Vitoria - “Ya sé que a alguno le puede parecer raro, pero a mí estos seis años se me han pasado muy rápido” sonríe Xabier Montoia. Aún así, es consciente de que a Gorraizea (Gaztelupeko Hotsak) le ha llevado su tiempo hacerse realidad. “El proceso antes de entrar en el estudio ha sido muy largo. Vengo del punk y del rock and roll y no tengo ni idea de hacer partituras. Claro, para hacer lo que hemos hecho en este trabajo con un cuarteto de cuerda necesitaba partituras y eso ha costado lo suyo”, describe el cantante, compositor y escritor gasteiztarra. “Bueno, y luego está la vida, que viene y te dice que los planes que tenías te los va a cambiar”.
Oroimenaren balsa, Eskuragaitza y Errautsak haizetan son algunos de los diez temas que dan vida a este nuevo trabajo grabado el pasado verano en los Pottoko Studio de Beasain con Fredi Pelaez a los mandos técnicos y Xabier Zeberio (violín), Itziar Lertxundi (violonchelo), Monika Peinó (viola) y Leire Pikabea (violín) poniendo los sonidos, sin olvidar la presencia básica de Ibon Rodriguez. “El trabajo que ha hecho es esencial, bestial. De hecho, el disco ha salido a mi nombre pero tendría que haber salido al suyo”, comenta Montoia, quien después de tantos años en esto de la música admite que “éste es el álbum más rápido que he grabado en mi vida y estoy encantado por eso. No es que el estudio sea algo que me guste demasiado. No disfruto en él, ni ahora que la grabación ha sido rápida ni cuando me tiraba meses. Bueno, te estoy hablando de hace 20 años, cuando la gente grababa en condiciones y esas cosas, porque...”.
Con todo, a la hora de asomarse a esta nueva producción musical en la trayectoria cultural de Montoia es necesario volver, en parte, la vista atrás para recordar Montoiaren mundu miresgarria. “Éste es una continuación o una evolución” de aquel trabajo publicado hace seis años, una propuesta en la que la unión del creador gasteiztarra con Rodriguez se concretó en el uso del cello y el piano como instrumentos de referencia. “Ahora hemos querido dar un paso adelante pero en el mismo camino. Y estoy encantando. Las primeras veces que escuché las canciones en los ensayos, flipé. Me parecía que estaba escuchando música de otro que no era yo. Fue algo extrañísimo y emocionante”, apunta. “En general, la música te despierta emociones, del tipo que sean. Y yo aspiro a lo mismo, sean las que sean. Sea de melancolía o de alegría o de... La música es capaz, de una manera más rápida que cualquier otro arte, de provocar emociones y es lo que yo quisiera. Entre otras cosas, porque a mí me gusta que me provoquen emociones con los discos de otros”.
De momento, eso sí, esa conexión con el público se va a tener que realizar sólo a través del disco. Los conciertos van a esperar hasta primavera. “Lo mejor sería llevar a los mismos músicos que han estado en el estudio, pero una cosa es lo que me gustaría y otra la realidad posible. Es complicado llevar a la misma gente porque ellos tienen sus compromisos y porque tampoco es económicamente fácil hacer un plan de cinco o seis personas girando a la vez teniendo en cuenta cómo están las cosas. Es lo que estoy pensando ahora, cómo afrontamos los directos”, dice.
Mientras se concretan esos planes, Montoia explica que después de llevar en esto “no sé ni cuántos años” él se considera, en realidad, un “escritor de canciones. Mi sueño sería que alguien las cogiera y las cantara. Yo me quedaría en casa escribiendo” mientras el mundo de la música cambia: “hoy la tecnología ha permitido un proceso democratizador de la música que me parece positivo. Pero, al mismo tiempo, el interés social por la música en particular y las artes en general ha descendido de forma notable”.