, para explorarlas y para sentir que son nuestras”.

Por supuesto, esta labor no es ajena al resto del trabajo que Paraíso desarrolla, por ejemplo, en el Beñat Etxepare o en la programación de teatro escolar por el territorio, una labor a realizar mientras parece que la educación cultural desaparece por completo de la formación reglada. “Cuando recibimos a profesores, padres, madres... les aplaudimos por el valor de haber dedicado recursos económicos y tiempo a compartir una experiencia cultural. La cultura no se puede comprar en un supermercado. Sólo si pensamos que la cultura es importante y que queremos transmitirla a nuestros hijos e hijas, lo vamos a poder hacer”.

En este sentido, de todas formas, López apunta que Paraíso sigue a diferentes voces que le parecen interesantes a la hora de llevar a cabo su labor y las reflexiones que sustentan el trabajo. Es el caso de María Acaso, por ejemplo. “Ella habla del homo fotográficus, es decir, de que vivimos la vida en función de lo que fotografiamos, de las imágenes que enviamos a otros. Las huellas de nuestros pasos tienen que ver con la fotografía. Escribimos muy poco, leemos muy poco y es la fotografía la que se ha convertido en el medio. Sin embargo, en la escuela, cuando se da educación artística, se le está pidiendo a los escolares que generen cosas con procedimientos de hace dos o tres siglos, cuando el adolescente maneja las nuevas tecnologías como quiere. Eso es una contradicción muy grande. La vida y la evolución tecnológica van muy deprisa y parece que tenemos la enfermedad de querer ser los más modernos. ¿Cómo no vamos a dejar a nuestros hijos que tengan una tablet? Bueno, pues que la gente sepa que los grandes ingenieros de las grandes empresas como Apple llevan a sus hijos a escuelas donde no hay tecnología, a escuelas que se rigen con métodos educativos que tienen que ver con tocar, con la sensibilidad. Por detrás de la tecnología está la persona y si no desarrollamos la creatividad, en este mundo no tendremos oportunidades como seres humanos”.