Vitoria - Volverá en breve a Murcia para completar el trabajo que ha estado desarrollando hasta hace pocas semanas junto a Juan Manuel Díaz Burgos gracias a una beca de residencia e investigación impulsada por el centro de creación La Postiza. Además, la obra con la que ha obtenido este año el premio Autor Joven en la vigésimo octava edición del concurso fotográfico Caminos de Hierro sigue su camino expositivo por diferentes puntos del Estado. Y aunque no quiere dar ningún detalle, Sara Berasaluce Duque da vueltas a su próximo proyecto artístico.

Me decía hace unos días Jon Gorospe, con quien compartió palmarés en 2011 en el certamen Gazte Klik, que no se está educando a las nuevas generaciones en el mundo de la imagen, que están aprendiendo sólo a través de la publicidad, que es como saber de sexo nada más que con el porno.

-Estamos híper saturados de imágenes a través de las redes sociales, la televisión, la publicidad... nos hemos acostumbrado a ver y ver. Pero como decía Jon, es verdad que necesitamos educación visual, sobre todo para seleccionar y saber diferenciar cuáles de esas imágenes son las importantes. Es fundamental saber diferenciar y poder desconectar del consumo inconsciente de imágenes. Nos falta formación para poder establecer esas diferencias.

¿Por qué eligió este camino? ¿De casta le viene al galgo?

-Inevitablemente, si tu familia está relacionada con la fotografía, alguien va a salir un poco perjudicado (risas). Somos dos hermanas, así que a una de las dos le tenía que tocar. Pero bueno, cuando estudié Bellas Artes toqué todas las técnicas y me decidí por la fotografía artística. De hecho, en todos mis proyectos se habla de la fotografía pero también mezclada con otras disciplinas. Por ejemplo, cuando expuse en la sala Amárica Fueron/Izan Ziren, aquella producción tenía forma de instalación. También en la propuesta de Montehermoso (Forget-forgot-forgotten) había esa mezcla.

¿Le ha molestado en algún momento aquello de “es la hija de...”?

-Bueno, eso lo he escuchado muchas veces. Hay quien da por hecho que vas a ser lo mismo, que vas a hacer algo parecido y que lo vas a conseguir por esa otra persona. En ese sentido, a veces sí molesta. Pero como él y yo tenemos muy buena relación, al final nos terminamos riendo de eso. A veces decimos: bueno, ahora vas a pasar a ser el padre de Sara y yo ya no voy a ser la hija de Javier. Pero bueno, en el mundillo artístico, como en otros, esto es inevitable, ya está.

Hizo Bellas Artes en la UPV y luego se marchó a la Complutense para realizar un máster en Educación Artística en Instituciones Culturales y Sociales. Después de, por ejemplo, haber trabajado en el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía... ¿por qué volver cuando, en principio, las oportunidades aquí son menores?

-Yo tampoco lo entiendo (risas). Es verdad que Vitoria tiene sus límites. También que siempre estoy mirando oportunidades fuera. Pero no sé si a veces se me queda pequeña en lo personal o en lo profesional. Claro, estás hablando de trabajar aquí en cuestiones relacionadas con el arte, la fotografía, la educación artística...

Antes mencionaba esa mezcla de la fotografía con otras técnicas. ¿Un camino a seguir explotando?

-Lo que pasa es que esa mezcla me sale un tanto de manera inconsciente. Cuando estoy desarrollando un proyecto, esos otros elementos más allá de la fotografía aparecen, no es que sea algo premeditado. Pero más allá de si es consciente o no, me gusta esa forma de exponer, esa mezcla.

Hay cuestiones como la memoria muy presentes en sus trabajos.

-Me gusta trabajar sobre esa cuestión, sobre el registro, el archivo, el olvido... Son cuestiones que se repiten y me gusta. Me apetece que se identifique mi trabajo con esa línea.

Por cierto, antes hablaba de las redes sociales, donde estamos generando un archivo ingente de imágenes. ¿Qué memoria estamos dejando?

-Pero es que no estamos dejando ninguna memoria. En la estancia que he tenido en Murcia, hablaba con Díaz Burgos sobre estas cuestiones y él me decía que tiene todo su archivo digital impreso porque se sabe que, más tarde o más temprano, esas imágenes digitales van a desaparecer. Si no se te ha estropeado un disco duro o un pendrive nunca eres extraterrestre (risas). Y es verdad, lo que va a perdurar es lo que esté impreso. No tengo claro que los archivos digitales nos vayan a servir como registro de lo que está pasando en el presente.

¿Se acuerda de la primera cámara que tuvo entre las manos?

-Sí, pero no me acuerdo de la marca (risas). Era, obviamente, analógica. Tenía un botón rojo y se abría de un lado. Con ella parecía muy fácil lo de sacar fotos. Eso sí, era una cámara heredada de mi hermana.

¿En qué momento dice: quiero intentar ganarme la vida con esto?

-No sé si ha llegado ese momento porque vivir sólo de la fotografía... (risas). Me acuerdo más del instante en la carrera en el que decidí especializarme en esto. En Bellas Artes sí se le da importancia a otras técnicas, ya sea pintura o escultura, pero la fotografía queda como algo secundario, como un arte menor. Me gusta realizar mis proyectos, buscar becas y vías para poder llevarlos a cabo y exponerlos, pero tengo claro que sobrevivir sólo con esto es muy complicado. Como también me gusta el campo de la Educación Artística, la intención es compaginar ambos caminos.

Ahora que menciona esto, ¿por qué el interés en formarse de manera específica en esta disciplina?

-Porque para comprender el arte necesitas formación. Hay algo más allá de mirar un cuadro o una fotografía. Y me interesaba esa idea de poder conocer para después ayudar a que lo que ves en un museo o una galería pueda llegar a todo el mundo. Me llamaba, y me llama, el hecho de acercar el arte a todo el público en general y a los niños en particular. El arte es un mundo muy amplio y todos necesitamos alguna guía para conocerlo más y entenderlo.

En su labor creativa no faltan los premios, casi todos con ese apellido de “joven” que no sé hasta que punto se utiliza a veces para quitarle importancia a los galardones.

-A veces pasa. En muchos concursos está esa categoría que tiene menos dotación y menos valor. Pero bueno, en algún momento tienes que pasar a otra categoría, tanto porque así lo decides como porque es ley de vida, claro.

De Gazte Klik han pasado ya...

-Un montón de años. Antes que me mencionabas a Jon... es que éramos muy jóvenes.

¿Qué pensaba en aquel momento a la hora de mirar al futuro?

-Cuando gané me parecía una oportunidad increíble. ¡Se iban a exponer mis fotos!. Entonces no le daba el valor a mis proyectos que ahora sí les otorgo. Estaba empezando y ahí sí que era, por completo, sólo la hija de Javier Berasaluce (risas). Eso ha cambiado. La verdad es que entonces no me imaginaba que era posible en el futuro vivir lo que me está pasando ahora, que mis proyectos iban a ser valorados en diferentes ámbitos.

¿Qué marca de la casa debería significar el nombre de Sara Berasaluce Duque?

-Con mi fotografía no he inventando nada nuevo, eso para empezar. A partir de ahí, en mis proyectos lo que me gusta hacer es dar mi aporte personal más allá del componente estético de la fotografía o de cómo la presento. Tiene que verse que estoy expresando lo que siento, lo que pienso... Me gustaría que por encima de mi nombre, cuando alguien vea una de mis creaciones sienta que transmiten algo, aunque luego no coincida con lo que yo quería. Cuando hice Forget-forgot-forgotten, pensaba que era una proyecto tan personal que nadie se iba a sentir interpelado. Pero luego me llegaron muchísimas interpretaciones de mis fotos. Eso me encanta, que en un proyecto haya alma, que no sea sólo una propuesta estética.

¿Qué le aporta la fotografía en particular y el arte en general?

-Una herramienta enorme con la que poder expresarme. Tienes a tu alcance tantos recursos y maneras de poder transmitir algo, que si no es la fotografía, ahí está la pintura, escultura... pero puedes comunicarte en todo momento.

¿Y a la sociedad? Lo digo porque una de los escenarios que ha planteado esta crisis es que la cultura no es necesaria.

-La cultura siempre ha estado en una situación de cierta fragilidad pero es verdad que la crisis ha afectado mucho y ha supuesto otorgarle menos importancia que a otras cosas. Pero debemos apostar por ella, no porque yo trabaje en este campo sino porque es algo esencial para todo en tu vida diaria.

¿En qué está ahora?

-Trabajando en la exposición que va a completar la beca en Murcia. Es un proyecto complicado. No había estado nunca allí y ha sido, primero, conocer y, después, trabajar sobre ello, lo que también tiene su aquel porque yo soy más de las de ir haciendo poco a poco (risas). Pero bueno, ahora estamos en ese proceso de edición de las imágenes y de cómo planteamos la exposición. A partir de ahí, pensando en un nuevo proyecto... pero todavía estoy dándole vueltas.

¿Cómo es en el papel de ‘consumidora’ de cultura?

-En el caso de la fotografía, me encanta ir a otras exposiciones, sobre todo para ver qué hacen otros. Pero bueno, me gusta ir a ver de todo y conocer a la gente creadora de mi edad, dónde se mueve, qué está haciendo...

La Sociedad Fotográfica Alavesa, la sala Amárica, el área de fotografía de Artes y Oficios... a Vitoria, en apariencia, no le falta base en el campo fotográfico pero no sé si la ciudad se queda...

-Un poco pequeña, sí. Es verdad los ejemplos que has puesto. La Sociedad, de hecho, se mueve muchísimo y lo está haciendo genial. Artes y Oficios, qué decir, con Koldo Mendaza y Piko Zulueta... son geniales. Pero en general, Vitoria no arriesga y si no te lanzas, no le das la importancia que tiene a la fotografía. Hay muy buenas intenciones pero hay que hacer más, moverse más, mirar más allá. Hay que hacer un esfuerzo más para darle a la fotografía la importancia que tiene.

Volvamos a ese 2011 de Gazte Klik. ¿Qué le diría a aquella Sara?

-Lo mismo que a Vitoria: arriesga más. Le diría que espabilase, que siguiese haciendo fotos pero también que le diese valor a esas imágenes. El hecho de ser un tanto vergonzosa me va a acompañar siempre. Y es verdad que valoro mucho la humildad. Eso está bien. Pero no te puedes quedar esperando a que pasen las cosas, a veces tienes que actuar.